Libertad Digital
Poca información se tiene acerca de su utilización, aunque, según los informes de la ONU, Irak ensayó en 1987 la explosión de una bomba radiológica, pero abandonó sus proyectos de desarrollar más porque los niveles de radiación que generaban no eran lo suficientemente mortales.
A menudo se confunde con las bombas nucleares, pero estas implican una compleja reacción nuclear de fusión y son mil veces más devastadoras. Las armas nucleares constituyen el paradigma de las armas de destrucción masiva. De su utilización resulta la aniquilación total de una amplia zona alrededor del punto de impacto, además de quedar contaminada radiactivamente durante generaciones una región mucho mayor en extensión. Por esas especiales características no es posible distinguir el impacto estrictamente medioambiental de las armas nucleares, aunque es obvio que no existe armamento más letal para el medio ambiente que el nuclear.
Existen tres tipos fundamentales de bombas nucleares: La bomba atómica (bomba A), utilizada en Hiroshima y Nagasaki, basada en la fisión nuclear; la bomba de hidrógeno o termonuclear (bomba H), basada en la fusión nuclear, con una potencia entre mil y cuatro mil veces mayor que la bomba A; y, la bomba de neutrones o de radiación intensiva (bomba N), variante de la bomba H pero con un poder de irradiación mucho mayor para la misma potencia.
Los efectos cualitativos más importantes de las bombas nucleares, que varían según el tipo y potencia de la bomba, son: onda de choque: rápido aumento de la presión y temperatura ambiente, al producirse la explosión; pulso térmico: aumento del calor y las radiaciones ultravioletas, en el momento de la explosión; pulso electromagnético: emisión de radiación gamma y diferencias de potencial de miles de voltios; y las emisiones radiactivas: causantes de las lluvias radiactivas en el lugar de la explosión y posteriormente en cualquier otro lugar.
En consecuencia, las explosiones nucleares conllevan impactos medioambientales que incluyen la lluvia radiactiva, la contaminación radiactiva de aguas subterráneas y cadenas tróficas, la destrucción de la cubierta vegetal y de la capa de ozono, y además es capaz de provocar graves alteraciones irreversibles del material genético de poblaciones enteras transmisibles de generación en generación.
A menudo se confunde con las bombas nucleares, pero estas implican una compleja reacción nuclear de fusión y son mil veces más devastadoras. Las armas nucleares constituyen el paradigma de las armas de destrucción masiva. De su utilización resulta la aniquilación total de una amplia zona alrededor del punto de impacto, además de quedar contaminada radiactivamente durante generaciones una región mucho mayor en extensión. Por esas especiales características no es posible distinguir el impacto estrictamente medioambiental de las armas nucleares, aunque es obvio que no existe armamento más letal para el medio ambiente que el nuclear.
Existen tres tipos fundamentales de bombas nucleares: La bomba atómica (bomba A), utilizada en Hiroshima y Nagasaki, basada en la fisión nuclear; la bomba de hidrógeno o termonuclear (bomba H), basada en la fusión nuclear, con una potencia entre mil y cuatro mil veces mayor que la bomba A; y, la bomba de neutrones o de radiación intensiva (bomba N), variante de la bomba H pero con un poder de irradiación mucho mayor para la misma potencia.
Los efectos cualitativos más importantes de las bombas nucleares, que varían según el tipo y potencia de la bomba, son: onda de choque: rápido aumento de la presión y temperatura ambiente, al producirse la explosión; pulso térmico: aumento del calor y las radiaciones ultravioletas, en el momento de la explosión; pulso electromagnético: emisión de radiación gamma y diferencias de potencial de miles de voltios; y las emisiones radiactivas: causantes de las lluvias radiactivas en el lugar de la explosión y posteriormente en cualquier otro lugar.
En consecuencia, las explosiones nucleares conllevan impactos medioambientales que incluyen la lluvia radiactiva, la contaminación radiactiva de aguas subterráneas y cadenas tróficas, la destrucción de la cubierta vegetal y de la capa de ozono, y además es capaz de provocar graves alteraciones irreversibles del material genético de poblaciones enteras transmisibles de generación en generación.
