Carles Puigdemont y Artur Mas preparan otra refundación del espacio posconvergente, la enésima desde la hibernación de Convergència Democràtica de Catalunya en 2016 tras el escándalo de corrupción de la familia Pujol, la sentencia del caso Palau de la Música, que dejó sentada la financiación ilegal de la formación nacionalista, y el giro separatista que comportó la pérdida de la hegemonía del viejo partido de Jordi Pujol en el campo nacionalista.
A tal efecto, Puigdemont recibe este martes en su mansión de Waterloo a un grupo de dirigentes del Pdecat encabezado por David Bonvehí y los exalcaldes que han sido apartados de sus municipios por los pactos de ERC con socialistas, comunes y la CUP. La "cumbre" tendrá por objeto mostrar el apoyo de Puigdemont a esos exalcaldes, entre los que destacan Jordi Masquef, de Figueras, Carmela Fortuny, de San Cugat, y Rosa Maria Perelló, de Tárrega. También está prevista la presencia de miembros del gobierno regional.
El propósito, además de agasajar a los descabalgados por los pactos, es sentar las bases de una nueva organización que aglutine bajo un mismo paraguas a las diversas facciones, desde los "moderados" del Pdecat partidarios de negociar con el Gobierno y aparcar las reivindicaciones maximalistas hasta los sectores que se han nucleado en torno a Puigdemont y su Crida Nacional per la República. Tras este encuentro, Puigdemont se reunirá con el expresidente Artur Mas, que aspira a recobrar peso y protagonismo tras haber abandonado la presidencia del Pdecat después de la sentencia del caso Palau.
La inhabilitación de Mas por la consulta ilegal del 9-N de 2014 concluye en febrero del próximo año y hay voces dentro del partido que le urgen a tomar las riendas para evitar las excentricidades y bandazos de su sucesor. El encuentro entre ambos, previsto para el miércoles, tiene como propósito definir una nueva estructura orgánica que ponga fin al desconcierto interno y entierre definitivamente la endeble estructura del Pdecat.
El retorno de Mas
Para llevar a cabo la remodelación, Mas y Puigdemont cuentan con los nombres de tres consejeros del actual gobierno catalán, el de Interior, Miquel Buch, la de presidencia, la polémica Meritxell Budó, y el de Territorio y Sostenibilidad, Damià Calvet, llamados a ejercer el control de la organización que resulte del debate entre Mas y Puigdemont, que quieren afrontar la sentencia y, como consecuencia, un posible adelanto electoral de las autonómicas con una nueva estructura presidida por Puigdemont y con Mas como posible cabeza de cartel si tales autonómicas se llevan a cabo en la próxima primavera.
En 2012, Convergència mandaba en la Generalidad en solitario, en el Ayuntamiento de Barcelona, en las cuatro diputaciones catalanas y disponía de un grupo propio en el Congreso con 16 diputados. Siete años después, gobierna en coalición la administración autonómica, sólo cuenta con 7 diputados en Madrid, está a un paso de perder las diputaciones y ha quedado a expensas del liderazgo del prófugo de Waterloo, que ha ganado las europeas en Cataluña pero ha caído por debajo de ERC en las municipales.
Baile de siglas
Los convergentes aspiran a una reunificación y a poner fin al baile de siglas que ha caracterizado su historia desde hace tres años. El Partido Demócrata Europeo Catalán (PDeCAT), fruto del convulso congreso terminal de Convergència, en julio de 2016, está a punto de pasar definitivamente a la historia en favor de la marca Junts per Catalunya (JxCat), siglas que se han utilizado para el último ciclo electoral con desigual rendimiento. Con esas siglas lograron la segunda posición en las últimas elecciones autonómicas, en diciembre de 2017, por detrás de Ciudadanos pero por encima de ERC, lo que se consideró un triunfo de la opción del "exilio" frente a la cárcel de Junqueras. Sin embargo, las generales y municipales han confirmado el declive de los convergentes, encadenados al hiperliderazgo de Puigdemont, que logró superar de nuevo a Junqueras en la contienda europea.