El independentismo "civil" agoniza en el momento de mayor peso de Puigdemont y Junqueras
Organizaciones separatistas salvo Aliança Catalana presentan escenarios críticos; Junts teme el efecto Orriols y Junqueras no embrida el partido.
Ningún líder nacionalista catalán ha tenido más influencia que Carles Puigdemont y Oriol Junqueras. Ni Jordi Pujol ni Miquel Roca en sus momentos de esplendor en Madrid. Como si fuera fruto de un equilibrado reparto de papeles, el Gobierno de Pedro Sánchez depende de Puigdemont mientras el de Salvador Illa en Barcelona, de Junqueras. La amnistía y el cupo catalán son las consecuencias más aparatosas de la dependencia socialista.
Pero al mismo tiempo, Puigdemont y Junqueras representan a dos fuerzas políticas en clara regresión, con las encuestas en contra y perspectivas nada optimistas. El peso de los votos de Junts y ERC en el Congreso y en el Parlament no frena el declive. El manejo que Puigdemont y Junqueras hacen de su condición de árbitros de la situación es puesto en tela de juicio por un independentismo cada vez más dividido y radicalizado. Puigdemont teme el auge de "Aliança Catalana" y Junqueras no ha conseguido embridar el partido tras su accidentada reelección mientras Gabriel Rufián rompe la disciplina de partido y plantea una ERC española.
Desafección
Cunde la desafección. Las entidades y los partidos separatistas han perdido masa. Junts no supera los cinco mil afiliados. ERC tiene 8.000. Las banderías de la CUP se cuentan por centenares, no precisamente por miles. La Assemblea Nacional Catalana (ANC) ha perdido músculo y militantes a chorro. Las últimas noticias de la otrora todopoderosa organización separatista es la dimisión en bloque de una veintena de cargos contrarios a la gestión de Lluís Llach, el cantautor y exdiputado de Junts pel Sí (la alianza Convergencia-ERC) que preside la comatosa entidad.
Ese sector encabezado por el exvicepresidente del Parlament Josep Costa dejaba constancia en su carta de despedida de la crítica situación de la ANC: "Asumimos que los defensores de un activismo combativo e independiente, comprometidos con el 1-O y críticos con los liderazgos de los partidos independentistas tradicionales han ido causando baja como socios de la ANC y ya no son la mayoría de los que votan para decidir el rumbo de la entidad. En su lugar se han querido sustituir por una base social pasiva, que se identifica o milita todavía en los partidos políticos que luchan por controlar la entidad. El resultado es tan lamentable como inapelable. La ANC ha quedado absorbida por el establishment político que hace solo un año queríamos combatir".
Conatos de partidos
Este malestar genera fracturas en forma de conatos de partido. Es el caso de "Dempeus", el último intento de encontrar hueco en el segmento independentista del electorado, una escisión de la ANC dispuesta a arrasar al otro "gran" partido alternativo, el de la exconsejera de Educación Clara Ponsatí, la "exiliada" que se peleó con Puigdemont y su siempre fiel Toni Comín por la falta de concreción independentista de Junts. "Alhora" (Al mismo tiempo) se llama el artefacto de Ponsatí.
La irrupción de Aliança Catalana
Pero el partido que verdaderamente preocupa a Puigdemont e incluso a Junqueras es la "Aliança Catalana" de la diputada autonómica y alcaldesa de Ripoll (Gerona) Sílvia Orriols. Se trata de la formación de moda en el nacionalismo, un partido independentista y de marcados tintes xenófobos, extrema derecha a la catalana. En la actualidad cuenta con dos escaños en el "Parlament" pero sus expectativas pasan por quintuplicar sus resultados provocándole un descosido monumental a Puigdemont.
El ideario de "Aliança Catalana" es muy claro en contra de la inmigración, materia en la que no hacen distingos entre lo que ellos llaman despectivamente "castellanos" o "españoles" y los de inmigrantes de procedencia magrebí. Eso no le impide decir a Orriols que Cataluña está invadida y sometida por España desde hace trescientos años.
Tan o más extravagante en sus planteamientos es el abogado Jordi Domingo, presidente del "Consell de la República", una especie de parlamento independentista creado por Puigdemont y que estaba en manos de Toni Comín hasta que una auditoría reveló gastos no justificados del exeurodiputado. Domingo, candidato más o menos auspiciado por Puigdemont, ganó las elecciones al "Consell", que desde entonces gestiona con mano de hierro y un secretismo absoluto. De modo que como en la ANC, se dimite en bloque y se cierran comités locales.
El activismo toca fondo
El activismo independentista ha tocado fondo. La protesta contra la presencia de los Reyes en la abadía de Montserrat invitados por los monjes benedictinos ha sido su penúltima derrota. La protesta contra la devolución de las pinturas de Sijena, la última. Entre las dos no sumaban ni cien independentistas. Cierto es que a Puigdemont y Junqueras ya no les importa la calle y han perdido resortes y palancas como la Generalidad, clave para el mantenimiento de entidades como la ANC.
En cuanto a Òmnium, los más puros del independentismo les acusan de deserción. ¿Y la CUP? La plataforma antisistema e independentista es todavía una sociedad más secreta que el Consell de Jordi Domingo. Ha dimitido su portavoz parlamentaria, Laia Estrada, y ha sido expulsada de "Endavant" la diputada Laure Vega acusada de estar implicada en el proyecto de Gabriel Rufián de una coalición de izquierdas de toda España.
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