Qué hay que hacer para ser feliz. Está claro que no hay una receta. Algunos miran al dinero y se preguntan si da o no la felicidad. Otros creen que la clave está en las experiencias: el clásico carpe diem (mal entendido, los clásicos no iban por aquí cuando usaban esta expresión) con el que nos bombardean cada día en la publicidad. Y luego están los que dicen que debemos ser nosotros mismos, encontrarnos, cumplir todos nuestros deseos, deshacer las ataduras con las que la sociedad nos oprime.
Cualquiera de estas opciones ha sido celebrada, defendida, publicitada y financiada en los últimos 40-50 años. Occidente ha decidido que lo que siempre nos habían dicho nuestras abuelas -cásate, ten hijos, lleva una vida ordenada, cuida de los tuyos, apóyate en los que te rodean...- no valía de nada. Eran consejos caducos, que había que superar en la búsqueda de una felicidad sin restricciones anticuadas.
El problema, como nos explica Pedro Herrero (@aparachiqui en Twitter) esta semana en Economía Para Quedarte Sin Amigos es que no es cierto (ver vídeo).
Parece que los gurús de la modernidad se equivocaban y que el ser humano necesita de todo aquello que durante muchos años le dijeron que no servía para nada. De hecho, en realidad le contaron que era molesto, que le limitaba las opciones, le suponía una carga. Pues bien, ahora sabemos que es lo contrario.
Para los niños, por ejemplo, no hay nada que anticipe mejor su desempeño en la vida adulta que ser criado en lo que los sociólogos norteamericanos llaman un hogar "intacto": es decir, con sus progenitores y con un horizonte de estabilidad. No es eso lo que nos dijeron, aunque en EPQSA, Nuria Richart y Domingo Soriano lo han explicado en varias ocasiones.
Tres tuits del propio Herrero servirán como ejemplo del tipo de cifras que casi nunca se publican en nuestros medios de comunicación ni en las campañas oficiales de ningún ministerio:
Las mujeres conservadoras están más satisfechas con sus vidas que las mujeres progresistas https://t.co/dlVle7NiCJ pic.twitter.com/lk0BWfcVH8
— D. Workin on being nicer (@aparachiqui) February 13, 2025
Las mujeres conservadoras dicen, en EEUU, que son más felices que sus conciudadanas de izquierdas. Y cuidado, en otras encuestas similares, tener hijos, marido o familia estable también se relacionaba con mejores estados de ánimo, menos visitas al médico, menos enfermedades crónicas, menos consumo de sustancias adictivas... A partir de aquí, cada uno sacará sus conclusiones, porque la causalidad puede ir en un sentido u otro (son felices por ser conservadoras o son conservadoras porque son felices). Pero rápidamente aparece otra pregunta curiosa: el Ministerio de Igualdad (por ejemplo) tan preocupado en teoría por el bienestar de las mujeres, por qué no les pregunta por estos temas. A ver si van a llegar a una conclusión que no les guste tanto.
What @elonmusk doesn't seem to appreciate: Kids are much more likely to flourish when raised by their own married parents. E.g., boys raised outside an intact family are more likely to go to jail/prison than graduate from college. Opposite for boys from intact families. 👇 https://t.co/xG4Ne8t5Ic pic.twitter.com/iT2dZ5WY7p
— Brad Wilcox (@BradWilcoxIFS) February 15, 2025
Segundo tuit, sobre el fenómeno del que hablábamos antes: para un niño, no hay un indicador mejor para anticipar el éxito en la vida adulta (midamos este éxito en forma de estudios alcanzados, remuneración, menos problemas judiciales-policiales) que vivir en una familia estable. Otra conclusión de complicada digestión para nuestras élites político-mediáticas. Y que tampoco está siendo objeto de estudio por la academia, los medios o algún Alto Comisionado para la Infancia.
No tener hijos es de progresistas https://t.co/9C59lW8q3e pic.twitter.com/eIWpbZzO26
— D. Workin on being nicer (@aparachiqui) February 17, 2025
El último tuit es más curioso que otra cosa. Lo que nos dice es que, al menos en EEUU, las parejas progresistas se casan menos, más tarde, son menos estables y tienen menos hijos que las conservadoras. Si luego existe una cierta correlación entre el voto del padre y el hijo (y sí, sin ser exacto que el hijo vota siempre lo mismo que el padre, hay una cierta tendencia a mantener posturas políticas similares), ¿estamos anticipando un Occidente, a mediados del siglo XXI, mucho más escorado a la derecha?
