
A Paula Fraga (Lugo, 1988) la largaron de algún medio de izquierdas que prefiere no citar tildándola de tránsfoba, o algo del estilo, por sostener que las leyes de identidad se asientan sobre el "concepto antifeminista de la identidad de género", en su opinión, "uno de los instrumentos de sometimiento patriarcal más perfectos". Cuando esta abogada especializada en derecho penal y de familia se pronuncia sobre la transexualidad o la importancia del sexo, provoca el mismo efecto en Irene Montero y demás marcas blancas, digo, moradas, que comer después de la medianoche en un gremlin. Amén de ejercer la abogacía, esta socialista y feminista –subraya– clásica ha participado en un puñado de obras que orbitan en torno a los temas ya mencionados, amén de la prostitución –La prostitución en la Comunidad Valenciana: Un enfoque abolicionista (Tirant Lo Blanch, 2023), Debate prostitución: 18 voces abolicionistas (La Moderna, 2019)–, ha escrito/escribe en diversos medios, da clases en el Posgrado Malestares de Género de la Escuela ESEN y lo ha hecho en el centro penitenciario Bonxe, impartiendo cursos a presas en riesgo de exclusión social. Conversa con LD con la excusa de responder a la pregunta que da nombre a esta serie de entrevistas estivales.
P: Señora Fraga, ¿alguna vez ha soñado con ser ministra?
R: No. Realmente, sueño con que haya una izquierda española que represente institucional y políticamente a los que somos socialistas y defendemos una izquierda diferente a la hegemónica. Si alguna vez paso a la política, sería para defender y para representar a quienes estamos en una absoluta orfandad.
P: Imagine que la nombran ministra de Igualdad. Sus tres primeras medidas serían…
R: Derogación de la Ley Trans, una legislación abolicionista de la prostitución y ayudas a la maternidad y a las familias.
P: Si yo le digo "Irene Montero", usted me dice…
R: Traición al feminismo, políticas transgeneristas que han supuesto el ataque más grave acaecido en democracia a los derechos de las mujeres, de los niños y de las niñas.
P: ¿Un transexual es una persona que, como le dijo la diputada de Vox María Ruiz a la portavoz de Sumar Elizabeth Duval, puede convertirse "en un enfermo crónico de por vida"?
R: Una persona transexual es una persona que tiene una disforia de género. Si cursa esta transexualidad, tendrá que pasar por unas operaciones y por un tratamiento hormonal que dura para toda la vida. Por tanto, efectivamente, una persona que hace ese tránsito y que toma este tipo de hormonación es un paciente crónico.
P: ¿Qué es, para usted, una mujer de verdad?
R: Es muy simple: no hay mujeres de verdad ni de mentira. Simplemente, hay mujeres, y ser mujer es nacer con sexo femenino, nada más. Ser mujer es una realidad biológica inalterable.
P: A todo esto, plagiando a Pilatos, ¿qué es la verdad?
R: Filosóficamente, sigo el materialismo dialéctico. Entonces, como materialista dialéctica, te diré que la verdad, o, mejor dicho, la búsqueda de la verdad consiste en tratar de encontrar la realidad de los hechos. Para eso, nos basamos en las verdades científicamente probadas. Por ejemplo, hablando del sexo: una verdad absoluta y probada es que el sexo es una realidad biológica inalterable. Por eso, quiero acomodarme en las ciencias para tener una serie de premisas que sean tomadas como verdades.
P: Aparte de la mencionada, ¿sabe de la existencia de alguna verdad absoluta?
R: Hay muchas asociadas al transcurso de la vida. Nacemos y morimos: son verdades absolutas. También hay cuestiones científicamente probadas y asentadas. Para mí, esas son verdades absolutas hasta que se demuestre lo contrario. Creo también que la verdad se entiende según cómo le afecta a uno mismo, Ahora bien, como he indicado, sí hay verdades absolutas y no sólo las científicamente probadas, sino también aquellas conformadas por circunstancias o hechos irrefutables.
P: ¿La búsqueda de la verdad humaniza?
R: Por supuesto que humaniza. Si quieres saber la realidad de los hechos y qué hay más allá de las interpretaciones subjetivas de la verdad, ello te humanizará en el sentido de que comprenderás, no digo dar por válido ni justificar, pero sí comprenderás las diferentes posiciones desde las que se ve o defiende una misma realidad. Humaniza, ayuda y facilita en entendimiento entre las personas.
P: ¿Cotiza peor la verdad que la mentira?
R: ¡Por supuesto! Ya lo hemos estado hablado: en función de si te va mejor o peor una verdad, eres capaz de maquillarla, de silenciarla, de darle todo el bombo o la publicidad posible… Lo vemos con los partidos políticos que no atienden a los hechos, a la realidad material, sino que ponen a funcionar un determinado ideario que, en algunos casos, tapa una realidad, y en otros, la exacerba. Es el caso de la inmigración: normalmente, la izquierda identitaria y posmo te dice que hay que aceptarlo todo, que si haces una crítica a aspectos execrables de la cultura que fuere eres racista o islamófobo; por el otro lado, la derecha más reaccionaria, te dice que toda la inmigración es mala y cae en discursos racistas. Para mí, en este sentido, el matiz y la verdad están en ser capaces de, sin caer en ningún tipo de racismo o xenofobia, hacer una crítica al multiculturalismo. Ya hemos visto lo que ha pasado en países como Francia, donde hay guetos, donde no hay una integración real.
P: Leonard Cohen, en "Everybody Knows": "Todo el mundo sabe que el barco se está hundiendo, / todo el mundo sabe que el capitán mintió". En primer lugar, ¿el barco se está hundiendo?
R: Por supuesto. Para las personas que venimos de una izquierda tradicional, que bebe del ideario de la Revolución Francesa, donde se hablaba de libertad, igualdad y fraternidad, claro que el barco se está hundiendo: no tenemos a nadie que represente, políticamente, estas ideas. Tenemos una izquierda antiigualitaria doblegada ante los nacionalismos fragmentarios y las cuestiones identitarias. En España se ha destruido el movimiento obrero y ahora están tratando de destruir el movimiento feminista. Son necesarios movimientos que, desde la sociedad civil, exijan a las instituciones y a los gobernantes que no hundan el barco y que tengan en cuenta a la mayoría de los ciudadanos españoles, que no somos más que trabajadores y gente preocupada por llegar a fin de mes, no por cuestiones identitarias.
P: En segundo, ¿miente el capitán?
R: Claro que miente. Miente cuando nos trata de convencer de que tenemos que apoyar causas, políticas simbólicas que no sólo no favorecen a la clase trabajadora, sino que rompen las luchas tradicionales. Por supuesto que miente el capitán.
P: ¿La verdad libera?
R: Sí y no. Libera porque te ayuda a entender la sociedad y a entender tu papel en la sociedad. Entiendes qué es lo que, desde tu punto de vista, se debe cambiar, o dónde quieres estar política o socialmente. En ese sentido, libera. Pero también es cierto que puede hacer mucho daño a quien sólo quiere ver la realidad de los hechos: te puede dejar sola. Cuando atiendes a la realidad de los hechos, criticas a izquierda y a derecha. Dices: "Esto es lo que hay, lo diga la izquierda o la derecha". No hay que temer coincidir, a veces, con la izquierda o con la derecha: si está lloviendo y los de Vox dicen que está lloviendo, no voy a dejar de decirlo porque también lo digan ellos. La gente que está muy embebida por el sectarismo y por el dogmatismo son capaces de defender mentiras si les va bien a su parroquia.
P: ¿Se ha prostituido el significado del significante "libertad"?
R: Creo que sí. Respecto al término "libertad", se puede hablar desde tantas perspectivas… Se puede hablar desde una perspectiva liberal, desde una socialista, desde una materialista… De nuevo, cada uno define la libertad en función de, sobre todo, cuál es su papel en la sociedad. Para mí, la libertad es la capacidad de desarrollarte personal y profesionalmente, al margen de dónde nazcas y con las condiciones con las que nazcas. Por eso, creo que las políticas socialistas tienen que acabar con las diferencias de base para que la gente pueda desarrollarse personalmente en la medida elegida. Para mí, eso es la libertad.
P: ¿La libertad da vértigo?
R: Mucho, mucho. El ejercicio personal de la libertad completa tiene que venir acompañado de mucha responsabilidad, de mucha verdad y coherencia para con una misma. Y, sobre todo, de mucho respeto hacia una misma. Muchas veces, la libertad choca contra la seguridad: "Si digo esto, me va a acarrear algún problema", "Acatar esto no me va a generar un problema…". Es una discusión moral y una decisión personal, en el sentido de: "¿Qué quieres: libertad o seguridad?". Yo escojo la libertad. Sé que por tener el discurso que tengo siendo socialista, mucha gente se ofende y me dice que no soy coherente. No, perdona: soy coherente conmigo misma, con mis principios y con mis valores. Además, me quiero respetar a mí misma y no quiero decir o hacer nada porque entre en el pack ideológico de turno.
P: Y, para finalizar, ¿usted ha hecho o dicho siempre lo que ha querido?
R: Desde luego. Esto no es un ejercicio infantil de "digo lo que me da la gana", sino un ejercicio desde la fundamentación filosófica y política: digo lo que pienso siempre y cuando esté razonado y documentado, siempre y cuando crea que va a beneficiar a la sociedad en general. Por eso, hago política no institucional. Sé que defiendo ideas que no se suelen defender desde la izquierda, pero creo que son ideas que, precisamente, se deben defender desde este lugar político. Me puede generar problemas, y me los genera: polémicas, campañas de acoso, de difamación, censura…, pero lo seguiré haciendo. Desde la izquierda, hay que tener un discurso muy crítico contra el transgenerismo, los nacionalismos fragmentarios o el multiculturalismo. Es vital.

