
Iba a ser un "hito" en su mandato, capaz de relanzarlo como "actor global" , como repetían en Moncloa, pero la presidencia rotatoria española al frente de la UE ha acabado siendo de perfil plano, dependiente de las exigencias de Carles Puigdemont y cuyo balance ante el Parlamento Europeo ha desterrado la imagen positiva que tenían en las instituciones comunitarias de Pedro Sánchez como un líder moderado y europeísta.
"La verdad es que sobre la percepción que otros tengan sobre mi, poco puedo opinar", ha asegurado Sánchez durante su última rueda de prensa al frente de la presidencia rotatoria, cuando le han preguntado por si su imagen ha salido deteriorada. Tampoco ha entrado a valorar la amnistía que está pactando para beneficiar a Puigdemont y que también ha centrado parte de las preguntas.
En cambio, Sánchez ha mandado un mensaje velado al presidente del Partido Popular Europeo, Manfred Weber, tras sus críticas durante la última sesión en el Parlamento Europeo de Estrasburgo. "Creo que es un error criticar un Gobierno progresista y europeísta con argumentos falaces", se ha reafirmando Sánchez quien, citando al polaco Donald Tusk, ha asegurado que "el problema de flirtear con la extrema derecha, es que acabas pensando como ella".
Un balance pobre
Sánchez ha exhibido un magro resultado. Sólo hay un punto que resalta sobre el resto. "Hemos logrado reformar el mercado eléctrico, ha sido un debate intenso", ha señalado el presidente del Gobierno sobre unas negociaciones en las que ha resaltado la ministra española Teresa Ribera.
El resto, una nebulosa de promesas o aplazamientos sine die de cuestiones pendientes. No ha habido acuerdo de libre comercio con Mercosur, pese a haber celebrado un cumbre con los líderes latinoamericanos en Bruselas. Así que la presidencia española se ha limitado a presumir de un pacto aislado con Chile.
El mayor esfuerzo diplomático que España ha realizado durante estos seis meses estuvo centrada en conseguir la oficialidad del catalán, el euskera y el gallego para agradar a sus socios separatistas. Incluso el ministro de Exteriores, José Manuel Albares, llegó a ofrecer que fuese el Gobierno español el que pagase los más de 132 millones que costaría al año traducir todos los documentos comunitarias a las lenguas cooficiales españolas. La oposición del resto de países, imposibilitó que prosperase la iniciativa española.
Ni siquiera la mayor de las novedades del último Consejo Europeo, el inicio de las negociaciones para la adhesión de Ucrania a la UE, es obra de Sánchez. El artífice del acuerdo ha sido el canciller Olaf Scholz que propuso al húngaro Viktor Orban que, a cambio de desbloquear las ayudas a su país, se saliese de la reunión para que hubiese unanimidad. Sánchez coincidía con Von der Leyen es que el inicio de las negociaciones con Kiev "no es dar falsas esperanzas", aunque se esperan lentas.
En materia económica, el jefe del Ejecutivo se ha limitado a señalar que han "hecho un encaje de bolillos" para sacar adelante un reglamento financiero y ha esperado que, en los próximos meses, el espacio Schengen se extienda a Rumanía. Unos logros que ya exhibirá la próxima presidencia de la UE: la belga.
Sánchez se ha limitado a presumir del "consejo informal" celebrado en Granada el pasado 6 de octubre. A su vera, la siempre disciplina Ursula Von der Leyen señalaba: "Excelente Presidencia española". El siempre diplomático presidente del Consejo. Charles Michel, señalaba que es "impresionante lo que habéis logrado", pero sin detallar algún éxito concreto.

