Sumando lo destruido ya por la lava y la falta de agua, se habría perdido casi un 20% de la producción platanera de la isla de la Palma. Y si el agua no llega pronto, con camiones cisterna y desaladoras portátiles, se puede perder una segunda cosecha. A este desastre se suma la dificultad para atender los cultivos y la ceniza que afectará a la calidad del producto que será peor pagado. La esperanza está en las ayudas porque el plátano es un cultivo asegurado y, por tanto, están garantizadas, pero los que han perdido la tierra sufren un daño emocional irreparable.
