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Bono define a Guerra como "un perito de intrigas"

"Tiene una idea del poder en la que solo caben los subordinados que le obedezcan o le halaguen".

El expresidente del Congreso José Bono ha definido al exvicepresidente del Gobierno Alfonso Guerra como un "perito de intrigas" con una idea del poder "en la que solo caben los subordinados que le obedezcan o le halaguen".

Así lo afirma Bono en un capítulo del libro Les voy a contar, el primer volumen de sus diarios. A lo largo de varios capítulos, el exdirigente revela, además de su relación con Guerra, otros momentos importantes del PSOE junto a dirigentes destacados como Felipe González o el juez Baltasar Garzón.

Respecto a Guerra, Bono desvela un episodio sucedido en el año 1992 en el que habló "con claridad a la que no estaba acostumbrado" al exdirigente socialista. En este sentido, recuerda cómo en una reunión en Ferraz decidió "no estar dispuesto a soportarle mansamente ni un día más".

El centro de la disputa se originó por una cena organizada por el propio Bono que Guerra entendió como una "deslealtad", pues consideraba que serviría para impulsar a Narcís Serra dentro del partido. Según el político socialista, Guerra le comentó que estuvo "a punto de prohibirla". "¿Prohibirla? Se considera dueño de voluntades ajenas", critica en el libro.

Entre otros apartados de este episodio, Bono desvela que el exvicepresidente del Gobierno intentó "ofender sin conseguirlo", porque se "creía mucho más que los demás y, por supuesto" que el propio Bono. "No soporta que le conteste. Es natural. Han sido muchos años de sumisión y estoy liberándome. No aguanta haberse ido del Gobierno y que el mundo siga girando como si nada hubiese ocurrido", describe.

Asimismo, recuerda otro capítulo con Guerra, quien supuestamente había dicho al exsecretario general del PSOE de Castilla y león, Jesús Quijano, que "los cajones que más se tuvieron que limpiar en Ferraz fueron los de Felipe González". "No me creo la información sobre Felipe: los cajones de Felipe no los imagino sucios", confiesa el autor, en un asunto en el que también asegura que pensaba igual que él el actual secretario general del PSOE, Alfredo Pérez Rubalcaba.

En cuanto al juez Garzón, Bono describe una reunión junto a González y otros comensales para decidir si entraba a formar parte de las listas del partido en las elecciones. El político describe al invitado como una persona que "se muestra voluntariosa y trata de actuar como un hombre de pueblo".

Así, revela que una vez se fueron todos, habló a solas con González para saber si debía trabajar para que Garzón estuviera en la candidatura socialista. "Trabájalo, pero no querrá. Tenme al tanto. Si acepta, tendremos que convencer al partido", fue la respuesta del entonces presidente del Gobierno.

Dos años más tarde, también cuenta la llamada de Garzón para anunciarle su "dimisión inmediata" debido a una serie de nuevos nombramientos "sin su consentimiento". "El sufrimiento que adivino a través del teléfono es un detalle que humaniza al personaje y, posiblemente, un anticipo de otros quebrantos y sufrimientos para nosotros", asegura.

En otro apartado, Bono también rescata una conversación con el actual vicepresidente de la Comisión Europea, Joaquín Almunia, en el año 1999 camino del entierro de Ramón Rubial. En este sentido, cuenta que Almunia le comentó que "debía de estar preparado para ser el candidato" a la presidencia del Gobierno después de las elecciones autonómicas del 13 de junio de ese año. "Me inquietan y perturban sus palabras y le respondo que mi única obsesión son las elecciones autonómicas", señala. Según explica el autor del diario, Felipe González también se le acercó en ese mismo viaje para mostrarse "de acuerdo" con la propuesta.

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