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París 1900, un desastre del que se supo aprender

Por fin los Juegos iban a 'casa', el sueño de Coubertin. Lo que no podía imaginar el Barón es que todo iba a ser un desastre...

Por fin los Juegos iban a 'casa', el sueño de Coubertin. Lo que no podía imaginar el Barón es que todo iba a ser un desastre...
Cartel de los Juegos Olímpicos de París 1900 | Archivo

En 1900 se cumplían todos los anhelos del Barón de Coubertin: los Juegos Olímpicos Modernos, en su propia casa. A pesar de la insistencia de los griegos de que se hicieran siempre en Atenas, el impulsor de la recuperación de tan especial evento consiguió llevarlos a París.

Eso sí, sin contar con el apoyo del gobierno francés, por lo que los Juegos se tuvieran que incluir en la III Expo Universal de París, siendo así los más largos de todos los tiempos: desde el 14 de mayo hasta el 28 de octubre.

Todo fue un desastre...

Pero a pesar de cumplir su sueño, a Pierre de Coubertin le debieron dejar un gusto amargo los Juegos en casa. Si los de 1896 se puede afirmar que fueron un éxito, los de 1900 fueron un desastre. Las pruebas deportivas muy esparcidas en el tiempo; una mala organización desde el comienzo hasta el final, que llevó incluso a que no se entregaran medallas a los tres primeros; la inexistencia de ceremonia de inauguración y de clausura… nada hacía pensar que, efectivamente, se tratara de unos Juegos Olímpicos.

Además, restando importancia a la práctica deportiva, se tomaron decisiones que perjudicaron a la competición, como el hecho de que el atletismo no se realizara sobre una pista adecuada a tal efecto, sino sobre un campo irregular, lleno de árboles. O que durante la disputa del maratón, muchos corredores se perdieron al estar mal señalado el camino. Además, se encontraron continuamente con coches, bicicletas e incluso animales.

Aunque quizá la situación más esperpéntica se produjo en el waterpolo. Sólo se apuntaron dos selecciones: Inglaterra y Francia. Cada una de ellas jugó con sus propias normas, mientras que el árbitro era un alemán que aplicó el reglamento vigente en Alemania. El partido terminó inevitablemente en pelea.

No obstante, los deportistas presentes se encargaron de que, al menos, el nivel fuera alto. Lo fue por ejemplo en tenis, donde participaron varios excampeones de Wimbledon. Lo fue en atletismo, gracias a la presencia de atletas de primer nivel de varias universidades de Estados Unidos. Y lo fue en natación o esgrima, donde se permitió la participación de deportistas profesionales.

Ray Ewry, conocido como "el hombre rana" fue uno de los grandes protagonistas, al hacerse con tres medallas olímpicas –de las diez que llegará a conquistar en las próximas ediciones- al imponerse en el salto de altura, el salto de longitud, y el triple salto sin carrera. Víctima de una poliomelitis cuando era joven, nunca fue capaz de correr correctamente, lo que hizo que desarrollara toda su capacidad atlética en el salto.

Aunque sin duda la gran estrella de los Juegos Olímpicos de París fue el norteamericano Alvin Kraenzlein, quien consiguió nada menos que cuatro oros: 100 y 200 metros vallas, 60 metros lisos, y salto de longitud. Si bien es cierto que también tuvo su dosis de fortuna, puesto que la final de salto, que debía disputarse el 14 de julio, fiesta nacional en Francia, se trasladó al domingo. Varios fueron los deportistas que se negaron a participar por motivos religiosos. Entre ellos, Myer Prinstein, el gran candidato al oro.

La primera participación española

En los Juegos de París se produjo la primera participación española, con un total de ocho deportistas, que participaron en ciclismo, esgrima, remo, tiro al pichón y pelota vasca.

Precisamente fue en este último deporte en el que España consiguió su primera medalla olímpica. Y no sin polémica. La pareja formada por Francisco Villota y José de Amézola ganaron en cesta punta en una final que nunca llegó a disputarse, pues sus rivales, franceses, decidieron retirarse tras una disputa con la organización por la normativa.

Aún así, y debido a la mala organización durante todos los Juegos, la medalla nunca fue reconocida como tal hasta que en el año 2004 el Comité Olímpico Internacional decidió revisar todas las pruebas y reconsiderar el medallero, para discernir qué pruebas fueron olímpicas, y cuáles estuvieron inmersas dentro de la Expo.

Para hacerlo, se aplicaron cuatro reglas: que fueran amateurs, con participación internacional, de carácter abierto, y sin hándicaps. Fue sólo entonces cuando los pelotaris Francisco Villota y José de Amézola fueron considerados los primeros medallistas españoles. Y en detrimento de Pedro Pidal, quien quedó segundo en tiro al pichón, y a quien hasta la fecha le correspondía el honor de ser el primer medallista olímpico español, pero que fue descartado al haber ganado en una competición profesional, con 5.000 francos de premio.

No obstante, pionero

Más allá de que la disputa de los Juegos Olímpicos de París fuera un desastre, no hay que pasar por alto que fue pionero en diversos aspectos que posteriormente tendrían su trascendencia.

Así, destaca que fue la primera edición en que pudieron participar las mujeres, a pesar de las muchas reticencias existentes aún en la época. La tenista británica Charlote Cooper fue la primera campeona olímpica.

Además, por primera vez se disputó una competición de fútbol, deporte que sin duda ayudaría muchísimo a acrecentar el seguimiento hacia los Juegos. De hecho, en poco tiempo el fútbol se convertiría en el deporte estrella de los Juegos, y los Juegos en la cita estrella del fútbol. Al menos, hasta la aparición de los Mundiales en 1930. En París, el vencedor fue Inglaterra, que se impuso en la final a Francia por 4 a 0.

Y también fue la primera vez que apareció el lema de los Juegos Olímpicos, ‘Citius, altius, fortius’, traducido al español ‘más lejos, más alto, más fuerte’. Pasaría a formar parte de toda la parafernalia que acompaña hoy día a los Juegos.

El sabor amargo de Coubertin

"Ha sido un milagro que el movimiento olímpico haya sobrevivido a estos Juegos". Con esta frase lapidaria se refirió nada menos que el Barón de Coubertin a los Juegos Olímpicos de 1900. Muestra de la nefasta organización y el escaso espectáculo que se ofreció.

Aun así, hay que tener en cuenta que las naciones participantes se doblaron respecto a la edición anterior, pasando de 14 a 28; que las disciplinas pasaron de 9 a 20; y que los atletas participantes pasaron de unos 250 a cerca de 1500.

Por tanto, y pese a que no se puede esconder que los Juegos de París fueron un fracaso, tampoco se puede obviar que representaron un paso adelante respecto a Atenas, aunque quedaba evidente que aún quedaba mucho camino por recorrer. Y así se confirmaría cuatro años más tarde.

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