Uno de los argumentos que muchos analistas barajaban para asegurar que Pedro Sánchez no adelantaría las elecciones era que no desperdiciaría el semestre de la presidencia de la Unión Europea que, en teoría, iba a ser una herramienta mayúscula para la propaganda.
Al final se ha demostrado que el argumento era una filfa, y menos mal, podría pensar el del PSOE, porque la presidencia ha sido un desastre: no ha tenido ninguna relevancia positiva, no ha tenido impacto en los medios y, además, ha acabado de la forma más lamentable posible.
Porque Pedro Sánchez ha sufrido este miércoles humillación tras humillación en el Parlamento Europeo, en una sesión que debía ser el cierre de oro a esa presidencia y que ha sido muy bronca: no solo ha sido criticado con dureza por la oposición española sino que ha tenido un enfrentamiento muy fuerte con el presidente del Partido Popular Europeo, Manfred Weber, al que ha acabado recordando el pasado nazi de Alemania, en un gesto que ha causado indignación en la cámara.
Y la primera muestra de esa indignación y la mayor humillación es que el presidente ha terminado su intervención y, en contra de la cortesía parlamentaria que suele ser habitual en este tipo de circunstancias, ha recibido sólo unos tibios aplausos... y un sonoro abucheo.