La historia de los primos Flatow, Alfred y Gustav, es uno más de los grandes ejemplos de cómo de olvidadiza y manipulada fue la mentalidad colectiva de la Alemania Nazi. Campeones nacionales y medallistas olímpicos para su país, no pudieron escapar del Holocausto sólo unos años más tarde. De nada les sirvió ser héroes nacionales en su momento. Eran judíos.
El primero en nacer fue Alfred Flatow, en Danzig, Antigua Prusia (actual Gdansk, Polonia) en 1869. Seis años más tarde, en Berent (actual Koscierzyna, Polonia) lo hacía Gustav Felix Flatow.
Desde pequeños ambos sienten un amor impropio por la gimnasia. Un amor que les lleva a practicar horas y horas. Que les lleva a destacarse bien jóvenes. Y que les lleva unos años más tarde al gran acontecimiento deportivo que está por nacer: los Juegos Olímpicos. Desde que oyen aquello de que en Atenas se va a celebrar una competición que va a reunir a los mejores deportistas del mundo, en honor a los juegos que se llevaban a cabo en el Olimpo en la antigua Grecia, es su gran objetivo. Y la federación alemana no duda en incluirles, a tenor de sus grandes resultados nacionales. Eran los dos mejores gimnastas del país.
Así que los dos primos, Alfred y Gustav, forman parte de los primeros Juegos Olímpicos de la Era Moderna. Participan junto a 239 deportistas de todos los rincones del planeta.
Y destacan. Ambos consiguen grandes resultados. Alfred se hace con el oro en barras paralelas en categoría individual, así como con la plata en barra fija individual. Además, consigue dos medallas de oro más en equipos: en barras paralelas y en barra fija. Oros colectivos en los que también tiene gran importancia Gustav. Por tanto, cinco medallas de oro y una de plata entre los dos primos. Casi la mitad de las 13 totales conseguidas por Alemania (6 oros, 5 platas y 2 bronces)
Al regresar a Alemania los primos Flatow son recibidos como héroes. Están en todos lados. Todos quieren estar con ellos. Gustav también acude a los Juegos de París de 1900, en esta ocasión sin medalla.
Los dos, juntos, pasan a entrenar. A dirigir. A enseñar aquello que les había llevado a ser unos de los mejores gimnastas del planeta. Y contribuyen a que Alemania se convierta en una superpotencia en Gimnasia artística.
Una meritoria carrera deportiva, llegando incluso al Comité Olímpico Alemán, que se ve complementada por diferentes negocios exitosos en Berlín, especialmente textiles. Sólo interrumpido, todo, por la Primera Guerra Mundial, en la que Gustav es soldado reservista (Landsturm) en el Ejército alemán.
Sin salida
Pero en los años 30 todo cambia de manera drástica. La llegada del partido nazi al poder en Alemania en 1933 supone que los primos Flatow tengan que salir de toda actividad relacionada del deporte. También, por supuesto, del Comité Olímpico.
Viendo lo que estaba por venir, Gustav decide huir a Países Bajos. Alfred, en cambio, permanece en Alemania. Confía en que su historia y su estatus le permitan estar a salvo. Pero nada más lejos de la realidad. En 1938, tras la disputa de los Juegos de Berlín, se ve obligado a marcharse con su hermano.
Los tentáculos de la Alemania Nazi alcanzan Países Bajos en 1940. Y poco después comienza la deportación de judíos holandeses. Es cierto que Gustav recibe una exención de usar la estrella amarilla en reconocimiento a sus logros olímpicos. Pero su primo Alfred es capturado y deportado al gueto de Terezin en octubre de 1942. Tiene 73 años. Y sólo dos meses después fallece, junto a otros 35.000 judíos que murieron de inanición mientras se encontraban prisioneros en el gueto.
A finales de 1943 Gustav también es capturado. Surgen voces de protesta contra su arresto, provenientes de importantes figuras del deporte alemán y holandés. Entre ellos su compañero en el equipo de gimnasia en los Juegos de 1896 Kurt Doerry. Todas sin respuesta. En febrero de 1944 Gustav es deportado a Terezin, donde termina falleciendo en enero de 1945. Tenía 70 años.
Los éxitos de Gustav y Alfred. Sus medallas. Su heroicidad en un país necesitado de héroes. Sus enseñanzas y desempeño en el crecimiento y desarrollo de la gimnasia artística en Alemania. De nada sirvió todo aquello para salvar su vida. Antes al contrario: desde el comienzo estaban marcados. Era por todos sabido que eran judíos.


