
Aurélien Tchouaméni fue el gran fichaje y la apuesta del Real Madrid la pasada temporada. Fue tal la confianza que depositaron en él desde la dirección deportiva que lidera Juni Calafat que no dudaron en dar salida a Casemiro cuando el brasileño solicitó marcharse tras la suculenta oferta del Manchester United.
Tchouaméni, que comenzó la temporada dejando grandes sensaciones, se diluyó a medida que el curso fue avanzando y terminó su primera reválida en el Bernabéu con un aprobado raspado. A pesar de no lucir, el club lo tiene claro: confianza máxima en su potencial y en su capacidad de desarrollo.
Este verano, dos transatlánticos como son Bayern de Múnich y Liverpool han sondeado su posible fichaje. El conjunto teutón a través de Thomas Tuchel y los Reds, que ya lo quisieron la temporada pasada, han vuelto a la carga. La respuesta del Madrid y del propio futbolista es muy clara: la puerta de salida está sellada.
Tanto Calafat como todo su equipo saben el diamante en bruto que tienen con el centrocampista galo. Un físico privilegiado unido a una capacidad de aprendizaje única y lleno de compromiso. La temporada pasada, cuando firmó por el Madrid, se pasó sus vacaciones entrenando por su cuenta en Estados Unidos con un preparador personal. Machacándose para llegar a tono a su nuevo equipo, un compromiso que gustó mucho tanto al club como a Carlo Ancelotti y el resto del cuerpo técnico.
Gustavo Poyet, el entrenador que le hizo debutar como profesional en el Girondis de Burdeos, contaba a Libertad Digital la enorme capacidad de crecimiento que tenía el bueno de Aurélien al ser un jugador con una humildad tremenda que es como una esponja a la hora de captar conceptos y escuchar al entrenador de turno. A pesar de que la primera temporada del pulpo galo no salió como se esperaba, en el Madrid tienen cero dudas de que terminará convirtiéndose en una pieza clave.
