Desde Luis Suárez hasta Javi Moreno, pasando por Butragueño, Julio Salinas... Son muchos los futbolistas españoles que, tras haber triunfado en la Liga de las estrellas, han hecho las maletas para probar fortuna en el extranjero. Algunos han brillado, sí, pero otros han fracasado con estrépito. Incluso el último “emigrante” se ha visto envuelto en casos de dopaje, ese gran enemigo del deporte que hace correr ríos de tinta.
Verano de 1961. El entrenador del Inter de Milán, Helenio Herrera, que acababa de salir del FC Barcelona, recomienda a los dirigentes del equipo italiano el fichaje de un joven de 26 años que, hoy por hoy, sigue siendo el mejor futbolista nacido en España. Éstos aceptan las recomendaciones del técnico y deciden fichar a Luis Suárez por 25 millones de pesetas de la época. Juliá de Campmany, entonces presidente barcelonista, no tiene más remedio que dejar marcharle, aunque antes le puso una condición: jugar la final de la Copa de Europa de ese año con el equipo azulgrana, en Berna (Suiza) ante el Benfica. Sin embargo, Luis Suárez, que un año antes había sido designado por France Football mejor jugador europeo, no pudo ser campeón con su equipo.
El gallego tímido
Tras su etapa en la Ciudad Condal -antes había jugado en el Fabril Deportivo y en el Deportivo de La Coruña-, ese muchacho gallego, simpático y tímido a su vez, llegaría a Piamonte para convertirse en una referencia de la época de los 60, justo cuando los Di Stéfano, Gento, Puskas y compañía hacían las delicias en Europa conquistando cinco Copas de Europa consecutivas para el Real Madrid. La misión se le presentaba difícil a Luis Suárez. Pero fue aterrizar en Milán y besar el santo. Con Corso, Jair, Picchi, Mazzola o Fachetti como compañeros de equipo, y siempre a las órdenes de Herrera, el cerebro gallego ganó por dos veces seguidas el máximo trofeo continental (1964 y 1695, ante el Real Madrid y el Benfica) y dos Copas Intercontinentales (1964 y 1965, ante el Independiente de Buenos Aires), así como cuatro scudettos en Italia (1962-63, 1964-65, 1965-66 y 1970-71). Treinta y una veces internacional absoluto, ayudó a España a ganar la Eurocopa de Naciones en 1964 y jugó el Mundial de Inglaterra de 1966. Siete años más tarde colgó las botas en Génova con la camiseta de la Sampdoria.
Luis Suárez ha sido sin lugar a dudas la referencia del fútbol español en el extranjero. Sus éxitos han llevado a otros jugadores a probar fortuna fuera de nuestras fronteras. Pero en una década de pleno auge como los 70 sólo había dos estrellas que brillaban con luz propia en el panorama futbolístico mundial y que restaban protagonismo a los buenos futbolistas que seguían creciendo en la península ibérica. No eran otros que Johann Cruyff y Edson Arantes do Nascimento Pelé. El holandés cambió la camiseta del Ajax de Ámsterdam por la del FC Barcelona donde, junto a su amigo Carles Rexach -actual técnico azulgrana-, logró grandes éxitos. El brasileño deleitaba a los aficionados de su país en el equipo del Santos y, lo que es más importante, llevó a la selección canarinha a conquistar tres Copas del Mundo. Potencias como Italia, Inglaterra, Francia e incluso Argentina quedaban relegadas a un segundo plano.
La década de los 80 fue la de Holanda a nivel europeo. Surgieron talentos cuyos nombres asustan al ser pronunciados: Ruud Gullit, Marco van Basten, Frank Rijkaard... Todos ellos coincidieron en el Milán de Arrigo Sacchi, formando ese temible equipo que dominaba Europa a su antojo y que hizo hincar la rodilla al hasta entonces seis veces campeón de Europa, el Real Madrid. Pero si los “oranjes” destacaban en Europa, en el planeta sacaba pecho un muchacho, un “pibito”, que simplemente hacía magia con el balón. Diego Armando Maradona no sólo brilló en Argentina, con la que ganó el Mundial de México 86, sino que además ayudó al Nápoles, hoy en la Serie B italiana (segunda división), a ganar tres scudettos. A partir de ahí empezó a caer en picado por sus problemas con las drogas y fue entonces cuando llegó la nueva hornada brasileña (Romario, Ronaldo...). Los españolitos de a pie, ante este panorama, parecían conformarse con permanecer en casa porque, además de ver que el extranjero podría otorgarles pocas posibilidades, la Liga española comenzaba a ser la mejor del mundo, por delante del Calcio y de la Premier League.
La Ley Bosman
Desde que Luis Suárez arribara y triunfara con el Inter, pasaron 20 años vacíos de éxodos por los motivos anteriormente expuestos. Pero el fenómeno fútbol-emigración, al menos en lo que a jugadores españoles se refiere, llegaría a principios de los 90 cuando Rafael Martín Vázquez cambió la camiseta del Real Madrid por la del Torino italiano, donde no terminó de cuajar. Luego probó mejor suerte en las filas del Olympique de Marsella, en el que tampoco tuvo actuaciones destacadas, para regresar al Madrid y fichar después por el Deportivo de La Coruña. El verdadero éxodo llegaría poco después cuando un desconocido jugador belga armó la gorda. Jean Marc Bosman iba a cambiar la vida de muchos futbolistas relegados al olvido. El 15 de diciembre de 1995, Bosman, que denunció a su club, el Lieja, por no permitir su traspaso al Dunkerke, dejó definitivamente de ser un simple jugador de fútbol para convertirse en un símbolo, en el apellido de una sentencia que equiparó la actividad de los deportistas comunitarios a la del resto de trabajadores permitiendo su libre circulación por todo el marco de la Unión Europea. Pero ese día de reconquista de libertades supuso también una puñalada trapera a la gente joven, desterrada en su mayoría al banquillo de los suplentes. Ese 15 de diciembre en que Bosman se ganaba su inmortalidad jurídica, sólo cinco jugadores actuaban como comunitarios en la Liga: Michael Laudrup (Real Madrid), Luis Figo (Barcelona), Marcus Pürk (Real Sociedad), Frank Passi y Bert Christensen (Compostela). Actualmente, en la Liga 2001-2002, existen 70 jugadores comunitarios, nueve de los cuales militan en el Celta de Vigo.
Tras la sentencia, Jean Louis Dupont, abogado de Bosman, lanzó una frase cargada de esperanzas para los jóvenes españoles de segunda fila: “El Real Madrid o el Barcelona no jugarán nunca con once daneses, aunque puedan hacerlo. Los presidentes se cuidarán de guardar su cultura y las tradiciones de sus ciudades o de sus países”. Pero se quedó en eso, en una frase. Así, a sólo unos días para que comenzara la temporada 1998-99, los equipos iban confeccionando sus plantillas. El Atlético de Madrid contaba en su nómina con 11 extranjeros y, de los siete fichajes que realizó ese verano, sólo Valerón es español; el Barcelona con 12 y el Deportivo de La Coruña con 14. ¿Qué oportunidades tendrían entonces los Iván de la Peña y compañía? Estaba claro: había que mirar al extranjero para buscar una oportunidad y el cántabro, que hasta entonces militaba en el FC Barcelona, no la desaprovechó. Cansado de verse relegado al banquillo junto a Johann Cruyff, optó por probar suerte en el Olympique de Marsella para marchar luego cedido al Lazio. En la campaña 2000-01 regresó al Barcelona pero fracasó y Joan Gaspart, que había puesto una confianza ciega en él, se dio cuenta de su “error”. Lo pelat no fue el único en marcharse del FC Barcelona. Por ejemplo, Guillermo Amor se fue a la Fiorentina junto al ex madridista Pedja Mijatovic y Albert Ferrer al Chelsea inglés. Torres Mestre, sin oportunidades en el Espanyol, viajó a Francia para jugar en el Girondins de Burdeos y César Gómez, hasta entonces jugador del Tenerife, fichó por la Roma, donde coincidió con Luis Helguera, el hermano de Iván.
Italia juega malas pasadas
Pero también se ha dado el caso de futbolistas que, tras brillar en sus equipos, se han visto “casi” obligados a cambiar de aires, a gozar de minutos en las ligas extranjeras. Los casos más significativos son los de José Mari y Javi Moreno, ambos actualmente en las filas del Milán. El primero hizo las delicias en el Atlético de Madrid y el segundo ayudó al Alavés a jugar una vibrante final de la Copa de la UEFA en 2001 -la más apasionante de la historia- frente al Liverpool (4-5). Ambos triunfan ahora en el equipo milanés, siempre bajo la sombra del ucraniano Andrei Shevchenko. José Mari marcó una revolución y propició que otros españoles también probaran fortuna allende nuestras fronteras. Javier Farinós y Gaizka Mendieta, ambos durante años en el Valencia, se marcharon a Italia para fichar por el Inter de Milán y el Lazio, respectivamente. Farinós ha pasado desapercibido en el equipo de Héctor Cúper -siempre plagado de extranjeros- y Mendieta ha fracasado en el Lazio, lo que hizo alimentar los rumores sobre su posible regreso a España. El último “emigrante” del fútbol español, Josep Guardiola, dejó el Barcelona para terminar su carrera en el país transalpino, concretamente en el Brescia. Pero el centrocampista de Sant Pedor (Barcelona) no ha podido ofrecer su fútbol al ser sancionado durante cuatro meses por dos casos de dopaje por nandrolona. Las pruebas del Comité Olímpico Italiano (CONI) le han jugado una mala pasada, y ahora tendrá que estar hasta el 22 de marzo sin calzarse las botas.
Junto a Guardiola, años antes, otros grandes futbolistas de renombre también decidieron hacer las maletas para poner fin a su carrera deportiva en otros países. Emilio Butragueño, 69 veces internacional con España y que durante doce años estuvo en las filas del primer equipo del Real Madrid, se marcha a México para jugar, durante dos temporadas, en el Atlético Celaya, con el que quedó subcampeón de Liga en la campaña 1995-96. Tras haber colgado las botas, ha sido asesor del secretario de Estado para el Deporte y actualmente es adjunto a la dirección deportiva del Real Madrid. Durante muchos años jugó en el club merengue junto a su amigo José Miguel González del Campo Míchel, que también coincidió con el Buitre en el Atlético Celaya. El barcelonista José María Bakero también se despidió del fútbol en activo en el país azteca, concretamente en el Veracruz. El 18 de noviembre de 1996, horas antes de partir a las Américas, jugó su último partido con la camiseta azulgrana y marcó uno de los seis tantos que su equipo le hizo al Valladolid. Otro blaugrana como Julio Salinas, uno de los más grandes delanteros centros que ha dado España, marchó a Japón -jugó durante dos temporadas en el Yokohama Marinos-, pero luego regresó a la Liga para fichar por el Alavés.
De héroes a villanos
Los dos últimos jugadores españoles que, tras verse relegados al banquillo del Barcelona y el Real Madrid, respectivamente, son Alfonso Pérez Muñoz y Alberto Rivera. El getafense, que dio a España el gol del triunfo en la pasada Eurocopa ante Yugoslavia (4-3), coincide con el ex madridista en el Olympique de Marsella. Otros dos españoles como Mikel Arteta y Quique de Lucas también estas últimas temporadas jugado en la Liga francesa, en el Paris Saint-Germain. Por último, en Escocia juegan al menos otros tres futbolistas españoles menos conocidos: Javier Artero y Francisco Luna (Dundee United y Javier Sánchez Broto (Livingston). Por tanto, al menos una veintena de futbolistas españoles ha jugado en el extranjero, bien por motivos económicos o sentimentales. En definitiva, la mencionada sentencia Bosman ha caído como un jarro de agua fría en los jóvenes con escasas oportunidades, muchos de los cuales han cambiado de aires. Algunos triunfan sí, pero otros se han dado de bruces contra el suelo. Por si fuera poco, la Unión Europea estudia extender la condición de comunitarios a jugadores de países que aspiran a la ampliación. ¿Hasta qué punto afectará al éxodo de los españoles? El tiempo lo dirá.
Principales futbolistas españoles que juegan o han jugado en el extranjero
Javi Moreno (Milán)
José Mari (Milán)
Farinós (Inter)
Mendieta (Lazio)
Guardiola (Brescia)
Alfonso (Olympique)
Rivera (Olympique)
Albert Ferrer (Chelsea)
Arteta (PSG)
De Lucas (PSG)
Bakero (Veracruz)
Julio Salinas (Yokohama Marinos)
Emilio Butragueño (Atlético Celaya)
Michel (At. Celaya)
Guillermo Amor (Fiorentina)
Martín Vázquez (Torino, Olympique)
Luis Suárez (Inter, Sampdoria)
