Colabora

Gaza, ante un mes decisivo: Trump intenta poner en marcha la segunda fase de su plan y Hamás se complica el futuro

Casi dos meses tras la firma del acuerdo de paz entre Hamás e Israel la situación en Gaza es muy complicada, pero nada parece definitivamente perdido.

Netanyahu y Trump en el despacho oval de la Casa Blanca. | EFE

Cerrada, aunque sea sólo por el momento y de forma parcial, la lucha entre Hamás e Israel, La realidad de Gaza es cuanto menos confusa: el día a día es mucho mejor que en las fases agudas del conflicto, pero dista mucho de ser ideal y es más realista hablar de guerra de baja intensidad –o no tan baja, hay cientos de muertos desde el 9 de octubre– que de paz, pues los choques entre Israel y los terroristas se suceden prácticamente a diario, la banda criminal islamista ha impuesto su ley a sangre y fuego en el terreno de la Franja en el que no está el ejército israelí y el plan de paz parece completamente paralizado.

Por otro lado, la lenta entrega de los cadáveres de secuestrados por Hamás se ha prolongado mucho más en el tiempo de lo acordado y, de hecho, todavía queda un cuerpo por devolver a su familia, con lo que esa primera parte del acuerdo no se ha cumplido del todo, no está claro si por falta de voluntad de la banda terrorista o, como parece más probable, porque una vez más se comprometieron a algo que no podían cumplir, al menos en un plazo razonable.

Sin embargo, y esto es importante más allá de que nos pueda parecer el empeño de un personaje cuanto menos estrambótico como Donald Trump, el presidente americano sigue convencido de la viabilidad de su plan, la frágil paz en Gaza es su mayor logro en política exterior y su administración está trabajando en el inicio de la segunda fase del acuerdo, que es totalmente clave y, seguramente, la que decidirá si es posible una paz real y prolongada en la zona.

¿En qué punto están los planes de Trump?

Se espera que la entrega del último cuerpo en manos de los terroristas llegue en un plazo no demasiado prolongado, al menos dentro de este mes de diciembre, aunque es obvio que la cuestión es complicada, porque si no se habría cumplido ya.

Esto daría paso a la segunda fase del plan Trump, quizá la más complicada, y que incluye la retirada total de tropas israelíes de la Franja, la llegada de una Fuerza Internacional de Estabilización (ISF, por sus siglas en inglés) compuesta por soldados de países árabes o musulmanes y la creación de un gobierno nuevo y operativo para Gaza.

Los dos primeros puntos están íntimamente ligados y parece que hay posibilidades de que esa ISF esté en marcha en el momento en que sea necesaria: la ONU ya ha dado el visto bueno a su despliegue y países como Egipto, Indonesia, Azerbaiyán o Turquía estarían dispuestos a aportar soldados. De hecho, al parecer egipcios, turcos y también qataríes estarían negociando ya con Hamás cómo la banda terrorista cede el poder en Gaza y se desarma.

¿Es posible que Hamás se desarme?

La desaparición de Hamás como un actor relevante en Gaza ha sido desde el primer momento la condición sine qua non para que el plan de paz salga adelante y su mayor escollo. Pese a su excelente prensa en Europa y al trabajo de blanqueamiento que han desarrollado en los dos últimos años periodistas y políticos occidentales, la realidad es que estamos ante un grupo de salvajes desalmados capaces de llevar a cabo las peores atrocidades ¡y grabarlas!–, que llevan cerca de veinte años instalados en el poder y a los que les da lo mismo matar israelíes que palestinos con tal de seguir en su misión fanática. De hecho, en cuanto entró en vigor el alto al fuego no dudaron un segundo en girar los fusiles hacia su propio pueblo y matar –todavía más– de los suyos.

Hamás muestra sus verdaderas intenciones de paz: asesinatos en público de palestinos en las calles de Gaza

Sin embargo, es posible que las cosas no les estén yendo tan bien como esperaban en el momento de la firma del plan de paz: tal y como explicaba en un informe reciente el Center for Peace Communications, una organización dedicada a dar voz a palestinos, libaneses y sirios que viven bajo el yugo de Hamás y Hezbolá, la situación para la banda de fanáticos islamistas dista de ser buena.

En primer lugar, por supuesto, está el descomunal destrozo que Israel les ha hecho en los dos años de guerra, desde luego menos terminal de lo que a Netanyahu y los suyos les habría gustado –y, probablemente, también mucho menor del esperado– pero aun así muy importante: decenas de miles de terroristas han caído en combate y entre ellos casi toda la plana mayor de la organización.

Además, Israel ha dejado muy claro durante el alto al fuego que no iba a aminorar la presión y todas las voces oficiales y oficiosas que han abordado la cuestión han recordado que Hamás iba a ser desarmado "por las buenas o por las malas".

Además, según el Center for Peace Communication hay un segundo factor que está siendo casi tan determinante como la guerra: el fin de la multimillonaria financiación que el grupo recibía desde Irán, Qatar o, en menor medida, Turquía. El grifo está tan cerrado que más allá de la línea amarilla que marca la frontera entre el territorio que todavía ocupa Israel y el resto de la Franja ni siquiera llega el dinero para la reconstrucción.

Además de que los ayatolás tienen sus propios problemas y crisis, esta falta del apoyo internacional que era parte esencial del sostenimiento de Hamás indica, según la mayor parte de los analistas, que se ha hecho evidente algo que de alguna forma ya se venía intuyendo tras la masacre del 7 de octubre: que los países árabes de Oriente Medio creen que la banda islamista no puede ser parte del futuro de la Franja.

Cerrado el grifo del dinero exterior, Hamás no puede atender a las necesidades básicas de los gazatíes en un momento tan difícil como el actual y, al contrario, está incrementando la presión de los impuestos revolucionarios que aplica a los civiles, incluyendo episodios de torturas para conseguir dinero, algunas aplicadas en un hospital a un grupo de hombres de negocios de la Franja, incluso a algún periodista.

Este comportamiento y el abandono que sienten los gazatíes –Hamás ni siquiera fue capaz de ayudar a los afectados por una inundación hace unas semanas– está llevando al grupo terrorista a una pérdida de popularidad sin precedentes e incluso a que algunos de sus miembros se estén incluso negando a cumplir órdenes y algunos se plantean incluso dejar la franja –siempre según el Center for Peace Communication– algo que, por cierto, recogía el plan de Trump.

En resumen, todos sabemos que Hamás no va a abandonar el poder por voluntad propia, pero entre el daño que le ha hecho la guerra, la presión que sigue aplicando Israel, el abandono de los que les proveían de financiación y la contestación creciente dentro de la Franja sí hay una posibilidad de que no les quede otra alternativa.

Tecnócratas palestinos y Tony Blair

Volviendo a los planes de Trump, el presidente americano espera poner en marcha antes de final de año varios organismos que gestionarían Gaza y los siguientes pasos del proceso de paz.

Según el plan aprobado hace dos meses, la institución más alta de esa estructura de gobierno será una mesa de la paz en la que estarán una decena de líderes de países árabes y occidentales. Bajo este primer organismo habrá un comité ejecutivo en el que estaría el que fuera primer ministro británico, Tony Blair, así como los asesores presidenciales Jared Kushner –yerno de Trump– y Steve Witkoff, y personajes con un perfil similar representando a otros países que se sienten en la mesa de la paz.

El tercer nivel que reconocía el plan de paz era un gobierno de tecnócratas palestinos que estaría encargado del día a día de la Franja, según informa la web Axios citando fuentes de Washington, el proceso de selección de este grupo está muy avanzado: de una lista inicial de 25 nombres ya se ha descartado a cerca de la mitad y Estados Unidos ya están cerca de alcanzar una lista con la que estarían de acuerdo tanto Israel como la Autoridad Nacional Palestina. Una reunión entre Trump y Netanyahu este mismo diciembre puede ser el pistoletazo de salida para ese ejecutivo.

Se trataría de personas con experiencia en gestión y negocios que no han formado parte de Hamás, Fatah o cualquier otra de las facciones palestinas, algunos de los cuales vivirían en Gaza mientras que otros volverían a la Franja para formar parte de este gobierno que no controlaría la ISF, pero sí que mantendría una estrecha colaboración con este cuerpo militar.

En definitiva, aunque pueda parecer que la situación no ha avanzado en dos meses, Gaza puede estar ante un mes decisivo que, quizá y con mucha suerte, abra un futuro para una paz que no esté, por fin, trufada de muertes de uno y otro lado.

Temas

Ver los comentarios Ocultar los comentarios

Portada

Suscríbete a nuestro boletín diario