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Ansiedad, depresión y estigma: la otra competición que afrontan los deportistas

Casos como los de Araujo y Varane destapan la fragilidad psíquica de la élite deportiva. Un 38% de futbolistas sufren afecciones emocionales.

Casos como los de Araujo y Varane destapan la fragilidad psíquica de la élite deportiva. Un 38% de futbolistas sufren afecciones emocionales.
Araujo luciendo el brazalete de capitán del Barça en su último partido antes del parón de salud. | Cordon Press

Los casos recientes de Ronald Araujo y Raphael Varane han vuelto a evidenciar una realidad que durante años el deporte profesional ha escondido bajo el césped: los atletas también se quiebran. Hace tan solo unos días, el central del FC Barcelona pidió apartarse temporalmente del equipo para cuidar su salud mental, mientras que Varane confesó que, durante su carrera en el Real Madrid, sufrió episodios depresivos que llegó a ocultar incluso en sus mejores momentos. Ambos ponen nombre y rostro a un problema que afecta a miles de deportistas y que no distingue entre talento, dinero o éxito.

Actualmente, Araujo es uno de los pilares defensivos del Barça y ha tomado esta decisión después de varias semanas de malestar emocional, agravado tras su expulsión en Stamford Bridge en Champions. Aunque asegura estar en perfectas condiciones físicas, el jugador reconoció no sentirse mentalmente preparado para sostener el ritmo competitivo. Poco después se ha sabido que padece un cuadro de ansiedad y se encuentra en tratamiento psicológico. Su entrenador, Hansi Flick, pidió públicamente respeto y comprensión ante un asunto que trasciende lo deportivo: "no hay fecha de regreso". Ese simple gesto humaniza a un futbolista apuntado habitualmente por su fortaleza y carácter.

El caso de Varane es igual de revelador, pero más profundo. El exjugador del Real Madrid, campeón del mundo con Francia y retirado en 2024 con solo 31 años, ha explicado que las depresiones le acompañaron durante distintas etapas de su carrera. En una entrevista reciente relató que, al llegar a Madrid con 18 años, sintió que su vida se desmoronaba: estaba solo, entrenaba sin descanso y apenas jugaba. "No quería volver a casa. Era una depresión. Ya no disfrutaba de nada", confesó. Años después comprendió que la cultura del fútbol le había enseñado que mostrar vulnerabilidad era sinónimo de debilidad. "Pero no lo es —asegura—. Mostrar tus miedos significa buscar soluciones para seguir adelante".

El falso mito del deportista indestructible

A pesar de estos testimonios, persiste la idea colectiva de que los deportistas viven en un universo privilegiado, blindados ante cualquier malestar emocional. Sin embargo, la realidad desmonta ese mito. Los focos, la presión mediática, la exigencia extrema, el escrutinio constante o el temor a fallar conforman un entorno que puede resultar devastador.

Por ello, ahora diferentes estudios internacionales estiman que casi la mitad de los deportistas profesionales sufre síntomas relacionados con ansiedad, depresión o trastornos alimentarios. En el fútbol, la situación es aún más alarmante y el Sindicato Mundial de Futbolistas apunta que un 38% de los jugadores presenta depresión, una cifra seis veces superior a la de la población general. Otras investigaciones elevan estos porcentajes al 21% en atletas de élite.

En momentos del pasado, a grandes estrellas como Iniesta, Morata, Nadal, Phelps, Ricky Rubio, Naomi Osaka o Simone Biles también les tocó detenerse para cuidar su estabilidad emocional. Todos coinciden en que el éxito deportivo no inmuniza contra la fragilidad humana. Son deportistas, pero no de piedra.

Cuando la cabeza dice basta

En el deporte de élite, la depresión adopta formas particulares como la aparición de apatía, pérdida de interés, trastornos del sueño, rechazo al entrenamiento, irritabilidad o una inhibición emocional casi total suelen ser señales de alarma. Muchos intentan resolverlo entrenando más, lo que solo incrementa el riesgo de burnout, el síndrome del "estar quemado".

Pero, ¿cómo puede un deportista de élite tener problemas de salud mental? Habitualmente las causas son múltiples como lesiones largas, mucho tiempo lejos de la familia, presión competitiva, expectativas externas, miedo al declive, conflictos internos o un escrutinio público que no concede margen de error. La ansiedad, además, puede ser arma de doble filo: a ciertos niveles motiva; cuando se desborda, destruye.

Diferentes informes como los publicados por la revista Sanum revelan que el 48% de los deportistas presenta síntomas depresivos y el 56% ansiedad, además de problemas de sueño y consumo abusivo de alcohol en algunos casos. Entre los jóvenes de élite, hasta un 11% llega a sufrir trastornos alimentarios.

Romper el silencio: un paso necesario

Ahora, además de los ya nombrados hay más atletas de éxito que han decidido compartir sus historias para derribar estigmas. Por ejemplo, Mathías Vidangossy confesó haber vivido su carrera intentando agradar a todos, hasta desmoronarse emocionalmente. La medallista Judith Morales reconoce que pedir ayuda sigue siendo motivo de miedo por temor a perder la titularidad o las becas. Simone Biles, Osaka, Nadal, Phelps, Kevin Love o Alex Abrines también han explicado públicamente sus crisis, demostrando que nadie está libre del sufrimiento psicológico.

El motivo del silencio durante años es que, a pesar de los avances, el deporte todavía carece de políticas estables, recursos en psiquiatría deportiva y programas de prevención sólidos. Muchos atletas siguen compitiendo con ansiedad o depresión ocultas porque temen las consecuencias contractuales, económicas o mediáticas. Los expertos coinciden en que el camino pasa por incorporar equipos interdisciplinarios, formación en salud mental desde edades tempranas y redes de apoyo reales dentro y fuera de los clubes.

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