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Puigdemont desespera al PSOE y gafa la que iba a ser la semana triunfal de Sánchez

El PSOE asiste impertérrito a cómo todo su calendario se va al traste mientras las nuevas exigencias complican la investidura.

El PSOE asiste impertérrito a cómo todo su calendario se va al traste mientras las nuevas exigencias complican la investidura.
Pedro Sánchez durante su último acto público. | EFE

Pedro Sánchez había ideado una semana triunfal en torno a la semana del 6 de noviembre. En su particular cuento de la lechera, soñaba con ser investido los días 7 y 8 o, como muy tarde, el 8 y el 9. Sus días gloriosos culminarían en Málaga, presidiendo el congreso del PES (Partido de los Socialistas Europeos) y rodeándose del canciller alemán, Olaf Scholz, y del primer ministro portugués, Antonio Costa. El mensaje: la socialdemocracia está de vuelta.

Lo que no contaba era con tropezarse con Carles Puigdemont y que derramase todo su calendario por el suelo. El prófugo ha esperado al último momento para elevar la presión y añadir nuevas exigencias a la Ley de amnistía. "No nos sorprende", afirman algunos socialistas catalanes que, a diferencia del núcleo negociador, conocen al expresidente catalán.

El momento de callar

En el equipo más próximo a Sánchez deslizan que "habrá acuerdo y luego investidura" pero evitan poner fechas. "Un poquito de paciencia", asegura uno de los ministros encargados de negociar con los hipotéticos socios. "Lo importante no es la fecha sino el acuerdo", deslizan ahora mientras tratan de negar lo evidente: que Junts les está marcando el calendario. Ahora, la nueva máxima es que hasta el 27 tienen tiempo. Si no hay investidura antes de ese día, iremos a una repetición electoral.

En Moncloa aseguran que ahora "es el momento de callar". No quieren que nada quiebre la confianza del prófugo mientras tratan de calmar o, al menos, aplacar sus exigencias. No quieren comentar qué es lo que está haciendo descarrilar, o al menos ralentizar, las negociaciones con Puigdemont.

¿Lawfare?

Según informan varios medios, el PSOE habría aceptado que la amnistía incluya a responsables no ligados con el proceso separatista. Es lo que Puigdemont llama como "lawfare" o "causa general contra el independentismo".

De ahí que quiera añadir a Laura Borrás, condenada por facturar contratos públicos para beneficiar a amigos cuando era consejera de Cultura, o a Gonzalo Boyé, abogado del prófugo y acusado de blanqueo de capitales para beneficiar a unos clientes narcotraficantes. En el equipo negociador ni confirman, ni desmienten. "Valemos más por lo que callamos", sentencian.

El Gobierno que, durante varias semanas acusó a Feijóo de hacernos "perder el tiempo" y auguró que Sánchez formaría un Gobierno en un plazo breve, ya ha sobrepasado el tiempo que el popular destinó a las negociaciones de cara a su investidura fallida. Al socialista todavía le faltan por amarrar los 7 escaños de Junts, sobre los que cada día hay más dudas, y los 5 del PNV, que todos dan por hechos pero que asumen que será el último en caer.

La semana gafe

La que iba a ser la semana triunfal de Sánchez está resultando ser gafe. Hasta su celebración en el PES parece hacer aguas tras la dimisión del primer ministro portugués Antonio Costa por corrupción. El Congreso, que iba a servir para lanzar el mensaje de la vuelta de la socialdemocracia, parece que acabará sirviendo para evidenciar que los socialistas ya sólo son una especie en peligro de extinción en el continente.

Sólo gobiernan un puñado de países (Portugal, Alemania, España y Malta) y están al frente de gabinetes débiles, España o Alemania, o cercados de escándalos como en Portugal.

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