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30 años después de los crímenes de Alcàsser: Anglés y otros cabos sueltos

Las preguntas sin respuesta mantienen abierta la herida que el macabro suceso abrió en la sociedad española. Sólo Ricart fue procesado y condenado.

Las preguntas sin respuesta mantienen abierta la herida que el macabro suceso abrió en la sociedad española. Sólo Ricart fue procesado y condenado.
Amigas y compañeras de las niñas de Alcàsser reclamando justicia. | EFE

El 13 de noviembre de 1992, Míriam García, Toñi Gómez y Desirée Hernández -las niñas de Alcàsser- se dirigían felices y contentas a una fiesta de instituto en Picassent cuando sus captores se cruzaron en su camino. Las menores, de 14 y 15 años, no podían imaginar entonces que aquella tarde habían emprendido un viaje sin retorno. Decidieron recorrer haciendo autostop los poco más de dos kilómetros que había desde su pueblo hasta la discoteca, a la que nunca llegaron.

Muchos de los detalles previos a la desaparición se conocen porque una amiga del grupo -Esther- estuvo con ellas hasta que se marcharon para acudir al evento. Ella había decidido no ir en el último momento por encontrarse enferma. Un constipado que le salvó la vida. El 27 de enero de 1993, se hallaron los cuerpos de las niñas en un paraje montañoso cercano al pantano de Tous. Dos apicultores septuagenarios se toparon con el brazo de un cadáver semienterrado en una fosa cavada cerca de un barranco.

Aquel día se destaparon tres de los crímenes más atroces de la crónica negra española. Las niñas de Alcàsser habían sido secuestradas, violadas y torturadas, antes de ser asesinadas. Hechos que se juzgaron en 1997 con Miguel Ricart como único procesado. Fue sentenciado a 170 años de cárcel, de los que cumplió 21 gracias a la suspensión de su condena en aplicación de la denominada doctrina Parot. En noviembre de 2013 -con 53 años de edad-, salió del centro penitenciario de Herrera de la Mancha (Ciudad Real).

Treinta años después del horror de Alcàsser, el triple crimen que conmocionó el país y marcó a las niñas de toda una generación, continúa sin resolver. Demasiadas incógnitas mantienen abierta una herida que no ha dejado de sangrar. La más dolorosa, la que tiene que ver con el paradero del prófugo Antonio Anglés, el otro varón identificado que habría participado en el macabro suceso. Pero no fue el único. Los investigadores creen que hubo más personas implicadas, y así lo determinaron también los jueces de la Audiencia Provincial de Valencia.

Cabos sueltos y Anglés

La vía judicial está prácticamente agotada. A día de hoy queda abierta una pieza dedicada exclusivamente a la localización de Anglés, uno de los prófugos más perseguidos de toda Europa. Cabe recordar que lo último que sabemos de él es que el 23 de marzo de 1993 la tripulación del mercante City of Plymouth, que se dirigía a Liverpool, lo descubrió a bordo. Pero cuando la policía irlandesa llegó al buque para detenerle, ya no se encontraba allí.

Nunca se supo si alguien lo ayudó a escapar. En cualquier caso, al día siguiente de haber huido del barco se encontró un chaleco salvavidas en la bahía de Dublín que se le atribuyó a él, poniendo sobre la mesa la posibilidad de que no hubiera logrado llegar hasta la costa y se hubiese muerto ahogado en el mar. Un interrogante para el que la Asociación Laxshmi para la lucha contra el Crimen, que ejerce la acusación popular, reclama una respuesta.

Nuevos análisis

En los últimos meses, ha solicitado -en el marco de la pieza de Anglés- que se practiquen nuevas pruebas aprovechando los avances tecnológicos de los últimos años. Entre otras cosas, pide que se vuelvan a analizar los restos hallados en los coches de Ricart y Anglés "utilizando las técnicas más modernas que posean". La asociación ha reclamado al juzgado un impulso procesal, ya que aún quedan resultados pendientes.

Se ha reactivado -por ejemplo- el análisis de pelos y otros restos forenses encontrados en los mencionados vehículos y también la búsqueda de ADN en la ropa interior de las víctimas y otros elementos relacionados con el suceso. Entre ellos, se encuentra la alfombra en la que fueron envueltos los cadáveres de las niñas.

El juez ha ordenado además analizar de nuevo una sábana blanca que cubría el colchón de espuma que había en la caseta de La Romana, donde supuestamente retuvieron a las niñas, en busca de posibles restos. También se realizará un nuevo estudio sobre varias muestras que en su momento -a finales de los años 90- dieron positivo en sangre o semen, pero -por distintos motivos- no se sacaron de ellas mayores conclusiones.

Se trata de varias fibras del forro de un colchón hallado en la caseta, ropa interior de Toñi, las camisetas de Desirée y Miriam, un pedazo de tapizado del Opel Corsa de Miguel Ricart, unas raspaduras tomadas del interior del refugio y un trozo de madera del mismo lugar. La tecnología actual podría permitir que en un nuevo análisis se obtengan resultados reveladores.

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