
El 12 de julio de 1924 se celebra en los Juegos Olímpicos de París la prueba de atletismo de campo a través. Es un día caluroso. Muy caluroso. Se alcanzan los 36 grados a la sombra. Pero en el recorrido previsto, de 10650 metros, no y ni una sombra. Los termómetros se acercan a los 50 grados.
Pese a ello, no hay dudas en que la prueba se dispute. Era el campo a través uno de los platos fuertes de los Juegos Olímpicos desde que se incorporara en los Juegos de Estocolmo 1912. Y en una edición en la que el objetivo es recuperar la grandeza olímpica –que no había podido alcanzar en la anterior edición parisina de 1900–, la temperatura no es un detalle a tener en cuenta.
Que aquello no va a ir bien se vio venir ya desde el principio. De los 55 atletas inscritos para la prueba, sólo 38 deciden finalmente tomar la salida. No cualquiera está dispuesto a afrontar aquella infernal jornada.
El primer líder de la carrera, el sueco Edvin Wide, abandona antes de alcanzar el sexto kilómetro tras sufrir un desmayo. Incluso llegaría a informarse –erróneamente- de su fallecimiento en el hospital.
No es el único. Hasta ocho corredores tienen que ser retirados en camilla. Una docena de atletas más abandonan por su propio pie, incapaces de afrontar el asfixiante calor. En total, sólo 15 de los 38 competidores que habían tomado la salida consiguen cruzar la meta. Toda una proeza.
Especialmente para el finlandés Liimatainen. Al entrar en el Estadio de Colombes, lo hace completamente desorientado. Comienza a correr –es un decir, apenas podía dar zancadas-, en dirección contraria. Tambaleándose. Recordando en cierta manera lo vivido por Dorando Pietri 16 años antes. Los gritos de los aficionados presentes terminan por hacerle reaccionar, dando media vuelta, y finalizando la carrera en la posición número 12.
Tuvo más suerte que el español José Andía. A 250 metros de la línea de meta, y marchando en quinta posición, cae fulminado. Relatan las crónicas de la época que, ya en el suelo, sigue moviendo los pies, como si quisiera seguir corriendo. Termina siendo hospitalizado.
Exhibición de Nurmi
Y en medio de aquella carnicería, brilla el finlandés volador, Paavo Nurmi. Su actuación en aquellos Juegos Olímpicos le dejaría para siempre en la memoria de los mejores atletas olímpicos de todos los tiempos.
Dos medallas de oro llevaba ya conseguidas en París antes de afrontar el campo a través. Y, por tercera vez, es el mejor. Mientras los rivales caen desplomados, el avanza sin titubear. Sin apenas mostrar síntomas de agotamiento. Quizá tiene algo que ver el uso habitual de saunas en sus entrenamientos. Cruza primero la meta, aventajando en más de un minuto al segundo clasificado, el también finlandés Ville Ritola.
En aquella misma prueba consegue su cuarta medalla de oro. No sin suspense. Dada la importancia del campo a través, además de las medallas individuales, en la misma carrera se entregan también por equipos (sumando los tiempos de los tres mejores clasificados). El triunfo para Finlandia parece claro tras el primer y segundo puesto. Pero a medida que llegan los corredores, no aparece el tercer finlandés, necesario. Rastas y Sippilae ya han caído. Finalmente aparece el mencionado Heikki Liimatainen. Su agónica entrada en meta supondrá la medalla de oro para el equipo finlandés.
Al día siguiente, mientras varios de los participantes en la prueba de cross siguen en el hospital, Paavo Nurmi batírá el récord olímpico en la distancia de 3000 metros, consiguiendo así su quinta medalla de oro en los mismos Juegos Olímpicos. Hazaña jamás repetida por ningún otro atleta.
El fin del campo a través
Más allá de la exhibición de Nurmi, es imposible borrar lo sucedido en aquella carrera de campo a través. Uno de los mayores desastres vividos en unos Juegos Olímpicos. El infierno de Colombes, como se recordaría para siempre.
Tras lo acontecido, las autoridades decidieron que no se volvería a celebrar una prueba de esas características en unos Juegos Olímpicos. Al menos, no en los de verano. Y a pesar de varios intentos por regresar, el campo a través jamás ha vuelto a estar presente en un programa olímpico.

