El fútbol salvó la vida de Ignaz Feldmann. Suena a tópico. Pero en su caso, es difícil que la manida frase adquiera mayor realismo. Cuando estaba a unos pasos de ser asesinado en Auschwitz, el encargado de pasar lista le reconoció por su pasado en el fútbol. Por ser una estrella en la liga austriaca. Y le permitió seguir con vida…
Porque Ignaz Feldmann había sido un futbolista de prestigio en su país. Nacido en Przemysl, entonces ciudad del Imperio Austro-Hungaro y hoy Polonia, en 1901. Bien pronto entró en contacto con el fútbol, deporte emergente que estaba comenzando a calar en todos los rincones del planeta.
Tras la Primera Guerra Mundial, Przemysl pasa a ser anhelo de la nueva Polonia y de la República Popular de Ucrania, al hallarse justo en la zona fronteriza entre las dos naciones. Aquello provoca una gran situación de inestabilidad, siendo los habitantes judíos quienes más sufren el aumento de las tensiones. Son muchos, especialmente jóvenes, los que deciden abandonar la ciudad. Entre ellos Ignaz Feldmann, que en 1920 se traslada a Viena.
Ahí, su pasión por el fútbol se multiplica. No hay que olvidar que Austria es, junto a Inglaterra, el único país que cuenta con una liga de fútbol profesional. Pasa a formar parte del Hakoah Viena, un equipo que se había creado a modo de rebelión contra la opresión a la que eran sometidos los judíos.
Es en ese equipo donde Feldmann alcanza su cénit. Es el capitán del equipo que se proclama campeón de liga en 1925. Una hazaña que recorre el mundo. Y el futbolista alcanza cierta fama internacional.
El final de todo
En el Hakoah -con sus subidas y bajadas- jugará hasta 1938. Año en que todo se interrumpe de manera abrupta. Tras el Anschluss, los judíos ven prohibida cualquier actividad deportiva. Poco después llega la Noche de los cristales rotos, con el arresto de 6500 judíos y la destrucción de sinagogas, tiendas, casas... Feldmann decide huir de Austria. Se marcha a Países Bajos, y recala en el Campo Central de Refugiados de Westerbok.
Pero la pesadilla no ha terminado. Le persigue. En 1940 Holanda cae bajo la ocupación alemana. Vuelve a estar en peligro. Westerbork se convierte en un campo de tránsito para deportaciones. Es sólo cuestión de tiempo...
Tiempo que, también en Westerbork, como en otros campos, algunos tratan de sobrepasar jugando al fútbol. En el campo holandés se llegaron a disputar verdaderas competiciones. Todo organizado por Ignaz Feldmann, el encargado desde el primer momento de ello (lo que le permitía ciertos privilegios en el día a día, así como la excepción a su traslado al Este), y todo con la connivencia de las autoridades nazis. Aun a sabiendas de lo que realmente sucedía, su intención era la de aparentar la mayor normalidad posible. Una farsa. Y el fútbol formaba parte de ella.
En el verano de 1943, había ligas. Equipos distribuidos por sus profesiones o su procedencia. Titulares y suplentes. Árbitros. Y un líder de todo aquello: Ignaz Feldmann.
Pero poco a poco los participantes van menguando. Las deportaciones son de cada vez más nombrosas. Los equipos se ven mermados. Y en el verano de 1944, todo toca a su final. Los reclusos, incluido Feldmann, son trasladadados a Theresienstadt. Donde, por cierto, también se habían producido competiciones de fútbol.
La salvación imposible
Dura poco. El 28 de septiembre de 1944 es enviado a Auschwitz-Birkenau. El destino que ahí le espera es irrevocable. E Inmediato. Feldmann es ubicado en una fila, con un único sentido: la muerte.
Pero lo que sucede entonces es increíble. Lo relata el ganador del Premio Nobel y sobreviviente judío del Holocausto Imre Kertesz:
"Allí está el sinvergüenza que acaba de patear a un hombre en la espalda. Es un Unterscharführer, y está comprobando si todos estamos mostrando nuestras cabezas rapadas. Entonces ve a Feldmann. Le hace una señal para que se acerque. Estoy cerca y oigo al SS preguntar su nombre. "Ignaz Feldmann". "¿Profesión?" "Futbolista". De repente, aquel sádico es otra persona. Resulta que en Viena, había jugado contra él. Le dijo a Feldmann que debería presentarse cuando él vuelva al cuartel".
Es decir, salvó la vida gracias a que fue reconocido por un sargento de las SS con quien había competido en equipos rivales en la liga austriaca. Había salvado la vida gracias al fútbol.
Ignaz Feldmann sigue siendo obligado a trabajos forzados. Pero le son asignadas tareas menos agotadoras. Y alguna pieza de comida extra. En esas condiciones, y siempre con la consigna de que debe ser mantenido con vida, pasa en pocos meses por los campos de Sachenhausen, Buchenwald y, en marzo de 1945, Orhdruf.
El 4 de abril de 1945 este último campo es liberado. Las tropas estadounidenses descubren lo que realmente sucede en los campos de concentración alemanes. Y en buena parte lo hacen gracias a Ignaz Feldmann. Su carrera futbolística y sus continuas giras por

Estados Unidos con el Hakoah Viena le habían permitido aprender algo de inglés. Así que cuando Eisenhower, Comandante Supremo Aliado, visita el campo junto a sus generales Patton y Bradley, Ignaz Feldmann les hace las veces de guía y traductor. Le relata los múltiples y terribles horrores que ha visto en todos los campos de concentración por los que ha discurrido.
¿Y todo cómo has sobrevidido a todo aquello?, le preguntan. "Gracias al fútbol".
Ignaz Feldmann fallecerá el 12 de julio de 1964, en un Hospital de Viena.


