Ningún Gobierno ni ninguna religión debieran arrogarse el derecho de manejar a su antojo esos códigos personales, profundamente individuales, de la libertad sexual.
Antes de que Podemos tuviera la ocurrencia de prohibir los piropos, sus dirigentes Pablo Iglesias y Rita Maestre no se cortaban para dedicarse piropos subidos de tono en su programa de televisión.