El secretario de Defensa de Estados Unidos, Pete Hegseth, ha asegurado que su país no tiene intención de entrar en una guerra con Irán, pero subraya que Washington reaccionará con "rapidez y decisión" si sus intereses se ven comprometidos tras el bombardeo efectuado horas antes contra instalaciones nucleares iraníes.
La ofensiva, bautizada como Operación Martillo de Medianoche, ha sido calificada por Hegseth como un "éxito aplastante" y ha causado, según sus palabras, la devastación total del programa nuclear iraní. En una comparecencia junto al jefe del Estado Mayor del Ejército, el general Dan Caine, ambos han detallado el alcance y desarrollo de una operación que ha movilizado a más de 125 aeronaves y que, según subrayan, ha logrado su objetivo principal gracias al factor sorpresa. Algo en lo que no coinciden las autoridades iraníes, que han minimizado el ataque de Trump al asegurar que "llevaban varias semanas" esperándolo.
Según han explicado desde el Pentágono, el ataque se centró en tres enclaves: Natanz, Isfahán y, sobre todo, Fordo. Para alcanzar esta última, considerada una de las instalaciones más fortificadas de Irán, se emplearon por primera vez bombas de alta penetración Massive Ordnance Penetrator (MOP GBU-57).
Además, han dado especial protagonismo a siete bombarderos B-2 que despegaron desde Washington y recorrieron miles de kilómetros con varias escalas de reabastecimiento antes de ejecutar el ataque, en torno a la 01:10 horas de la madrugada del domingo (hora peninsular española). De acuerdo con los datos ofrecidos, se lanzaron unas 14 bombas MOP sobre Natanz y Fordo, y un submarino estadounidense que disparó más de 24 misiles Tomahawk contra la instalación de Isfahán.
Veinte minutos después de iniciarse los bombardeos, los B-2 abandonaron el espacio aéreo iraní sin que, según el general Caine, se detectara ningún intento de defensa aérea por parte de Irán ni actividad de sus cazas, lo que atribuyó al éxito del engaño táctico: una maniobra de distracción con bombarderos volando sobre el Pacífico como "señuelo".
Aunque los responsables del Pentágono insisten en que aún no existe una evaluación definitiva del alcance de los daños, Caine ha indicado que los ataques han provocado daños "extremadamente severos" en las tres instalaciones.