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Terry Fox, una hazaña contra el cáncer imparable

Con cáncer y sin una pierna, el 12 de abril de 1980 decidió emprender una marcha imposible que aun hoy sigue dejando su legado, y su lucha, muy vivos.

Con cáncer y sin una pierna, el 12 de abril de 1980 decidió emprender una marcha imposible que aun hoy sigue dejando su legado, y su lucha, muy vivos.
Terry Fox, corriendo una de sus maratones, escoltado por la policía. | Archivo

Con 18 años le diagnosticaron un osteosarcoma. Perdió una pierna. Pero aquello no le detuvo. Decidió emprender una marcha imposible, de más de 8000 kilómetros, para luchar contra el cáncer. No pudo terminarla. La metástasis. Falleció. Pero su carrera, y su lucha, siguen vivas. Es imparable…

Nacido en Winnipeg, Canadá, el 28 de julio de 1958, la infancia de Terrance Stanley Fox es como la de cualquier otro. Amante de los deportes, especialmente el baloncesto y el atletismo, se saca el título de profesor de educación física porque quiere trasladar ese amor a los más jóvenes.

Pero con 18 años la vida le tiene reservado un durísimo revés. Tras un accidente de coche sin mayor importancia, acude al hospital por dolores en una rodilla. Dolores que no remiten. El diagnóstico es desgarrador: padece un osteosarcoma, un tipo de cáncer que empieza en las células que forman los huesos. Hay que amputar la pierna.

"Esto es sólo otro desafío que voy a superar", le dice a su hermano la noche anterior a la intervención.

Pero en el hospital todo cambiará para siempre. Más allá de la pierna amputada. Las horas que pasa con otros niños y adolescentes con cáncer, viendo cómo muchos de ellos fallecen, suponen un tremendo shock mental que Fox trata de convertir en algo positivo.

"Es imposible irte sin más y olvidarlo. Yo no puedo. No puedo. Por eso tengo que intentar hacer algo por ellos", diría al salir.

Y ese algo se convertiría en una hazaña que quedará para siempre en la historia de Canadá, y del mundo entero.

El maratón de la esperanza

Cruzar Canadá de costa a costa corriendo. Más de 8000 kilómetros. A razón de 42 kilómetros diarios. Una maratón cada día. Y todo ello, con una sola pierna.

Esa es la idea que se le había metido a Terry Fox en la cabeza. La idea con la que pretende, más allá del reto deportivo, recaudar fondos para la lucha contra el cáncer. Por eso, lo llama El maratón de la esperanza.

Y el 12 de abril de 1980, desde San Juan de Terranova,​ en el extremo oriental del país, arranca la empresa imposible.

Sólo, corre una primera maratón. Y al día siguiente, otra. Las condiciones climáticas son adversas en muchas ocasiones. Las heridas que le provoca una prótesis hecha a duras penas para andar, y no para correr, son constantes.

Pero Terry Fox no se detiene. Avanza, no por él sino por todos aquellos que sufren y que sufrirán esa terrible enfermedad. Y poco a poco su proeza comienza a ser conocida. De cada vez hay más gente siguiéndole. Recibiéndole en distintos lugares. Acompañándole durante tramos del recorrido. Incluso la policía tiene que comenzar a escoltarle para garantizar su seguridad.

También el apoyo de los medios de comunicación crece. El Maratón de la Esperanza comienza a ocupar periódicos y noticiarios, que informan cada día de sus avances.

Y de correr prácticamente solo al inicio, pasa a ser recibido y aclamado en grandes estadios o centros de grandes ciudades canadienses. Seguro que les recuerda a una película de los años 90 de gran éxito…

Y por supuesto, con el aumento de su celebridad y de la popularidad de su hazaña, se incrementan también los objetivos de recaudar fondos. El verdadero motivo de la empresa. Del millón de dólares que tenía previsto alcanzar, se pasa a hablar de 24 millones. Uno por cada habitante de Canadá.

El maldito cáncer

Pero lo único que puede detener a Terry Fox, lo hace. El maldito cáncer.

El 1 de septiembre de 1980, después de haber recorrido 5373 kilómetros, se detiene. Siente mucho dolor en el cuello y en el pecho. A pesar de los intentos por continuar, no puede. Es trasladado de urgencia a un hospital, y le confirman los peores presagios: el cáncer se ha extendido. Ahora lo tiene en los pulmones.

"Debo regresar para hacer un nuevo tratamiento. Todo lo que puedo decir ahora mismo es que si hay alguna manera de volver a salir a correr y terminar esto, lo haré".

Desafortunadamente, no lo hará. Pocos meses después, el 28 de junio de 1981, Terry Fox fallece. Faltaba un mes para cumplir los 23 años.

El legado continúa

Durante todo el tiempo que pasa en el hospital no para de solicitar donaciones para la lucha contra el cáncer. Más dinero significa más investigación. Y más investigación significa más esperanza, dice.

Y efectivamente, lo recaudado por aquella hazaña alcanza, y supera, los 24 millones.

Un año después de su muerte, y tras haber sido condecorado con la Orden de Canadá –el canadiense más joven en recibirla–, se crea la Terry Fox Foundation. Todo, con el objetivo de seguir recaudando fondos para investigaciones oncológicas.

Lo hace, por supuesto, a través de multitud de carreras de aficionados en todo Canadá, y otros países. Y lo hace también a través de su incursión en colegios e institutos del país. Para relatar su historia, la hazaña de todo un héroe nacional. Pero sobre todo para concienciar a las nuevas generaciones en la lucha contra el cáncer. Y lo que inició Terry Fox en 1980 completamente solo, ahora se ha convertido en más de 8500 escuelas y millones de estudiantes participando en su carrera por la esperanza.

Hasta hoy, la Fundación Terry Fox ha recaudado más de 850 millones de dólares para la investigación contra el cáncer.

La hazaña de Terry Fox, su Maratón por la Esperanza, continúa. Cada día. Recorriendo todo el planeta.

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