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Vera Caslavska, la gimnasta de oro que desafió a la URSS

Una de las deportistas más laureadas de la historia, fue repudiada en su propio país por un gesto. Una protesta silenciosa ante la invasión soviética.

Una de las deportistas más laureadas de la historia, fue repudiada en su propio país por un gesto. Una protesta silenciosa ante la invasión soviética.
Vera Caslaksva, durante el Campeonato de Europa de 1967 | Wikimedia

Vera Caslavska es una de las deportistas más laureadas de la historia. Ganadora de 11 medallas olímpicas -7 de ellas de oro-, dominó la gimnasia en los años 60, convirtiéndose en la heroína de los Juegos de Tokio 64 y México 68.

Sin embargo, un gesto cuando sonaba el himno de la URSS pocos días después de que los tanques soviéticos invadieran su país, Checoslovaquia, le costó la retirada, la suspensión y la marginación pública en su propio país. Una terrible experiencia personal terminó por devastar su vida. La vida de un icono que fue mucho más allá del deporte.

Una vida para la gimnasia

Vera Caslavska nacía en Praga, Checoslovaquia, el 3 de mayo de 1942. Influenciada por sus hermanas mayores, desde bien pequeña se sintió atraída por la gimnasia. Un deporte para el cual tenía unas inmensas cualidades.

Su debut internacional se produjo con apenas 15 años, en el Mundial de Moscú de 1958. Caslavska ganaría la medalla de plata por equipos, sólo por detrás de las soviéticas, claras dominadoras durante décadas. El mismo resultado se produciría dos años más tarde, en los Juegos Olímpicos de Roma 1960.

Dos años más tarde, en casa, se produciría su gran salto. Cuatro medallas se llevaría Caslavska en el Campeonato Mundial de Praga. Solo sería superada en el medallero por Larisa Latynina.

No es de extrañar, pues, que se presentara en la cita olímpica de Tokio 64 como uno de los nombres a seguir. Y no decepcionaría. Se consagraría con tres medallas de oro. Las logradas en el ejercicio de salto de potro, en el de barra de equilibrio y, la más especial, en el concurso general femenino. Por delante, esta vez sí, de Latinina. A todo ello sumaría una medalla de plata en conjunto.

Las 2000 palabras

Paralelamente a sus éxitos, su país vivía una situación tremendamente inestable. Las continuas protestas contra el dominio comunista de la URSS terminaron por explotar en 1968, en lo que ha sido denominado como La Primavera de Praga.

Ante esta situación, Vera Caslavska se mostró en todo momento como una defensora de su patria. No dudó a la hora de firmar un manifiesto de protesta, denominado Manifiesto de las dos mil palabras. "Pensé que era lo correcto, que todos deberíamos firmarlo. Así que lo firmé", declaraba la gimnasta en el magnífico documental que Evolution Films y Czech Television realizaron sobre ella en 2012.

Poco después, el 21 de agosto, la Unión Soviética invadió Checoslovaquia para tratar de reprimir las reformas que el nuevo Primer Secretario Alexander Dubček estaba llevando a cabo.

Caslavska, viendo cómo aquellos que habían firmado el Manifiesto eran detenidos, se escondió durante dos semanas en una cabaña en las montañas. Y todo, a solo unos días de que arrancaran los Juegos Olímpicos de México. Mientras sus rivales, especialmente las soviéticas, ya se encontraban en suelo mexicano, ella desconocía si podría acudir a la cita. Se entrenó como pudo, ejercitándose entre las ramas de los árboles.

La novia de México

Finalmente, y para sorpresa de muchos, se permitió su participación en los Juegos Olímpicos. Y ahí, Vera Caslavska llevaría a cabo la mayor muestra de su talento. Volvería a ganar el oro en el concurso completo individual, así como en los ejercicios de suelo, salto y barras asimétricas. Además de la plata en el ejercicio de barra, y por equipos.

No sólo eso. Vera Caslavska se ganó al público local durante sus actuaciones. Su situación personal, conocida en el país durante la disputa de los Juegos, y la realización de su ejercicio de suelo con música típica mexicana hizo que el amor entre aficionados y deportista fuera instantáneo. Y recíproco. Caslavska sería bautidaza como La novia de México.

Sin embargo, en aquella cita se produciría también el gesto que marcaría su carrera, y su vida, para siempre.

Durante la disputa de la final del ejercicio de suelo, los jueces repartieron la misma puntuación a Caslavska y a la soviética Larisa Petrik. Ambas gimnastas deberían compartir la medalla de oro. Subirían juntas al primer escalafón del podio. Y, por tanto, deberían sonar ambos himnos mientras se izaba a la vez la bandera de ambos países. Recordemos, sólo 52 días después de que los tanques soviéticos invadieron Checoslovaquia.

Como relata la propia Caslavska, tuvo la fortuna de que sonara primero el himno de Checoslovaquia. Y lo celebró, como campeona que era. Pero acto seguido suena el himno soviético y sube la bandera de la URSS. Caslavska decide entonces retirar la mirada. Mirar al suelo. De lado. Era su manera de protestar contra lo que estaba sucediendo en su país.

"Aparté la cabeza. Lejos de la bandera, para mostrar que la estaba ignorando. Que no existía para mí. Lo hice por todos nosotros. Por nuestra lucha contra la ocupación. Lo llamaron una protesta silenciosa".

Un gesto muy aplaudido y celebrado por la mayoría de sus compatriotas, y que llevaría el conflicto que se estaba produciendo en Checoslovaquia a la prensa de todo el mundo. Pero las autoridades checoslovacas no estuvieron tan de acuerdo. El gobierno no tardó en considerar a Caslavska persona non grata.

Una nueva situación cuyo significado Caslavaska no tardaría en descubrir. Tan pronto como regresó a casa. No sólo se encontró con que se le había prohibido competir. Vera era repudiada en su propio país. De la cima, al abismo. No consigue ningún trabajo, y se dedica a limpiar casas para poder cuidar a sus hijos.

Desesperada, y ante la amenaza del gobierno de que su situación sólo se revertirá si se retracta de haber firmado el Manifiesto de las 2000 palabras, algo que ella rechaza, termina huyendo a México. Ahí sí es bien recibida. Y trabajará como entrenadora del equipo de gimnasia.

Vera Caslavska no volverá a Praga hasta 1989, tras la caída del régimen comunista. Vaclav Havel, el primer presidente de la República Checa, la ofrecerá un puesto como asesora en su Gobierno. Más tarde ocupará el puesto de presidenta del Comité Olímpico Checo. Y en 1995 es designada como miembro del Comité Olímpico Internacional.

Sin embargo, cuando todo parecía restablecerse, un terrible suceso terminará por sacudir su vida.

En 1993 una discusión entre Martin, el hijo de Vera, y su padre Josef Odlozil, que se había separado de la gimnasta a finales de los 80, terminará con la muerte del padre. Supuestamente tras un empujón y un golpe fortuito en la cabeza, que provocaría su fallecimiento después de varios días en coma.

Martin sería condenado a cuatro años de prisión. Un hecho que mermaría drásticamente la salud mental de Vera Caslavska. Hasta el punto de ingresar en un centro psiquiátrico. "Me di por vencida. No quería vivir más".

Desaparecería de la vida pública. Hasta 2009, año en que reapareció en la gala de premios deportivos de la República Checa. Habían pasado 16 años. Y, como relata ella misma, en aquel momento se sintió de nuevo viva, al ver el inmenso apoyo que le brindaría todo el público.

Una pequeña tregua para sus últimos años de vida. Fallecería el 31 de agosto de 2016, a la edad de 74 años, a causa de un cáncer en la glándula salival.

Se marchaba como una de las mejores gimnastas de la historia; una de las grandes estrellas olímpicas de todos los tiempos. Pero también siendo recordada como alguien que luchó, con los medios que tenía a su alcance, por la libertad de su país, y sobre todo contra la invasión comunista. Aunque tuviera que pagar un alto precio por ello.

Este artículo forma parte del libro 'HEROÍNAS a través del deporte', del mismo autor. Una colección de 25 historias de mujeres deportistas que iniciaron nuevos caminos, rompieron barreras, y trascendieron en las generaciones venideras, en la línea del artículo que acaban de leer.

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