
El Real Madrid de Xabi Alonso aún no brilla como al técnico tolosarra le gustaría. Vence pero aún no convence, pero es que la tarea que tiene entre manos el bueno de Xabi no es ni mucho menos sencilla y es que Alonso ha tenido grandes impedimentos desde su llegada al conjunto merengue para poder formar un equipo reconocible.
Tener que adelantar su llegada... sin pretemporada
Su inicio no fue el ideal. Tuvo que ponerse a los mandos en el Mundial de Clubes sin tiempo para trabajar. En un equipo roto tácticamente su primera misión era hacer defender sin balón a todo el mundo. La enorme distancia entre líneas que mostró con Ancelotti cuando se juntaban arriba Mbappé y Vinicius -sus paseos sobre el pasto en tareas defensivas eran dantescos-, fue lo primero que detectó Alonso que había que solucionar.
Alonso, que tiene como valor intocable en su ADN como entrenador la meritocracia, dejó a un lado las jerarquías para elevar el nivel de exigencia en un plantel del que todos -menos Endrick- se sienten parte.
En el Mundial de Clubes Alonso mostró otras virtudes de su gran repertorio como entrenador. El intervencionismo de Alonso desde el banquillo en pleno partido para montar el mejor puzzle y mejorar el equipo o las grandes variantes en cuanto a dibujo táctico mostradas. Xabi estudia al rival, sus fortalezas y debilidades y adapta sus piezas según convenga.
El equipo mostró brotes verdes pero la abultada derrota contra el PSG dejó claro que aún había mucho trabajo por delante.
Ausencia de piezas clave y torear a dos miuras
Otra de las dificultades que se encontró y que aún están presentes a día de hoy en la gestión de Alonso son las ausencias de hombres clave. La de Mbappé en el Mundial de Clubes la resolvió de lujo Alonso a su vuelta en el inicio de la temporada 25/26. Kylian se parece cada vez más al jugador que fichó Florentino Pérez. Fino, hábil, determinante... También ha conseguido Alonso recuperar para la causa a Vinicius y torear a dos auténticos miuras en la plaza, la más exigente del mundo, del vestuario de Valdebebas. El primero ha sido el propio Vinicius. El brasileño, que pasó de rozar el Balón de Oro a firmar un final de temporada bastante mediocre con paralización de renovación incluida, era indiscutible para Ancelotti y con Xabi ha tenido que revelarse. Dos suplencias en los primeros cuatro partidos oficiales de la temporada -ante el Oviedo y en el debut en Champions frente al Marsella- y solo en tres de los 12 partidos en lo que llevamos de curso jugó los 90 minutos.
Una apuesta arriesgada la de Xabi Alonso. La respuesta a su órdago era imprevisible... y le ha salido un all in increíble. Vinicius, enchufado, se deja el alma en la presión, vuelve a ser el encarador despiadado que provoca terror en los defensas rivales y decisivo en los últimos metros. El paso por el banquillo ha podido hacer que el brasileño pegue un puñetazo en la mesa, se revele y le diga a Xabi "aquí estoy yo", sea como sea el caso es que la mejor versión del brasileño está de vuelta.
El otro miura -por la importancia que tiene en el vestuario- es Fede Valverde. El uruguayo, que no recibe la mejor influencia en casa de parte de su pareja Mina Bonino -sus quejas contra Ancelotti fueron voraces en el pasado-, levantó la voz de forma sutil pero muy elocuente en la previa del partido ante el Kairat de Champions, en plena resaca del fatídico derbi madrileño ante el Atlético: "No me gusta jugar de lateral", soltó un Valverde que siempre ha interpuesto los intereses del equipo a los personales. Sorprendió el discurso de uno de los líderes silenciosos del vestuario. Xabi lo dejó sin minutos ante el conjunto kazajo y le dio la alternativa frente al Villarreal... de lateral. Era lo que necesitaba el equipo ante las bajas de Arnold y Carvajal. La respuesta de Fede fue firmar un señor partido. Repitió ante Getafe y Juventus mostrando un excelso nivel. Una muestra más que llena de razón por la gestión estelar al comandante del Real Madrid.
La pieza que lo rompe todo
La derrota en el derbi, al igual que la que sufrió en el Mundial de Clubes frente al PSG, hizo mucho daño. En pleno proceso de construcción la goleada sufrida ante el Atlético de Madrid en el Metropolitano (5-2) dejó tocado a Alonso. Y de nuevo, al igual que frente al PSG, el técnico vasco cometió un gran error: renunciar a su ADN de meritocracia poniendo con calzador al recién recuperado Kylian Mbappé en el once junto a Gonzalo y Vinicius. Cambiando el esquema, despoblando la sala de máquinas ante todo un PSG. Cambiando la manera de jugar de un equipo que estaba funcionando. Y el resultado fue nefasto.
Un error que se repitió en el derbi en este caso con Jude Bellingham -se terminaba de recuperar de su operación de hombro y era titular por primera vez-. De nuevo Alonso se traicionaba a sí mismo y de nuevo el resultado lo dejaba completamente retratado.
El problemón de casar todas las piezas clave
Con Mbappé y Vinicius totalmente aclimatados a su sistema, con un trabajo excelso con los jóvenes -Huijsen, Carreras, Mastantuono al que ha dado la confianza que jamás le hubiera dado Ancelotti- o su gran obra, el pulimiento de Arda Güler, la bisagra que une el centro del campo con la delantera, el jugador que filtra pases por dentro, que baja al inicio de la jugada -ahí le quiere Xabi- para darle velocidad y sentido al juego, el motor de este nuevo Madrid que además tiene llegada y presencia en área contraria: rompe líneas con su visión de juego y regala caramelos con su guante en la zurda, con una demostración táctica que este Madrid si puede hacer daño al rival presionando arriba, Xabi Alonso ha hecho muchas cosas bien, pero le queda la asignatura más importante.
Hacer funcionar al equipo con Bellingham, Vinicius y Mbappé juntos en el once. Las tres máximas estrellas del Real Madrid. Algo que no consiguió jamás Ancelotti, lo que le costó el puesto y que supone todo un reto táctico para el bueno de Alonso. Y es que ante la Juventus se vio un equipo plano en ataque, estático -todo el mundo la pedía al pie y nadie era capaz de tirar un desmarque-, sin posibilidad ante defensas cerradas de utilizar el centro al área ya que nadie la ataca, con poca profundidad de los laterales y sin capacidad de asociación por dentro -toda la luz que pone Arda Güler la apaga un Bellingham que es más de romper líneas en conducción y sorprender entrando desde segunda línea-.
Ante el Barcelona, en el Clásico de este domingo (16:15 h Santiago Bernabéu), el Madrid de Xabi Alonso tendrá otra seria prueba de toque.
La excelente noticia para Xabi Alonso
Otro de los grandes cambios con los que tiene que lidiar Xabi Alonso es el aspecto físico -reinventando la parcela con el cambio de Pintus por Ismael Camenforte- y a estas alturas de temporada ya se ven sus frutos. El Madrid acudirá al Clásico con las únicas bajas de Rüdiger y Alaba. Todos los tocados -Dani Ceballos, Huijsen, Carvajal y Arnold- están recuperados y Asencio, que dio el susto al retirarse frente a la Juventus por molestias musculares, no tiene lesión alguna. El parte médico ha sacado la sonrisa de jugón que siempre tuvo el comandante Alonso.
Con el equipo en un momento dulce en lo físico solo queda que su Madrid consiga ser competitivo y reconocible en partidos grandes con todas las piezas clave juntas sobre el césped. ¿Lo conseguirá?
