
Desde que se aprobó la Ley Trans, las feministas han denunciado numerosos casos de hombres que se han cambiado de sexo para tratar de eludir la ley de violencia de género, beneficiarse de las más de 500 ventajas de ser mujer en España o simplemente ridiculizar la polémica norma impulsada por Irene Montero. Sin embargo, hay otra corriente de hombres que lo han hecho por razones muy distintas y a los que, sin embargo, apenas se les da voz. Son aquellos que, desde hace mucho tiempo -tal vez desde que en 2004 se aprobó la no menos controvertida Ley de Violencia de Género-, dicen no sentirse identificados con la imagen que leyes y políticos -y especialmente políticas- proyectan de lo que es el hombre.
"Hay una serie de elementos que aparecen recogidos en la ley, como por ejemplo que los hombres tienen una relación de poder con las mujeres, y discursos de ministros o exministros que defienden que el hombre es un violador en potencia o que la mitad de la población ejerce violencia sobre la otra mitad. Y yo no me siento identificado con la definición de hombre como ser opresor o violador en potencia y, sin embargo, sí que me siento identificado con otras cosas que tanto los políticos como la ley asocian a las mujeres, como puede ser el tema de la empatía o de los cuidados; por ejemplo, yo ya hace casi 20 años me cogí la reducción de jornada para cuidar de mis hijos. Así que, cuando se aprobó la Ley Trans, fui al Registro y me cambié de sexo", explica Miguel Colomo, hombre biológicamente hablando y, desde hace unos meses, mujer en su DNI.
Hasta que se aprobó esta norma, aquellos que querían hacer el cambio tenían que demostrar que llevaban dos años hormonándose. Miguel nunca ha tenido la intención de hacerlo. Tampoco de cambiar de nombre o modificar su orientación sexual. Por eso, él recibió la ley de Montero como una liberación. Aun así, no comulga con muchos de sus preceptos: ni con lo relativo a los menores, ni con el hecho de apartar a psicólogos y psiquiatras cuando hay hormonación o cirugía de por medio. "En el caso de intervenciones médicas, yo creo que es imprescindible la participación de especialistas", aclara.
Para él, lo importante es que, en un mundo tremendamente ideologizado, cada cual pueda decidir libremente su identidad sexual. Y, desde esta perspectiva, defiende que todas las polémicas asociadas -el intento de eludir la Ley de Violencia de Género o aprovecharse de ciertas ventajas deportivas o laborales- lo único que revelan es que son esas otras normas las que presentan un problema. "Si no hubiera este tipo de discriminaciones en la ley, no habría nadie que, sintiéndose hombre, fuera al Registro a cambiarse de sexo para ser mujer", insiste Colomo que, además, denuncia que esas ventajas "siempre van exclusivamente en favor de un sexo".
La Ley de Violencia de Género
A su juicio, el caso más flagrante es el de la Ley de Violencia de Género. "Estoy en contra porque distingue y separa las leyes en función de unas características personales. Y eso es una ley de autor, y creo que ese tipo de leyes son muy peligrosas. Yo entiendo el concepto por el que se genera y por el que se busca proteger a ciertas víctimas, pero no entiendo que se deje fuera a parejas del mismo sexo y que se deje fuera a hombres por el simple hecho de ser hombres", explica.
En este sentido, Colomo asegura que, cuando se puso en marcha la Ley de Violencia de Género, había jueces que se limitaban a considerar como tal casos en los que se percibía de forma muy clara el agravante de género. Sin embargo, llegó un momento en que el Tribunal Supremo sentó jurisprudencia, de tal forma que cualquier agresión a una mujer por parte de su pareja o expareja se empezó a considerar violencia de género.
"Yo recuerdo un caso en el que una mujer quería seguir de fiesta con su pareja y su pareja quería irse casa. Entonces, la mujer le pegó un puñetazo, el hombre le respondió con una bofetada y ella le respondió con una patada. Lo vio la Policía y, aunque ellos no querían denunciarse, se denunció de oficio, llegó hasta el Supremo y el Supremo lo que dijo es que daba igual el tipo de pelea que estuvieran teniendo. Se asumía que el hombre tenía una posición de poder y que ejercía una opresión sobre las mujeres y que al ejercer un hombre cualquier tipo de violencia, aunque fuera igual, sobre una mujer, a él se le tramitaba por la Ley de Violencia de Género y a ella por violencia doméstica; o sea, el doble de la de la pena", lamenta. Precisamente por eso, insiste en que el problema que ahora percibimos no es culpa de la Ley Trans, sino de la discriminación que se estableció en 2004.
Oposiciones y competiciones deportivas
Lo mismo sucede cuando la polémica viene dada por unas oposiciones -para la Policía o los Bomberos, por ejemplo- en las que un hombre se cambia de sexo para obtener una ventaja. "Si se establece que la persona que tiene que asumir determinado puesto tiene que tener una cierta capacidad física, lo que es absurdo es separar las marcas para hombres y mujeres, porque si se requiere para el puesto, se requiere; no depende del sexo de la persona -sentencia Colomo-. Lo que habría que hacer, en mi opinión, es delimitar los puestos de las oposiciones por roles. El que va a desempeñar un rol administrativo o de investigación igual no tiene por qué tener unas pruebas físicas. Y los puestos que requieran cierta forma física, pues en ese caso sí habrá que pedirlas, pero que no dependan de si es hombre o mujer, sino que, de forma natural, se vayan cubriendo por la mejor persona para cada uno de los puestos".
Más complicado se antoja el tema de las competiciones deportivas. "Ahí habrá que ver cómo distinguir categorías. Puedes hacerlo por cromosomas, por testosterona o por altura, dependerá de cada caso -defiende-, pero lo que es absurdo, a partir de esta autoidentificación de sexo, es separarlos simplemente porque uno se identifique hombre o mujer. Sé que la división por sexos se hace para incentivar el deporte en grupos distintos, pero a lo mejor lo que tenemos que replantearnos es cómo estamos generando sus grupos".
Baños y vestuarios
Tampoco rehúye otro de los debates que más ha dado que hablar desde que se aprobó la Ley Trans. Con su entrada en vigor, cualquier hombre que se autoidentifique mujer puede acceder a espacios reservados exclusivamente para mujeres, lo que ha desatado las críticas de numerosos colectivos feministas. Sin embargo, para él, la solución es mucho más fácil si cabe que en los casos ya comentados. "Los baños y vestuarios deberían ser mixtos y haber cabinas individuales para duchas o para cambiarse. De hecho, yo siempre me he sentido incómodo en un vestuario compartido", reconoce Colomo, que está convencido de que, con independencia de su sexo u orientación sexual, hay mucha gente que también opina de la misma manera.
Con todo, defiende que la sociedad debe evolucionar para encontrar soluciones a los problemas que van surgiendo y, como muestra, un botón: "En Alcobendas, por ejemplo, en Valdelasfuentes, hay un vestuario para familias. De tal forma que no hay que dividirse entre la madre con las niñas al femenino y el padre con los niños al masculino, que si falta uno de los dos ya es un problema. Así que yo lo que creo es que debemos seguir evolucionando". Una evolución que, además, defiende que debería comenzar por el propio Documento Nacional de Identidad. "Que aparezca el sexo en el DNI me parece un atraso, y creo que debería desaparecer como como ya desapareció el estado civil o la profesión".
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