
LeBron James volvió a demostrar que su legado no se sustenta solo en cifras históricas, sino también en decisiones que definen a un líder. En la ajustada victoria de Los Angeles Lakers ante los Toronto Raptors (120-123), el alero puso punto final a una de las rachas más impresionantes de la NBA: 1.297 partidos consecutivos anotando al menos 10 puntos. Lo hizo en un gesto que priorizó la lectura de juego y el triunfo colectivo sobre cualquier marca personal.
La escena que selló el fin de una era llegó en los últimos segundos del encuentro. Con 3,5 segundos por disputarse y empate a 120, James recibió el balón con 8 puntos en su casillero. Muchos esperaban que buscara el aro para mantener viva una racha que comenzó el 6 de enero de 2007. Sin embargo, LeBron optó por la acción correcta: dobló el balón hacia la esquina, donde Rui Hachimura esperaba sin oposición. El japonés anotó el triple decisivo sobre la bocina, certificando el triunfo angelino y el fin del registro anotador más duradero en la historia de la liga.
Una racha inalcanzable
RUI HACHIMURA FROM THE CORNER FOR THE WIN OFF THE LEBRON JAMES DIME!
🚨 @TISSOT BUZZER-BEATER 🚨
— NBA (@NBA) December 5, 2025
Everyone Gets 24 pic.twitter.com/6J38hGVRYK
El récord que se ha terminado es de tal magnitud que resulta difícil de contextualizar. El motivo es que, a lo largo de casi dos décadas, concretamente durante 6.907 días, James superó siempre la barrera de los 10 puntos. Para hacerlo, disputó 1.297 encuentros, más partidos de los que han jugado en total la mayoría de los jugadores que han pasado por la competición. Solo 24 han disputado más encuentros de los que LeBron llevaba encadenando anotaciones de doble dígito.
El registro no solo es voluminoso, también excepcional. De hecho, las siguientes mejores marcas están muy por detrás: Michael Jordan acumuló 866 partidos seguidos con al menos 10 puntos y Kareem Abdul-Jabbar, 787. Nadie se ha acercado al dominio estadístico de James en este apartado y nadie, previsiblemente, lo hará en mucho tiempo.
Una noche inesperadamente discreta
El partido no era, en principio, una cita propicia para batir nuevos registros, pero sí para observar la recuperación de LeBron tras las molestias que lo apartaron del inicio de temporada. Recordemos que, a sus 40 años —cumplirá 41 a finales de diciembre— continúa adaptándose al ritmo competitivo. Frente a Toronto firmó 4 de 17 en tiros de campo y falló sus cinco intentos de tres puntos, quedándose en 8 tantos. Pero no fue un partido en el que LeBron no fuera importante sino que su incidencia llegó por otra vía: repartió 11 asistencias y volvió a gestionar los ataques de los Lakers con frialdad.
En este encuentro, el peso anotador lo asumió Austin Reaves, que firmó 44 puntos y fue la principal referencia ofensiva de Los Ángeles. La victoria permitió a los Lakers mantener su segunda posición en el Oeste, con un balance de 16-5, en una temporada que también está elevando a la categoría de récord la longevidad del propio James, inmerso en su vigésimo tercera campaña en la liga.
La jugada que definió la noche
Más allá de la estadística, lo que convirtió el encuentro en un punto de inflexión fue la última posesión. Tras recibir el balón, James pudo optar por una penetración o por un lanzamiento que, además de ganar el partido, le habría permitido conservar la racha que llevaba casi 19 años en pie. Sin embargo, identificó el desajuste defensivo y entregó el balón a Hachimura, completamente liberado.
El triple del japonés certificó la octava victoria de los Lakers en los últimos nueve encuentros y retrató de nuevo la esencia del jugador: un competidor que, incluso en sus noches menos finas, entiende cuándo y cómo debe intervenir para que su equipo salga vencedor.
La ruptura de la racha no se vivió como una derrota personal, sino como una constatación del espíritu que ha acompañado a LeBron durante más de dos décadas. Su decisión en el último balón mostró que, pese a los récords acumulados, su lectura del juego sigue priorizando el resultado por encima de cualquier logro individual.

