
El fútbol del siglo XX murió endeudado. Lo mataron los impagos, las cuentas falseadas y una gestión que confundió grandeza deportiva con una huida hacia adelante. Para poner orden, a comienzos de la pasada década, la FIFA y la UEFA decidieron levantar un enorme dique llamado fair play financiero, una muralla normativa pensada para frenar el descontrol y devolver al fútbol a una lógica empresarial mínimamente sostenible. No funcionó del todo porque, como casi siempre, el dinero encontró varias grietas por donde infiltrarse.
A partir de ahí comenzó otra era: la del fútbol como negocio financiero global, donde fondos de inversión, bancos, bufetes de abogados y grandes grupos mediáticos pasaron a ocupar el centro del campo. Ya no se trata solo de fichar jugadores, sino de controlar sociedades, consejos de administración y, sobre todo, activos estratégicos como estadios y ciudades deportivas. Como cabía esperar, el balón dejó de ser lo más importante.
En ese escenario se encuadra la operación que el 1 de julio de 2022 llevó al multimillonario estadounidense Jorge Mas Santos —hijo del empresario anticastrista Jorge Mas Canosa— a la presidencia del Real Zaragoza, presentada como un proyecto independiente, casi romántico y ajeno a los grandes poderes del fútbol español. Pero basta con levantar el capó para comprobar que la historia es bastante más compleja. Y también bastante menos ingenua.
El consejo que lo explica todo
La entrada de Jorge Mas en el Real Zaragoza fue vendida como la de un proyecto original y autónomo. Pero nada más lejos de la realidad. Según ha desvelado a Libertad Digital el investigador zaragozano Luis Serrano —poniendo el foco donde casi nadie quiere mirar—, al observar detenidamente a los siete integrantes del Consejo de Administración y las distintas direcciones se observa que, inicialmente, tres de los siete consejeros del Real Zaragoza tuvieron una relación directa con el Atlético de Madrid. Se trata de Pablo Manuel Jiménez de Parga Maseda, Mariano Aguilar López y Emilio Cruz.
No se trata de meras coincidencias. Jiménez de Parga es una figura clave del entramado: secretario del Consejo del Grupo Prisa, presidido por Joseph Marie Oughourlian, y secretario del Consejo del Atlético de Madrid SAD. Durante el verano de 2022 llegó a desempeñar, además, el mismo cargo en el Real Zaragoza. Tres estructuras distintas, un mismo nombre. Demasiado para no levantar sospechas.
La normativa UEFA es clara: una misma persona no puede ocupar cargos de gobierno en dos clubes, incluso aunque compitan en categorías diferentes, con lo que el conflicto de intereses es evidente. La consecuencia, inmediata: dimisión y cese de Jiménez de Parga en el Zaragoza, sustituido por la abogada Cristina Llop, que pasó a ser la primera mujer consejera en la historia del club blanquillo. El relevo resolvió el problema formal, aunque ni mucho menos disipó las dudas de fondo.
La sombra de Prisa y Amber Capital
A esos tres consejeros con pasado rojiblanco se suma un cuarto nombre clave: Gustavo Serpa, mano derecha de Joseph Oughourlian en Amber Capital y en Prisa en América. Con Serpa, la balanza se inclinaba claramente: cuatro de siete consejeros vinculados directa o indirectamente a Oughourlian. Mayoría suficiente para influir, condicionar y marcar el rumbo de la entidad maña.
Serpa acabó dimitiendo, pero su sustituta no fue precisamente una figura neutral: Pilar Gil, CEO de Prisa Media en Europa e Hispanoamérica y directora de operaciones de El País, la SER, As y Cinco Días. El relevo no solo mantuvo el peso del Grupo Prisa en el Zaragoza, sino que lo reforzó simbólicamente.
Y es que aquí ya no hablamos solo de fútbol, sino de un conglomerado donde se cruzan medios de comunicación, fondos de inversión y clubes históricos, con Oughourlian en la cúspide de la pirámide. Presidente de Prisa, fundador de Amber Capital, propietario del Lens francés, accionista en clubes de América (Millonarios de Bogotá, Inter Miami…) y del Calcio Padova italiano, y pieza recurrente en operaciones que conectan despachos, consejos y palcos.
Atlético, Zaragoza, Prisa… ¿y algo más?
El texto de Luis Serrano apunta también a una relación personal relevante: la amistad entre Miguel Ángel Gil Marín y Joseph Oughourlian. Una relación que, según este investigador, se traduce en la cesión de consejeros por cooptación —figuras que ni siquiera son accionistas del Real Zaragoza— y que siguen ocupando cargos de carácter "temporal" más de tres años después. Una excepcionalidad que se ha convertido en norma sin que el presidente Jorge Mas haya sido capaz de resolverla.
El resultado es que un club histórico como el Real Zaragoza se encuentra ahora mismo inmerso en una estructura que muchos aficionados sienten como ajena. No porque existan pruebas de irregularidad deportiva, sino porque el control efectivo parece diluirse en una red de intereses que no nace en La Romareda, sino en despachos mucho más lejanos.
El nuevo fútbol no pide permiso
Nada de esto surge por casualidad. Como apunta Luis Serrano a LD, detrás del fútbol moderno hay operaciones urbanísticas, recalificaciones, permisos institucionales y plusvalías futuras. Los estadios ya no son solo templos deportivos, sino más bien activos inmobiliarios. Y para manejarlos se necesita algo más que pasión por unos colores.
El Real Zaragoza, el Atlético de Madrid, Prisa, Amber Capital, Calcio Padova, Inter Miami, Millonarios de Bogotá… son piezas de un mismo tablero donde el fútbol es el vehículo, no el destino. El siglo XXI ha traído un fútbol sin inocencia, donde la sostenibilidad financiera convive con estructuras de poder cada vez más opacas.
La pregunta que queda en el aire es simple pero al mismo tiempo demoledora: ¿quién manda realmente en el Real Zaragoza? Y, sobre todo, ¿a qué intereses responde esta inquietante conexión con el Atlético de Madrid y el Grupo Prisa? Dentro de unos días, arrojaremos más luz en Libertad Digital sobre los vínculos entre Oughourlian, Jiménez de Parga y Cristina Llop para tener el control del Real Zaragoza.

