
Anda gestando Reynaldo Sietecase (Rosario, Argentina, 1961), uno de los periodistas y escritores más prestigiosos de Argentina –entrevistado en LD ya en 2019 con motivo de la publicación de su primera antología poética en España–, una novela nueva y otro libro despojado de ficción. Sus historias, carnívoras, violentas, pasionales y políticas, se han convertido en carne del séptimo arte: la adaptación cinematográfica de Un crimen argentino lo está petando y, además, una productora española acaba de comprar los derechos de No pidas nada. Supervisados por su gato Teo, LD conversa con el alma máter de La inmensa minoría, el exitoso magacín que se emite en Radio con Vos, sobre cómo van las cosas allá, sobre democracia, periodismo y, claro, sobre cómo nos ven a diez mil kilómetros de distancia.
P: Señor Sietecase, ¿sigue siendo el abandono la gran marca argentina?
R: El abandono caracteriza al argentino del litoral, al argentino inmigrante que vino de los barcos y que, en general, produjo una "poética del abandono". Jung y Freud dicen que el mamífero humano es el único que, si es abandonado, tiene grandes posibilidades de morir. El miedo al abandono es constitutivo del ser humano y, en particular, es una marca argentina. La mayoría de los poetas, sobre todo, del tango, que son posteriores al 20 y al 30, tuvieron multiplicidad de abandonos: el de la patria, el de la familia y, en el caso de los italianos, el de la lengua. Sí, hay algo de eso en cierta poética que está en la música, en el arte e incluso en el teatro, ¿no? Uno ve a Darín y no lo ve como un comediante, sino como a alguien que cuenta el desgarro.
P: ¿Y en la política?
R: Tenemos todos los vicios y las virtudes de la mezcla del español y del italiano. Somos apasionados, caóticos y desordenados. Creo que los españoles, cuando vienen a Argentina, se dan cuenta de que, aun con la complejidad que tiene el peronismo…
P: ¿Qué narices es el peronismo?
R: Es un elemento disruptivo, difícil de explicar. Una fuerza política que tiene setenta años de vigencia y que acoge en la misma casa a sectores de izquierdas, de derechas, liberales, progresistas, populistas… Y aun con esa complejidad, creo que los españoles, acá, no se ven tan apabullados: hay cosas que son comunes. Uno ve lo que pasa en Italia, por ejemplo, y Argentina no es tan diferente. El modelo argentino es parecido al español y al italiano.
P: El Mundo, 14 de marzo de 2023: "Argentina supera en un mes toda la inflación anual de España". ¿Qué le ocurre al paciente?
R: Es casi inexplicable: Argentina tiene el 102% de inflación anual. El mes pasado, tuvo 6,6% de inflación mensual: es lo que tienen los países de América Latina o los europeos en un año. No soy especialista en economía, pero Argentina tiene una economía bimonetaria, todo el mundo huye del peso. Es raro un país en el que su población no quiere su moneda, y eso lo hace todo más difícil a la hora de planificar y de ordenar. Creo que Argentina debiera tener un plan de acá a diez años para bajar la inflación. Para eso, hacen falta consensos políticos y acuerdos. Es obvio que hay que gastar menos de lo que entra, hay que emitir menos monedas, pero, a su vez, hay problemas que son estructurales de la Argentina que generan inflación. Y eso necesita proyectos a largo plazo. La inflación la puedes bajar de un shock, pero las consecuencias podrían resultar catastróficas.
P: Como dijo Kuznets, "hay cuatro clases de países: desarrollados, en vías de desarrollo, Japón y Argentina".
R: Porque Japón, sin recursos, tiene un modelo de desarrollo extraordinario, y Argentina, con todos los recursos, no tiene un desarrollo armónico. Es como un misterio Argentina.
P: Orson Welles, en El tercer hombre: "En Italia, en treinta años de dominación de los Borgia, hubo guerras matanzas, asesinatos... Pero también Miguel Ángel, Leonardo y el Renacimiento. En Suiza, por el contrario, tuvieron quinientos años de amor, democracia y paz. ¿Y cuál fue el resultado? ¡El reloj de cuco!". ¿Eso les pasa a ustedes?
R: Un poco, es verdad. Argentina, en medio del caos, produce cosas maravillosas: Borges, Messi, Maradona, Piazzola, Barenboim… No sé qué relación hay entre el arte y la actualidad política. Brecht decía: "En los tiempos sombríos, ¿se cantará también?". Y se respondía: "También se cantará sobre los tiempos sombríos". Siempre alguien canta. En Argentina, se puede ver el vaso medio vacío si te fijas en la economía. Pero, ahora, en este año, se cumplen cuarenta años de democracia. Es el periodo más largo de democracia en la historia de Argentina. Y en derechos sociales ha habido un avance extraordinario. Sin embargo, en materia socioeconómica, cada vez es más pobre, más indigente, cada vez es mayor la degradación educativa. Es muy extraño… (Piensa) En derechos humanos, es ejemplar la política de Argentina en cuanto a juzgar crímenes de Estado. Pero, paralelamente, cuando ves qué ha pasado a nivel socioeconómico, los cuarenta años de democracia han sido para peor. Por eso digo que es un país muy singular. Ojalá, en algún momento, fuéramos más normalitos (risas).
P: Por cierto, ¿qué les llega a Argentina de la situación política que vivimos en España?
R: Yo soy periodista y estoy más atento a todo lo que pasa. Vi, con mucha atención, todo el proceso de Podemos y el de Vox. En América, la derecha no democrática tiene características mucho más violentas que en Europa. Es probable que tengamos que terminar defendiendo la democracia, aun con todos sus defectos, como bastión que garantiza la libertad. Aun con todos sus problemas, la democracia no satisface a todos, no garantiza ni trabajo digno ni vivienda digna, al menos, en América… pero hay que revertir el proceso de descreimiento en la democracia. Uno puede defender la libertad con la panza llena, pero cuando tienes un 40% de pobres, de repente, te puede aparecer un Bukele, como apareció en El Salvador, presume de mano dura, mete presos, supuestamente, a los delincuentes, y crece el riesgo de que, a cambio de más seguridad y de una cierta renta básica, se limite la libertad. Para mí, es el gran riesgo que tiene la democracia en este continente.
P: Hablemos de libertad de prensa: ¿usted ha dicho o escrito siempre lo que ha querido?
R: Sí, sí. La verdad es que, en ese aspecto, aquí se dice todo. Después, se puede discutir, y me parece necesario, porque estamos más atrasados que los países occidentales de Europa, es la regulación de la cantidad de medios que tienen las empresas. Para mí, no puede haber grupos que tengan posiciones dominantes, porque terminan siendo factores de poder. Es una discusión que cuesta mucho. Aquí, hace unos años hubo una ley de medios, después se derogó… Debería haber una ley de consuelo y decir: "¿Cuál es el mapa de medios que la democracia permite para que las cosas funcionen bien?". En general, en América Latina hay grandes grupos concentrados: aquí es Clarín; en México, Televisa; en Brasil, O Globo… Me parece que con tener las regulaciones que tienen los países occidentales, como la española o la estadounidense, ya sería revolucionario en América Latina.
P: ¿Se confunde la autocensura con la prudencia?
R: No lo sé. No veo que haya mucha autocensura en Argentina, creo que hay bastante libertad. Luego están los condicionamientos que pueda tener alguien en un medio privado que tenga intereses particulares. La lógica de la grieta, como se llama aquí en Argentina, ha hecho que haya medios que estén muy segmentados. Yo los llamo "periodismo para la hinchada": muchos mensajes son emitidos para ratificar los prejuicios que ya tienen los oyentes, los televidentes, los lectores…
P: Y a usted le ubican en "Corea del Centro".
R: A mí no me gusta mucho el nombre, pero entiendo la lógica por la cual hay gente que me ubica ahí: están Corea del Norte, Corea del Sur, y un sector pequeño del periodismo que transita tratando de salirse de esa lógica, de romper con la hinchada. A ver, si nosotros vamos a un partido de fútbol, y tu equipo ganó al mío por 2 a 1, yo puedo hacer la crónica que quiera, pero el resultado es 2 a 1, perdimos. Aquí se cambia el resultado: la verdad dejó de ser importante en un punto. La verdad era algo que no se tocaba y, en algún momento, eso se quebró: para contentar a la hinchada, a mi público, se empezó a falsear los hechos.
P: ¿Le sigue entusiasmando el ejercicio del periodismo?
R: Sí, pero un poco menos. Estoy un poco agotado de esta lógica binaria. Me parece perezosa. La realidad es muy compleja. Me resisto a categorizar las cosas en buenos y malos, y empiezo a tener cierto desgaste en esa mirada. Por suerte, encontré el refugio de la literatura, que me ha permitido ir y venir, ir y venir… Trato de plantear, no solamente yo, somos muchísimos los que tratamos de escaparnos de esta lógica del bueno y el malo, que la realidad es mucho más compleja. Eso implica un esfuerzo que, además, no suele estar recompensado por la audiencia. Las audiencias se sienten más cómodas con la simplificación. A veces, me dicen en la televisión: "Hacé trazo grueso". ¡No, a mí me pagan para hacer trazo fino! Yo intento hacer otra cosa. Es mi camino, y no sé ni siquiera si es el mejor. No quiero dictar clases de ética ni de moral a nadie.
P: ¿En qué fregaos literarios anda metido?
R: Estoy con una novela terminada que espero publicar a fin de año, con otro libro de no ficción… Siempre estoy tratando de escribir.
P: Y, para finalizar, ¿tiene previsto visitar España a corto plazo?
R: Ojalá. Se vendieron los derechos de mi última novela, No pidas nada, a una productora española. Es una buena excusa para viajar.

