Muchos en Occidente han celebrado la caída del régimen de Bashar al Asad –sin duda uno de los más criminales del mundo y ya está empezando a comprobarse con las escalofriantes imágenes de sus prisiones– como si fuese a dar paso a una democracia comparable con la Suiza y también como si hubiese sido el último episodio de la guerra civil que ha arrasado el país durante trece años.
Sin embargo, por mucho que el final del poder de Asad sea, es cierto, algo bueno, también está muy claro que es muy complicado que ninguna de las dos cosas que comentábamos arriba ocurran: es casi imposible que Siria se convierta en una democracia y es bastante difícil que la guerra civil acabe aquí.
Hay varias razones para ello y la principal es la propia estructura social, religiosa y étnica del país: Siria es un país creado sobre un mapa y en el que se une un conglomerado de grupos no sólo diferentes sino en muchos casos frontalmente opuestos unos a otros. Así, según el World Factbook de la CIA hay un 50% de población árabe, pero además un 15% de alauitas, un 10% de kurdos, otro de levantinos –un término que hace referencia a los naturales de esa zona de Oriente Medio – y otro 15% en el que se incluyen drusos, ismailíes, asirios, ramas del alauismo, nusairíes, turcos, armenios…
Esas divisiones se trasladan a los grupos que formaban lo que hasta ahora era la oposición armada al régimen de Asad: varias grandes coaliciones formadas por otras coaliciones, cada una de las cuales agrupa a decenas de entidades que pueden ir cambiado de aliados, e incluso de frente, según las circunstancias de cada momento.
Ya en los primeros momentos de la guerra civil, hace más de una década, un informe del Institute for the Study of the War explicaba cómo se estaban atomizando las fuerzas de la oposición en muchos grupos que en ocasiones competían entre ellos y que a veces incluso eran poco más que un líder que reunía a una serie de seguidores e iba cambiando de nombre –y de amigos y enemigos– según las circunstancias. Y desde entonces la situación no ha hecho sino complicarse.
Cuatro grandes coaliciones de coaliciones
Un informe de Alma, un centro educacional y de estudios sobre Oriente Medio, distinguía cuatro supercoaliciones de importancia fundamental dentro de lo que hasta este domingo era la insurgencia siria. A su vez, cada una de ellas está compuesta por otras coaliciones cada una de las cuales agrupaba a decenas de grupos menores.
Hayat Tahrir al-Sham (HTS) es el grupo que ha liderado la ofensiva y cuyo líder, Mohammed Al-Jolani, es el nuevo hombre fuerte país. Se trata de una organización que, tal y como se ha contado ya, está considerada una organización terrorista y que de hecho nació como una rama de Al Qaeda, aunque Al-Jolani se desvinculase posteriormente de la internacional del terrorismo montada por Ben Laden.
Se trata en realidad de un paraguas bajo el que Al-Jolani ha convencido a muchos grupos para integrarse. La mayor parte de estas organizaciones, aunque no todas, son salafistas, es decir, tienen una visión extraordinariamente extremista del islam y están dispuestos a imponerla por las armas.
HTS operaba hasta ahora en la región de Idlib, en el noreste de Siria, desde donde ha lanzado, de hecho, la ofensiva que les ha llevado a derrotar a Asad en una campaña relámpago. Controlaban esa zona hasta el punto de ejercer desde hace años el gobierno de facto, por supuesto con acusaciones claras sobre abusos de los derechos humanos.
A su vez, HTS es parte de una supercoalición, el Comando de Operaciones Conjuntas Al-Fatah Al-Mubin que incluye otras docenas de organizaciones y que dispone de decenas de miles de combatientes. Entre los miembros de esta habría bastantes que no compartirían la ideología salafista del HTS, pero sí han accedido a colaborar en lo militar.
Ejército Nacional Sirio
El Ejército Nacional Sirio (SNA, por sus siglas en inglés) es también un paraguas en el que se engloban docenas de grupos. Hasta el momento ha operado sobre todo en el norte de Siria y ahora se ha alineado con el gobierno interino.
Controlaban áreas cercanas a la frontera con Turquía y, durante la campaña lanzada en las últimas semanas por HTS y sus aliados, ellos lanzaron su propia ofensiva que les llevó también a avanzar hacia el sur.
El SNA es el grupo de facciones que han sido apoyadas por Erdogán en su intento de expandir su influencia hacia el sur. Según informa Alma han recibido no sólo dinero y apoyo político, sino también armamento, datos de inteligencia, suministros. A cambio, entre otras cosas, han colaborado con el ejército turco en campañas contra los kurdos y hay informes de que en su avance hacia el sur han forzado a muchos kurdos a dejar las zonas que conquistaban.
Se estima que cuenta con varias decenas de miles de combatientes que, eso sí, se dividen en otras coaliciones y alianzas como el Frente Nacional de Liberación, el Ejército Libre Sirio o el Movimiento de Construcción y Liberación, que al parecer mantienen, al mismo tiempo que su alianza sobre el terreno, numerosas divergencias y rivalidades.
Fuerzas Democráticas Sirias
Este conjunto de grupos está formado por kurdos y miembros de otras minorías, aunque también hay árabes. Se cree que cuentan con decenas de miles de combatientes, han participado en la reciente ofensiva y se les considera importantes de cara al escenario post-Asad.
Su más potente contingente militar son las Unidades de Protección del Pueblo, una milicia kurda que ha recibido el apoyo de Estados Unidos y que se creó en 2014 durante las luchas contra el ISIS. Sólo este grupo tendría unos 50.000 hombres.
También parte de esta coalición y también kurdo es uno de los grupos más llamativos de todo este escenario: las Unidades de Protección de las Mujeres, compuestas sólo por mujeres y que se curtieron también en la lucha contra el ISIS.
A estos dos grupos habría que unirles otros menores entre los que el más importante es el Ejército de Revolucionarios (Jaysh al-Thuwar) que incluye kurdos, árabes y turcos que se unen en distintas facciones dentro de ese paraguas.
Comando de Operaciones del Sur
En este caso se trata de grupos que han aparecido recientemente, dentro del escenario de debilidad extrema del régimen. Está formados mayoritariamente por musulmanes sunís y drusos y, unidos bajo este nombre, han llegado a tomar en control de varias ciudades y de una buena parte del sur de Siria, incluyendo la frontera con Israel.
Algunas de estas fuerzas fueron parte durante otras etapas de la guerra del Ejército Libre Sirio, pero en la zona también hay grupos yihadistas que incluso llegaron a asociarse con el ISIS. Por el momento, no está claro con quién se han alineado estas fuerzas y muchas de ellas podrían, siempre según los expertos de Alma, estar esperando ver cómo evolucionan los acontecimientos para decidir qué curso de acción tomar.
¿Se ha acabado la guerra civil?
Cómo puede verse, el panorama es extremadamente complicado, el HTS y sus aliados se han hecho con el poder en Damasco más por la implosión total del régimen que por su propio empuje militar y, desde luego, aunque son de los más fuertes, nadie cree que lo sean lo suficiente como para controlar el país por las malas.
Y lo mismo puede decirse de todos los demás grupos y conglomerados de grupos: la paz en el país tiene que pasar por tanto por el consentimiento de muchos, porque todos reciban una cuota de poder suficiente y porque los que a priori son enemigos íntimos y en muchos casos están financiados y respaldados por potencias extrajeras con intereses enfrentados se entiendan al menos hasta un cierto punto. ¿Imposible? Quizá no lo sea sobre todo tras casi catorce años de devastadora y agotadora guerra civil, pero desde luego fácil no es. Además, la experiencia en otros países con situaciones similares –el Irak post-Sadam, Líbano o el Afganistán entre los dos gobiernos talibanes– no invita al optimismo.