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Uruguay 1930, donde todo empezó

Finalmente, en Montevideo se disputó el primer Mundial de fútbol. Se impuso Uruguay, no sin polémica, tras ganar a Argentina en la final.

Finalmente, en Montevideo se disputó el primer Mundial de fútbol. Se impuso Uruguay, no sin polémica, tras ganar a Argentina en la final.
Las selecciones de Argentina y Uruguay, en el momento de entrar al campo para la final.

13 de julio de 1930. Aquel día empezó todo. En realidad ya había comenzado antes. Mucho antes. Y no había sido nada sencillo. Pero ese 13 de julio de 1930 se disputó el primer partido de la historia de los mundiales de fútbol. Aquel día, el mundo, y no sólo del deporte, cambió para siempre.

Un Mundial bajo mínimos

Hay que ser justos y honestos, y partir desde aquí. El Mundial de Uruguay de 1930 fue el más pobre de todos los jugados. Debido sobre todo a la ausencia de muchas de las grandes potencias europeas. España, Austria, Checoslovaquia, Italia, Hungría y Alemania se negaron a viajar, alegando la imposibilidad de aplazar sus campeonatos durante dos meses, y falta de tiempo material para aclimatarse al invierno uruguayo.

Aún así, los esfuerzos de Jules Rimet y las múltiples gestiones diplomáticas hicieron posible la participación de cuatro selecciones del Viejo Continente: Francia, Bélgica, Yugoslavia y Rumanía. Se iban a enfrentar a nueve combinados americanos. E igualmente indiscutible es que aquél Mundial de Uruguay de 1930 sembró la semilla de lo que se ha convertido en el mayor evento deportivo del planeta.

Montevideo, cuna del fútbol

El 5 de julio de 1930 llegaba a Montevideo el transatlántico italiano Monteverdi. En él llegaban los equipos representativos de Francia, Bélgica, Rumanía, y Brasil. Una curiosa multitud aguardaba la llegada de los futbolsitas de élite. Ahí les esperaban otras nueve selecciones: Argentina, Bolivia, Chile, Estados Unidos, México, Paraguay, Perú, Yugoslavia y la anfitriona, Uruguay.

Cuatro grupos, procurando que Uruguay, Argentina y Brasil no quedaran emparejadas en el mismo, las dividieron. El sorteo se efectuó cuando todos los equipos estaban ya en suelo uruguayo, para evitar que ninguno de ellos renunciase a participar en el último momento si el sorteo no les era favorable. Posteriormente, el campeón de cada uno de ellos iba a disputar las semifinales, a un solo partido, en la lucha por el primer cetro mundial del fútbol.

El Francia – México fue el encargado de inaugurar la historia de la Copa del Mundo. Y el futbolista galo Laurent tuvo el honor de ser el primer goleador. El partido acabaría del lado francés por 4-1. Y como todos los de aquella edición, se disputó en Montevideo, sede única. Concretamente, en el Estadio Pocitos, uno de los tres campos junto al Gran Parque Central y, por supuesto, el Estadio Centenario.

Dominio americano

Fuera porque jugaban en casa, fuera porque había una mayor presencia de selecciones del continente, o fuera porque la superioridad con la que los europeos concebían el fútbol sólo unos años atrás se había derrumbado de un plumazo, la cuestión es que el primer Mundial tuvo un claro sabor americano.

Argentina se impuso en su grupo con superioridad, sumando tres victorias en tres encuentros; Uruguay hizo lo propio tras superar a Rumanía y Perú; y Estados Unidos, por aquel entonces una potencia mundial futbolística, también se imponía a Paraguay y Bélgica. Sólo Yugoslavia, campeona en el grupo junto a Bolivia y Brasil, pudo representar a Europa en las semfinales.

Una selección brasileña, por cierto, que decepcionó en su primera cita mundialística, y que además no pudo contar con su mejor jugador, Arthur Friedenreich, a quien se le atribuye ser el máximo goleador en la historia del país, incluso por delante de Pelé. Friedenreich no pudo jugar el Mundial por no ser totalmente blanco, ya que el fútbol brasileño era muy clasista por aquella época, y existía una normativa impuesta por el presidente Epitacio Pessoa, que impedía a los futbolistas de color representar al país.

También por el camino quedó Francia, pese a dejar una buena imagen: goleó a México por 4-1, y a punto estuvo de sorprender a Argentina, ante la que cayó derrotada por 1-0 tras una épica batalla. El colegiado decidió dar por concluido el partido seis minutos antes del final a causa de una tángana iniciada principalmente por los golpes del defensa argentino Monti, que dejó varios lesionados. Algunos jugadores ya se estaban duchando, pero el árbitro decidió que debían volver al terreno de juego. Se jugaron los últimos minutos, aunque el marcador ya no se movió.

En las semifinales, Argent ina y Uruguay no tuvieron ningún problema para deshacerse de sus rivales. Los charrúa lo hicieron ante Yugoslavia, a la que se impuso por un contundente 6-1. Tres goles de Cea, dos de Anselmo, y uno de Iriarte lo permitieron.

Idéntico resultado, 6-1, logró Argentina ante Estados Unidos. La fantástica actuación de Stábile, con dos tantos y dos asistencias, fue clave. Precisamente este argentino de origen italiano se proclamó máximo goleador del primer Campeonato del Mundo, al sumar ocho goles. Y eso pese a que llegó al Mundial como suplente de Cherro, al que tuvo que sustituir cuando este cayó en una profunda crisis nerviosa. El cambio mejoró la capacidad realizadora del equipo, y llevó a los argentino hasta las puertas del título.

La primera gran final

Y el 30 de julio de 1930 se disputó la primera gran final de la historia de los Mundiales. Y fue grande. No sólo por ser la primera, sino también por el partido en sí, y por lo que supuso. Para empezar, la rivalidad entre las dos selecciones ya era gigantesca. Eran vecinos, sí, pero además venían de jugar la final olímpica sólo dos años antes.

Las dos selecciones exigieron jugar con su propio balón, por lo que el árbitro, el belga John Langenus, dictaminó que el primer tiempo se jugara con la pelota de los argentinos y el segundo con la de los uruguayos. Y curiosamente, o no, la primera parte fue para Argentina, y la segunda para Uruguay.

Porque a pesar de que fueron los anfitriones quienes se adelantaron en el marcador, por medio de Dorado, al descanso se llegó con el marcador de 1-2, gracias a los tantos de Peucelle y Stábile. Sin embargo, la segunda mitad fue de claro color charrúa. Al poco de regresar de los vestuarios Cea igualaba el choque; a los 68 minutos Iriarte ponía a Uruguay por delante, y en el 89 Héctor el manco Castro sentenciaba el partido con el 4-2.

Un Héctor Castro que no sólo pasará a la historia por ser el autor de aquel tanto sellaba la victoria y el título mundialista para Uruguay, sino también por jugar al fútbol a pesar no tener la mano derecha. Castro se cortó accidentalmente su antebrazo derecho con una sierra eléctrica cuando tenía 13 años. Le apodaron El divino manco. No era para menos.

Y cómo no, la polémica

Como toda final de Mundial que se precie, también dejó enfrentamientos y polémicas. Primero, contra el árbitro. Y es que el belga Langenus, a pesar de la victoria local, tuvo que salir por piernas del estadio. La afición no le perdonó que concediera un gol en fuera de juego al argentino Guillermo Stábile, y le asedió hasta verle en su camarote del Duilio, que durante dos horas tuvo que retrasar su salida del puerto de Montevideo en espera del "malvado colegiado belga...". Así se empezó a escribir la historia de los mundiales.

Pero eso no fue todo. Las relaciones diplomáticas entre Argentina y Uruguay estuvieron a punto de romperse, ya que los aficionados argentinos acusaron a los celestes de utilizar la brutalidad como mejor arma a lo largo de la final. Tanto con la afición, como con los futbolistas.

El jugador de la albiceleste Pancho Varallo manifestó tiempo después de la final que "los aficionados uruguayos nos hicieron la guerra desde que llegamos porque sabían que el título iba a estar entre ellos y nosotros. Por la noche no nos dejaban dormir y nos insultaban en los entrenamientos". Luis Monti, también jugador de Argentina, expresó para un semanario años después: "Cuando volvimos para jugar el segundo tiempo había como trescientos militares con bayonetas caladas. A nosotros no nos iban a defender".

En cualquier caso, Uruguay se confirmaba como la máxima potencia futbolística del planeta, y celebró la victoria por todo lo alto. Los festejos se prolongaron en Montevideo durante varios días y varias noches y el día después de la victoria, el 31 de julio, se decretó fiesta nacional. Ya había nacido, con todas sus consecuencias, la Copa del Mundo de fútbol.

Ficha Técnica de la final

Uruguay, 4: Ballesteros; José Nasazzi, Mascheroni; Leandro Andrade, Lorenzo Fernández, Gestido; Dorado, Scarone, Héctor Castro, Cea, Santos Iriarte. Entrenador: Alberto Supicci
Argentina, 2: Botasso; Della Torre, Paternoster; Juan Evaristo, Monti, Pedro Suárez; Peucelle, Varallo, Stábile, Ferreira, Evaristo. Entrenador: Francisco Olazar

Goles: 1-0, m.12: Dorado; 1-1, m.20: Peucelle; 1-2, m.37: Stábile; 2-2, m.57: Cea; 3-2, m.68: Santos Iriarte; 4-2, m.89: Héctor Castro
Árbitro: John Langenus (belga)
Estadio: Estadio Centenario, Montevideo. 80.000 especadores. 30 de julio de 1930

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