La irrupción de Pedro Sánchez en el Europarlamento ha marcado un antes y un después en la trayectoria del socialista, que nunca ha llegado a tener el prestigio internacional que el PSOE y sus periodistas y medios teledirigidos querían hacernos creer –valgan como muestra de ello sus reuniones de pasillo con Joe Biden o el ninguneo al que le someten sus colegas europeos en los grandes debates–, pero cuya verdadera cara tampoco se había mostrado de una forma tan evidente hasta ahora.
La comparecencia fue algo peor que un fracaso: fue un escándalo y un ridículo espantoso. Debería haber servido para dar cuenta de los seis meses en los que España ha ostentado la presidencia rotatoria del Consejo de la Unión Europea, pero en realidad había muy poco que contar de eso, porque este semestre ha pasado prácticamente en blanco: en Europa, como en España, Pedro Sánchez es incapaz de desarrollar cualquier política que no sea agredir a sus rivales.
Y eso fue lo que hizo también en el Parlamento Europeo, donde parece que Sánchez pensó que le iban a servir los mismos trucos sucios que usa en el Congreso contra la oposición. Sin embargo, sin una presidencia y un reglamento a su favor, como los que tiene en España, y sin una prensa servil, el resultado fue un espectáculo degradante, lamentable.
La culminación del esperpento fue su forma torpe y obscena de relacionar a Manfred Weber –y con él a todo el Partido Popular Europeo y, sobre todo, a los conservadores alemanes– con el nazismo. Un comentario insultante que ha ocasionado estupor e indignación en todos los lados del espectro político en Alemania, no sólo en la derecha, porque como es obvio ese insulto transgredía las fronteras de los partidos democráticos normales, que a estas alturas son los que Pedro Sánchez coloca al otro lado de su muro. Menos mal, por cierto, que no le dio por hablar precisamente de muros, que fue el único ‘argumento’ al que le falto recurrir en ese enfrentamiento con Weber.
El primer resultado de esta catástrofe se pudo ver este mismo miércoles en el propio Europarlamento: cuando terminó su intervención, Sánchez recibió un sonoro abucheo, algo insólito en este tipo de situaciones en las que reina la cortesía parlamentaria y el respeto al país que cada mandatario representa.
Y el segundo lo ha adelantado, bien que de forma incompleta, el propio Manfred Weber, que ha dicho que "Sánchez está descalificado para cualquier cargo futuro europeo". Lo que no ha comentado el alemán es que mientras el del PSOE esté en el poder no sólo es el presidente del Gobierno el que está vetado en Europa: en realidad va a ser España la que será marginada en todos los foros y organismos europeos.
La buena noticia, no obstante, es que una vez caídas las caretas a partir de ahora será mucho más fácil que los europeos entiendan quién es Sánchez y qué es lo que está tratando de hacerle a España y, por tanto, a Europa.


