
España asiste impertérrita al nuevo reality show político que tiene como protagonista a Pedro Sánchez. Recluido en la Moncloa y sin contacto apenas con el exterior, en lo único que coinciden en señalar, todos los que le conocen, es que el presidente del Gobierno está "tocado" y "muy afectado". Que no es una estrategia sino una realidad. Le destroza "a nivel anímico cuando tocan a su mujer", añaden algunos. Nadie sabe qué es lo que hará Sánchez cuando el lunes anuncie su decisión y, como ya ha demostrado, en alguna ocasión es imprevisible.
Los ministros desfilan por las TV y radios pidiéndole que no renuncie, que aguante, mientras algunos hablan, como Bolaños, de "jauría de derecha y extrema derecha", como nuevo eufemismo para referirse a los medios y a los jueces que no le son afines. Un cierre de filas total en el PSOE que se evidenciará en el Comité Federal de este sábado en el que se aprobará la candidatura de la ministra de Transición Ecológica, Teresa Ribera, para las elecciones europeas. Ante la sede del PSOE se reunirán centenares de militantes llegados de todos los puntos de España.
Los partidos afines al Ejecutivo, al igual que el PSOE, le piden que aguante. "Merece la pena", exclamaba la exministra y actual secretaria general de Podemos, Ione Belarra. "No conviene irse, sería un mal ejemplo", sentenciaba el portavoz de ERC, Gabriel Rufián, en línea con Enrique Santiago, de Sumar, que "espera" que "no afecten a la institucionalidad".
¿Qué hará Sánchez?
Mientras Sánchez no se pronuncia, sólo quedan las especulaciones. Otro adicto a las golpes de efecto, Carles Puigdemont, ya ha sugerido que Sánchez podría presentar una cuestión de confianza. Es una propuesta que también apoya Ortuzar del PNV.
Se trata de un mecanismo regulado por la Constitución. La decisión recae en el Consejo de Ministros, que aprobaría presentar ante la Mesa del Congreso la cuestión de confianza. El debate es simular a uno de investidura: el presidente se encarga de defender "su programa" ante el Congreso que, 24 horas más tarde, votaría si lo avala.
No habría muchos problemas a la hora de conseguir los apoyos. Tanto el PNV, como ERC, Podemos o Sumar ya han deslizado que apoyarían la cuestión de confianza. Junts no ha despejado la incógnita pero podría inclinarse por el sí, ya que la amnistía todavía no está aprobada, ya que está encallada en el Senado. Algunos socios hablan de una "obligación de reposicionarse", que desgastaría a Puigdemont en la recta final de la campaña de las elecciones catalanas.
¿Y si dimite?
Nadie contempla el escenario de elecciones pero no descartan que Pedro Sánchez dimita. Algunas fuentes parlamentarias de algunos aliados ven a un Ejecutivo "falto de iniciativa" y con varios miembros del Gobierno "bonito" primigenio, como Nadia Calviño o Teresa Ribera, yéndose a cargos en el exterior. Algunos apuntan a que Sánchez podría tener en la recámara una posibilidad para dar "una espantada" y saltar a un cargo internacional.
El más viable es el de presidente del Consejo Europeo, que en la actualidad preside el belga Charles Michel, y que recaería en un socialista, ya que la Comisión seguiría en manos de la popular Ursula Von der Leyen. Algunos socios ven viable una dimisión de Sánchez ahora para "atar la presidencia" en su sucesora, ya que en unos meses, con la amnistía ya aprobada, no estarían seguros los votos de Puigdemont. "Una investidura tiene que ser antes de salir la amnistía", sentencian algunos partidos. Algunos de los que mejor conocen a Sánchez en el PSOE descartan que vaya a decantarse por esta salida.
El problema para Sánchez estaría en que hay un socialista en el sur de Europa que cuenta con un perfil de mayor consenso y es más transversal: Antonio Costa. El exprimer ministro portugués ha salido absuelto de la sombra de corrupción y cuenta con el aval del actual primer ministro portugués, Luis Montenegro. También Sánchez le respaldó, como dejó patente en su rueda de prensa con el primer ministro luso. "Reúne todas las cualidades", afirmó el presidente del Gobierno español hace 10 días.

