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Grosso: un préstamo fraternal del Madrid al Atleti

Artículo número 77 de Historias de Fútbol, de la mano de CIHEFE, recordando cómo el Madrid le prestó al Atleti a uno de sus cracks: Grosso.

Artículo número 77 de Historias de Fútbol, de la mano de CIHEFE, recordando cómo el Madrid le prestó al Atleti a uno de sus cracks: Grosso.
Ramón Moreno Grosso, leyenda del Real Madrid que también jugó en el Atlético. | EFE

Hoy en día sería impensable algo así, porque la perversa dinámica guerracivilista que se ha apoderado del fútbol español convierte a los rivales en enemigos, pero hubo un tiempo en el que Real Madrid y Atlético de Madrid mantenían mejores relaciones y se hacían favores mutuamente. Así, a mediados de los 40, mientras el club merengue culminaba la construcción del futuro Santiago Bernabéu, pudo jugar sus partidos como local en el Metropolitano colchonero, y en justa reciprocidad años más tarde el Real Madrid le cedería su moderno estadio a los rojiblancos, para que estos pudiesen lograr mejor taquilla en algunos partidos de competición europea. Y a principios de 1964 la entidad madridista le echó también un capote a su eterno rival, inmerso en una muy delicada situación clasificatoria, prestándole a un jugador que muy pronto estaba llamado a ser importante en el fútbol español: Ramón Moreno Grosso.

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Un Atleti en horas bajas, económicas y deportivas

Y es que la temporada 63-64 no estaba siendo muy buena para el Atleti, sino todo lo contrario. Tenía un gran equipo, que había conseguido recientemente sonados triunfos como eran las Copas del Generalísimo de 1960 y 1961 —ambas frente al Real Madrid y en el mismísimo Bernabéu— y la Recopa de 1962. Y la campaña anterior, la 62-63, tampoco había sido mala, puesto que los colchoneros fueron subcampeones de Liga y finalistas nuevamente en la Recopa, aunque serían batidos claramente por un intratable Tottenham, pero la situación económica de la entidad no era nada boyante.

En septiembre de 1962 el Atleti había tenido que desprenderse de su gran estrella, Joaquín Peiró, que marchó rumbo al Torino italiano. Se necesitaba dinero con urgencia para afrontar el coste de la construcción de un nuevo estadio que sustituyera al destartalado Metropolitano, puesto que las obras en la ribera del Manzanares no progresaban, y tampoco el club de la Calle del Barquillo pudo reforzar su plantilla, salvo con una serie de fichajes muy modestos, y para colmo otra de las figuras del equipo, el restante componente del Ala Infernal, Enrique Collar, se declaró en rebeldía, reclamando un aumento en su ficha.

En ese contexto, los rojiblancos madrileños van a iniciar la Liga 63-64 desastrosamente, y para la novena jornada ocuparán el farolillo rojo, algo inaudito. Acaban la primera vuelta del campeonato en la decimocuarta posición, en puestos de promoción, con tan sólo 11 puntos y 5 negativos, de modo que el presidente colchonero, Javier Barroso, va a solicitar ayuda a su vecino. Las relaciones entre ambos clubes eran buenas en aquel momento, así que en la Casa Blanca atienden a sus súplicas y le ceden al Atleti un prometedor delantero que a la sazón actuaba en el oficioso filial madridista, el Plus Ultra. Su nombre era Ramón Moreno Grosso, futbolísticamente conocido por su segundo apellido.

Un futbolista talismán

Había nacido Grosso en la capital de España, el 8 de diciembre de 1943. Comenzó a jugar al fútbol en el colegio, para pasar luego al Juvenil B del Real Madrid. De ahí promocionó al Juvenil "A", y una vez cumplida la edad reglamentaria se incorporó al equipo Amateur, donde tendría como compañeros a futuros ilustres como Pedro De Felipe y Manolo Velázquez, y también a un larguirucho guardameta de nombre Julio Iglesias. Era un ariete muy voluntarioso y fino, de buena planta —1,76 de altura y 74 kilos de peso—, que remataba acertadamente con ambas piernas y con la testa, lo cual le servía para marcar muchos goles. En las categorías inferiores los anotaba por docenas en cada temporada, y en aquella ya contabilizaba 13 tantos con el conjunto asegurador en tan sólo 15 partidos, amén de formar parte también de la Selección Olímpica española, que luchaba por sacarse el billete para acudir los Juegos de Tokio de 1964.

Su debut vestido de rojiblanco se produce en la primera jornada de la segunda vuelta, el 12 de enero de 1964, en el Metropolitano y frente al Real Murcia, en partido televisado en directo. También era novedad en el banquillo Sabino Barinaga, sustituyendo a Tinte y al interino Escudero, dos leyendas colchoneras. Esta fue la formación que presentó esa noche el Atleti: Madinabeytia; Rivilla, Griffa, Calleja; Ramiro, Glaría; Loma, Aramburu, Grosso, Adelardo y Collar. Se van a adelantar los pimentoneros, pero cuando ya se mascaba la tragedia los locales remontan en los últimos compases, con goles de Griffa, el de la igualada, y del debutante Grosso en el minuto 84, para llevarse los dos puntos.

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En esa segunda vuelta tan sólo faltará en tres jornadas (24, 25 y 30), alineándose por lo tanto en 12 partidos y consiguiendo 3 goles. No eran muchos, pero habían valido algunos puntos preciosos para un Atleti que se clasificaría finalmente en la séptima posición, sumando 29 puntos y un negativo. Con Grosso en el campo había conseguido seis victorias y cuatro empates, cayendo únicamente en dos ocasiones. Pero con vistas a la Copa del Generalísimo de 1964 el Real Madrid va a repescar al futbolista cedido para que ocupe la demarcación de delantero centro, una vez que Miguel Muñoz deje de contar —tras la derrota en la final de la Copa de Europa de Viena ante el Inter de Helenio Herrera— con Alfredo Di Stéfano, que terminará marchándose al Español.

Recuperado por el Real Madrid

El canterano Grosso hereda el dorsal número 9 de la Saeta Rubia, y de ese modo dará comienzo su brillante carrera como jugador merengue. Al principio se movió por el eje del ataque, consiguiendo unos notables registros goleadores (23 tantos en la campaña 64-65 entre todas las competiciones, 15 en la 65-66…), pero paulatinamente, y a pesar de salir siempre con el 9 a la espalda, va a ir retrasando su posición en el campo, o más bien se ocupa de una parcela mayor de terreno, trabajando a destajo lo mismo que hacía el propio Alfredo Di Stéfano, en un Real Madrid donde el negociado del gol pasará a ser responsabilidad de Amancio, y también de ese gran llegador que era Pirri.

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Y al igual que ocurriese tres años antes, en junio de 1967, una vez iniciado el encuentro, va a salir al terreno de juego para sustituir a Alfredo Di Stéfano en su homenaje frente al reciente campeón de Europa, el Celtic de Glasgow. Esforzado hombre de club, puro sacrificio, Grosso cumplirá en todo momento disciplinadamente con su labor, fiel a las consignas del sempiterno Miguel Muñoz, y al cesar este se pondrá a las órdenes de Luis Molowny, en su primera etapa-puente, y a las de su sucesor Miljan Miljanic, respondiendo siempre a lo que se esperaba de él, cualquiera que fuese el número que luciera a la espalda, tanto su 9 originario como el 11, el 10, el 8 o el 6.

Despedida y homenaje: siempre al servicio de la Casa Blanca

Y en la final de Copa de 1974 Grosso tendrá un magistral e impagable detalle de compañerismo, al dejar su puesto y el brazalete de capitán minutos antes de la conclusión del choque a Ignacio Zoco, que había anunciado ya su retirada tras aquel partido, para que el navarro recibiese el trofeo de manos de Franco tras haber apabullado los de Molowny al Barça por un inapelable 4 a 0. Al acabar el curso 75-76 echará el cierre definitivamente a una brillante trayectoria de nada menos que 12 temporadas con el primer equipo blanco, en las que había conquistado siete Ligas (64-65, 66-67, 67-68, 68-69, 71-72, 74-75 y 75-76), tres Copas del Generalísimo (1970, 1974 y 1975), y la Copa de Europa de 1966, amén de muchos otros torneos menores. Campeón del Mundo de Selecciones Militares con el combinado español en 1965, jugó también en la Selección Olímpica y en la B, siendo 14 veces internacional con la Absoluta (1 gol)

El 31 de agosto de 1976 va a recibir un cariñoso y merecidísimo homenaje en el Bernabéu con el Slavia de Praga como adversario. Vencieron los blancos por un claro 4 a 1 (obra del recién fichado Jensen en tres ocasiones, y de Santillana), tras un gran partido, y esta fue la última alineación de Grosso con el equipo de toda su vida, salvo ese breve paréntesis colchonero: Miguel Ángel; Sol, Benito, Pirri, Camacho; Grosso (sustituido en el minuto 4 por Vicente del Bosque), Breitner, Velázquez; Jensen, Santillana y Guerini. Se incorporaría inmediatamente a los servicios técnicos del Real Madrid, donde va a desempeñar diversas funciones, entre ellas las de segundo entrenador de la plantilla en los años 80 y 90, llegando incluso a sentarse en el banquillo como interino en un partido en 1991. Víctima de una cruel enfermedad, se irá muy joven, con sólo 58 años de edad, el 13 de febrero de 2002.

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