La franja Gaza y Cisjordania fueron ocupadas por Israel durante la Guerra de los Seis Días (5 al 10 de junio de 1967). Hasta ese momento estaban bajo control egipcio y jordano, respectivamente. Fruto de esa conquista por parte de Israel, la OLP cobra fuerza como movimiento popular palestino, pues hasta ese momento era un instrumento en manos de sus vecinos árabes. En diciembre de 1987 la resistencia cambia de táctica; pasa del terrorismo practicado en todo el mundo por la diáspora palestina (encabezada por Yaser Arafat) a la Intifada, rebelión de los habitantes de los territorios ocupados, situación en la que la OLP pierde parte del control.
En octubre de 1991 tiene lugar la Cumbre de Madrid. Es la primera conferencia multilateral en la que participan todas las partes en conflicto. Los palestinos lo hicieron integrados en la delegación jordana. De aquí nace un proceso de conversaciones tanto multilaterales como bilaterales. Producto de estas últimas son los acuerdos de Oslo, en 1993. El primer ministro Isaac Rabín (por Israel) y Arafat (por la OLP) firman en Washington una Declaración de Principios para empezar a desarrollar lo negociado en la capital noruega, que prevé un plan por etapas. La primera de ellas comienza con el Acuerdo Gaza-Jericó (1994); se crea la autonomía palestina, que en ese momento se extiende sobre la franja de Gaza y la ciudad cisjordana de Jericó, bajo control de la Autoridad Nacional Palestina (ANP). En distintas etapas Israel traspasa a la ANP mayores porciones de Cisjordania.
El Gobierno de Benjamín Netanyahu supone una ralentización del proceso. Durante su mandato se tenía que haber finalizado el proceso con la firma del Estatuto final, que implica el nacimiento del Estado palestino. Eso no ocurre. La llegada al poder del laborista Ehud Barak supone una esperanza para reactivar las negociaciones. Un momento clave es la reunión que mantiene con Yaser Arafat en Camp David (EEUU) el 11 de julio de 2000 en presencia de Bill Clinton. Al contrario de lo que se esperaba, no salen grandes compromisos del encuentro, pero se crean las bases para relanzar las negociaciones.
El 13 de septiembre de este año finalizaba el periodo interino aprobado en los distintos acuerdos firmados hasta el momento, después del cual debería proclamarse el Estado palestino. Como no había acuerdo sobre en qué términos debía nacer dicho Estado, Israel no accedió a que se proclamara, hecho que debía ocurrir de mutuo acuerdo. A pesar de ello, el presidente de la ANP amenazó con declararlo de modo unilateral. Después de un incremento de la tensión y viajes por todo el mundo de los máximos responsables de las dos partes buscando apoyos, Arafat dio marcha atrás.
La ocupación israelí, la lenta marcha del proceso hacia la independencia y la degradación de las condiciones de vida en Gaza y Cisjordania desde el establecimiento de la autonomía en unos territorios gobernados de forma despótica por Arafat, han creado un generalizado sentimiento de frustración que deriva en violencia ante cualquier provocación. LA ANP, controlada por la OLP, no duda en avivar dicha violencia como modo de presión ante los israelíes en las negociaciones. Es lo que ha ocurrido en las últimas jornadas, cuya espoleta a sido la visita del halcón israelí Ariel Sharon, líder del Likud (Partido Conservador) al Monte del Templo.
