La invasión rusa de Ucrania ha cumplido su primer aniversario. El regreso de la guerra a Europa y el renacimiento de Rusia como la gran amenaza para la estabilidad del continente ha traído consigo cambios de todo tipo. Buena parte de los países europeos han hecho examen de conciencia sobre las políticas internas y externas que han llevado a cabo en las últimas décadas y tratan de corregir a marchas forzadas algunos de los errores del pasado.
Uno de esos cambios ha sido el refuerzo de la seguridad en el Este de Europa. Países que en buena parte fueron parte de la antigua Unión Soviética o del Telón de Acero y que se sienten seriamente amenazadas por los impulsos del Kremlin de volver a tener bajo su control unos países que volaron en libertad tras el colapso de los regímenes comunistas en Europa y que se unieron a instituciones occidentales como la Unión Europea o la OTAN.
La anexión unilateral de Crimea en 2014 y la doctrina de la Rada Suprema rusa que permite a Moscú las intervenciones militares en otros países si hay minorías rusas en peligro provocó el pánico en muchos de los socios de la OTAN y desencadenó la primera configuración del muro anti-Rusia de la Alianza Atlántica. La invasión rusa de Ucrania iniciada el pasado 24 de febrero de 2022 ha disparo exponencialmente el refuerzo de las posiciones militares disuasorias.
El día antes de la invasión, la OTAN tenía desplegados batallones multinacionales en cuatro países del Este para tratar de frenar una posible invasión rusa. Se trataba de Estonia, Letonia, Lituania y Polonia. Además, tenía cazas desplegados en Estonia, Lituania y Rumanía (con aviones de diferentes países que acudían en turnos de rotación). A esto, se unían sus despliegues marítimos permanente en aguas del Mar Báltico y en el Mar Mediterráneo y el Mar Negro.
Doce meses después de la invasión, ese despliegue en la Europa del Este se ha multiplicado. De los cuatro batallones multinacionales (cuyo número de efectivos se ha reforzado considerablemente) se han pasado al doble. A los situados en las tres pequeñas repúblicas bálticas y Polonia, se han unido nuevos en Eslovaquia, Hungría, Rumanía y Bulgaria. De esta protegida el área norte limítrofe con Rusia se ha pasado a proteger casi toda el área exterior de norte a sur de la UE y la OTAN.
También se ha visto ampliado la presencia de aviones de combate destinados al control aéreo aliado a Bulgaria, que pidió ayuda a los países de la OTAN en un momento en el que se encuentra en plena renovación de su fuerza aérea. A esto, se ha unido el progresivo despliegue de baterías de misiles antiaéreos y sistemas de radares en Estonia, Letonia, Lituania, Polonia, Eslovaquia y Rumanía.
El despliegue de EEUU en el Este de Europa
De manera paralela, y ante la amenaza rusa, Estados Unidos también tenía desplegados en Europa del Este un importante número de efectivos, que llegaron también a la zona tras los sucesos en Ucrania de 2014 y como fruto de la presión de los países del Este que se sentían amenazados por el espíritu expansionista de Moscú.
Más allá de su colaboración en los batallones multinacionales, tenía un despliegue de más de 6.000 militares, más de 2.700 vehículos (blindados, carros de combate...) y unas 60 aeronaves (cazas, aviones de transporte, helicópteros…). Los cazas estaban desplegados en Letonia, Polonia y Rumanía. Las tropas terrestres en Rumanía, Bulgaria y cuatro bases militares de Polonia (Skwierzyna, Zagan, Swietoszow y Boleslawiec).
Pocos meses después del inicio de la guerra, y coincidiendo con la celebración de la Cumbre de la OTAN en Madrid, el Gobierno de Washington anunció el aumento del despliegue de efectivos militares en toda Europa. En lo que al Este se refiere, la primera medida fue aumentar de forma considerable el número de tropas terrestres desplegadas en Polonia, Rumanía y Bulgaria.
Aumentó el número de aviones y cazas desplegados en Letonia y Rumanía y, de manera paralela, ha enviado un grupo de aeronaves de combate que prestan servicio de apoyo aéreo sobre los cielos tanto de Eslovaquia como de Hungría.