
Después de siete meses, Francesco Arcuri ha recuperado por fin a su hijo este viernes. Pasado el mediodía, el exmarido de Juana Rivas ha abandonado el complejo judicial de La Caleta en su coche junto con el pequeño Daniel, sin que los medios de comunicación hayan podido captar imagénes de la salida. La juez ha conseguido así su propósito de evitar la sobreexposición "innecesaria" a la que fue sometida el pasado martes, cuando se vio obligada a suspender la entrega por el bochornoso espectáculo orquestado por la propia Rivas y su consejera áulica, Paqui Granados.
"Ha ido mucho mejor de lo que esperábamos. La entrega a Francisco ha sido bastante ágil desde el momento en que ya el elemento disruptor ha desaparecido del entorno", asegura el abogado del padre, Enrique Zambrano, que, además, ha revelado que, lejos de lo que cabría pensar, el niño estaba tranquilo y contento. "Lo único que puedo decir es que estamos muy satisfechos, porque el niño se iba muy, muy contento. Y muy cansado también, pero iba contento", apunta, enfatizando este extremo ante los posibles escépticos. "Hemos estado en un ambiente muy relajado y el menor iba contento... Es que si os digo otra cosa sería mentiría, y hemos estado bastantes personas de testigo de los últimos momentos", ha insistido Zambrano.
Según ha podido saber Libertad Digital, la intención de Arcuri es viajar inmediatamente a Italia e intentar recuperar la normalidad con su hijo, quien justo antes de aterrizar en España para pasar las vacaciones de Navidad con su madre declaró ante la Justicia italiana y "mostró claramente un sincero y fuerte apego a la vida que hasta el 22 de diciembre de 2024 tenía con su padre". Ahora, Juana Rivas se enfrentará a un nuevo delito de sustracción de menores, después de que la Audiencia Provincial de Granada decidiera este jueves investigarla una vez más por secuestrar al niño "sin importarle el impacto psicológico sobre él"
Una entrega sin cámaras
Tal y como la magistrada había establecido, Rivas y Arcuri llegaron a primera hora de la mañana "en vehículo particular y no a pie" y entraron directamente por el garaje. La de Maracena llegó acompañada del pequeño Daniel y de su abogado, ya que el auto le advertía claramente de que no podía acompañarla nadie más. El objetivo de la juez no era otro que dejar fuera de juego a Granados y a su hijo mayor, quienes habrían jugado un papel fundamental a la hora de manipular al menor.
La directora del Centro de Atención a la Mujer de Maracena fue precisamente la que llevó la voz cantante en el bochornoso espectáculo vivido el pasado martes a las puertas de este mismo Punto de Encuentro. "¡Dilo! ¡Habla ahora! ¡Di lo que tengas que decir!", le espetó al niño tras someterle a un "innecesario" paseíllo, como lamentó la juez, frente a decenas de cámaras y periodistas. El menor, de 11 años, gritó entonces en referencia a su padre: "¡Me quiere matar!".
Su hermano Gabriel también formaba parte de la comitiva que acompañó a Juana Rivas. Su presencia también podría haber contribuido a presionar a Daniel, puesto que, tal y como concluyó la Justicia italiana, él habría sido el principal "abducido" por su madre, una mujer a la que las reiteradas sentencias describen como una mujer con un "funcionamiento psíquico severamente patológico", que manifestaba "grandes habilidades manipuladoras hacia los menores".
No en vano, ni psicólogos ni jueces han dado nunca credibilidad a sus acusaciones, porque jamás se han encontrado pruebas, porque su actitud nunca ha casado con sus palabras y porque ha quedado constatado que el secuestro perpetrado por Juana Rivas —por el que fue condenada en sentencia firme— "favoreció la estructuración de un proceso de alienación de la figura paterna".
Según los Servicios Sociales, además, esta situación generaba en el padre "una enorme dificultad en la gestión de las relaciones con los niños", porque cualquier palabra o actitud o comportamiento venía "instrumentalizado y manipulado" y corría el riesgo de que todo lo que dijera e hiciera fuera utilizado en su contra. Pero, además, en el caso del pequeño Daniel, él mismo ha llegado a denunciar la presión que su madre ejercía sobre él para que dijera cosas que no eran ciertas.
Las declaraciones de Daniel en Italia
"Me obligó a hacer vídeos, me obligó a decir que quiero vivir allí (en Granada), pero yo no quiero vivir allí, yo quiero vivir aquí", dijo insistentemente el menor ante el juez italiano y ante los profesionales que siguen su caso en Cagliari, a los que, además, les confesó que su madre había aprovechado las últimas vacaciones de verano para llevarle a varias psicólogas para tratar de predisponerle contra su padre.
Al no conseguirlo, una vez que el menor ya estaba en Carloforte, Rivas presentó unas capturas de pantalla de supuestos mensajes de su hijo pequeño, en los que éste le pedía ayuda "frente a una escalada de conductas cada vez más graves" por parte de su exmarido. La jueza rechazó, sin embargo, tales pruebas, tras pedirle a uno de los educadores que hablase con el menor para indagar si era cierto. El niño aseguró entonces "que él no había escrito tales mensajes, que en realidad habían sido escritos por la madre, usando aplicaciones y el sistema de capturas de pantalla para cambiar las fechas".
Por todo ello, la Justicia italiana corroboró finalmente que Juana Rivas no solo dificulta la "relación afectiva con el padre", sino que, además, "mina la serenidad" de sus hijos, sobre los que ejerce un "profundo daño psicológico". Por eso, con el fin de limitarlo al máximo posible, no solo le otorgó la custodia a Francesco Arcuri, sino que, además, limitó las visitas de la madre.

