
Esta semana, el presidente de Castilla-La Mancha, Emiliano García-Page, dio un paso más en su distanciamiento de Pedro Sánchez. Tras presenciar el enfrentamiento entre Leire Díez y Víctor de Aldama, el barón socialista pidió al presidente del Gobierno que adelante las elecciones. No fue una declaración improvisada. Este viernes, tras la Conferencia de Presidentes, reiteró su postura al afirmar que "ni los ayuntamientos ni las autonomías pueden ser rehenes de la tensión política". O dicho de otro modo: los alcaldes no deben pagar el pato de la corrupción y los escándalos que rodean a Pedro Sánchez.
La tensión entre el secretario general del PSOE y el líder de los socialistas castellano-manchegos se hizo evidente durante la Conferencia. Tras el posado oficial, Sánchez le dio la espalda, y ya en el interior, lo interrumpió cuando se excedió del tiempo asignado tanto en su intervención inicial como en el turno de preguntas. "Hombre, pensaba que esta vez no se me iba a quitar la palabra", exhaló García-Page con resignación. En su entorno le restan importancia, pero desde el PP, varios barones calificaron el momento como "tenso". "Evidencia la crispación interna", afirmó el presidente de Castilla y León, Alfonso Fernández Mañueco a su salida.
"Miedo" en el PSOE
El clima en el PSOE no es el más propicio desde que García-Page pidió elecciones. Tampoco desde que figuras como el exdiputado Eduardo Madina lanzaron críticas contra Sánchez y su asesora Leire Díez. "El que faltaba del cuarteto de los resentidos", replicó el ministro de Transportes, Óscar Puente.Page salió este viernes en defensa de Madina, asegurando que "nota mucho nerviosismo, y a veces miedo", entre los sanchistas. Incluso llegó a censurar a Puente, afirmando que los insultos "son malos entre adversarios, y peores entre aliados". Pero su crítica iba más allá: "Hoy me duele ver que centenares de personas no se sienten identificadas con la socialdemocracia actual", sentenció.
Distanciándose en programa
Lo cierto es que el discurso de Page marca distancias claras con Sánchez. Le exigió una fecha y una propuesta concreta sobre financiación autonómica, pidió que se aplique la "política antiokupas" que Castilla-La Mancha trasladó al Gobierno, y advirtió que, si se sigue negando el problema, presentarán la propuesta directamente en el Congreso de los Diputados como iniciativa progresista. Aunque la parte más sorprendente fue su rechazo al plan para triplicar la inversión en vivienda que Sánchez pretendía aprobar. A pesar de ser una comunidad gobernada por el PSOE, Castilla-La Mancha se descolgó de un plan que sí han apoyado Asturias, País Vasco, Navarra, Canarias y Cataluña.
Desde el Gobierno aseguran que no fue una sorpresa. Cuando Sánchez anunció su plan mediante una carta a todos los presidentes autonómicos, Page se puso en contacto con el Ministerio de Vivienda para comunicar que rechazaría la propuesta por falta de recursos. El plan exige que las comunidades aporten un 40 % de la inversión, y Castilla-La Mancha considera que está infrafinanciada. Durante la rueda de prensa posterior, la ministra Isabel Rodríguez pidió al barón que "reconsidere su postura".
La relación entre Sánchez y Page es, según fuentes próximas al barón, "inexistente". A sus críticas por los pactos con Junts o Bildu se suman ahora su oposición a cesiones como el posible cupo catalán, y su alarma ante el clima político actual. "Estamos en un callejón sin salida", lamentó García-Page, que considera que "España es un puzzle roto, con muchas piezas averiadas", y "prisionera de un ambiente de frentismo asfixiante". La distancia entre Sánchez y García-Page no hace más que crecer.

