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Europa propone la suscripción premium al cubo de basura

La Unión Europea refuerza su cruzada ambiental con nuevas medidas, propone que los ciudadanos paguen en función de la basura que generan.

Cada 30 de marzo, el planeta celebra con entusiasmo el Día Internacional de Cero Desechos, esa jornada en la que nos recuerdan que somos sucios, derrochadores y medioambientalmente negligentes.

Este año, el foco de Naciones Unidas está puesto en la fast fashion: esa diabólica tentación de comprarte unos pantalones nuevos cuando los que tienes ya no te entran.

Pero la Unión Europea, siempre visionaria y siempre un paso más allá de la cordura común, ha decidido redoblar la apuesta: no solo se trata de evitar tirar ropa o comida. Ahora, según los últimos proyectos LIFE, lo que la UE quiere es que nos guardemos la basura… y paguemos por ella.

Suscripción premium al cubo de basura

Pagar por la basura, pero de manera personalizada, como si de una suscripción premium al cubo orgánico se tratara. El plan es tan lógico como surrealista: un sistema llamado "pago por generación" (PAYT, por sus siglas en inglés), donde usted recibirá una factura adaptada al volumen de residuos que produzca.

Es decir, más basura, más euros a pagar. Y por si eso fuera poco, le llegará también una campaña informativa para su móvil bajo el inspirador lema: "conozca a medida que tira" (KAYT). A este paso, solo falta que el cubo de basura nos hable y nos de consejos existenciales: "¿Seguro que quieres tirar esto?".

Este enfoque ha sido probado en varias localidades italianas y en Sant Just Desvern, en Barcelona, donde, gracias al novedoso sistema, la cantidad de residuos bajó. Claro, posiblemente porque nadie se atrevía a tirar nada por miedo a recibir la versión ecológica de la factura de la luz.

Un cubo de compost por Europa unida

La iniciativa forma parte de los programas LIFE, proyectos europeos destinados a salvar el planeta, con un cubo de compost. En la región francesa de Provenza-Alpes-Costa Azul, donde indica Europa "donde los hogares producen más residuos que la media nacional", se distribuyeron compostadores y se aumentó el número de contenedores.

El objetivo: que el ciudadano medio gestione su basura como si trabajara en una planta de reciclaje. El resultado: 17.000 toneladas más recicladas, 20.000 toneladas de residuos orgánicos recuperados y una reducción de 2.500 toneladas de basura total. ¿El coste? No lo sabemos. Pero seguro que barato no fue.

Prohibido tirar. Obligado reutilizar

Y es que Europa lleva tiempo embarcada en esta cruzada verde. Ya tenemos la Ley contra el Desperdicio Alimentario, que básicamente nos anima a comernos los restos del plato como nuestras abuelas, solo que con sanciones. También tenemos la economía circular, que suena muy bien pero que, en la práctica, se traduce en prohibirnos tirar la ropa pasada de moda, como si el pantalón campana de 2005 no fuera ya castigo suficiente.

Si no podemos tirar nada y todo debe reutilizarse, ¿por qué no acumularlo todo? En un futuro no muy lejano, seremos premiados por guardar latas vacías, periódicos amarillentos y la camiseta del gimnasio con manchas permanentes, todo por el bien de la biodiversidad.

El problema eres tú, no el sistema

Mientras tanto, en los discursos oficiales, se insiste en que esta es una batalla por el futuro, una lucha por la salud del planeta y de los ciudadanos. Que 229 millones de toneladas de residuos municipales en 2023 no pueden seguir creciendo. Que los vertederos son malos, las incineradoras peores y que los océanos ya no aguantan más plástico ni microfibras de poliéster.

Todo eso es cierto, claro. Pero lo que nadie dice en voz alta es que la solución que se nos plantea consiste, básicamente, en traspasar la responsabilidad al ciudadano individual, mientras las grandes empresas —las mismas que fabrican productos con tres capas de embalaje y ropa desechable a precios de risa— siguen operando sin mayor consecuencia.

Y mientras nos hacen sentir culpables por usar una bolsa de basura más grande de la cuenta, el mensaje de fondo es claro: "el problema eres tú". Tú, que no compostas. Tú, que cambias de abrigo cada cinco años. Tú, que produces media tonelada de residuos al año y no sabes ni dónde va el contenedor marrón.

La gestión de residuos se convierte en doctrina moral

La paradoja es que esta ofensiva antiresiduos se anuncia con bombo y platillo coincidiendo con el Día Internacional de Cero Desechos, el mismo que promueve la ONU para recordarnos que estamos rodeados de basura.

Pero lo que no se menciona tanto es que más de 2.700 millones de personas en el mundo carecen de servicios adecuados de recogida de residuos, y que el problema real no es solo cuánto tiramos, sino cómo está diseñado el sistema que nos obliga a tirar.

En definitiva, la basura ya no es solo un residuo: es una declaración política, un gesto ideológico, un medidor de virtud ciudadana. Si tiras, pagas. Si no tiras, acumulas. Y si reciclas mal, recibirás una notificación móvil explicándote tus pecados medioambientales con emojis de tristeza.

Gracias, Europa. Gracias por mostrarnos que el camino hacia la sostenibilidad pasa, inevitablemente, por fiscalizar nuestro cubo de basura. Y recuerde, ciudadano responsable: antes de tirar esa camiseta rota o ese trozo de queso mohoso, piénselo dos veces. No por el planeta. Por su cuenta bancaria.

Ana Hernández es Doctora en Química Orgánica, especializada en Química Médica y Biología y tiene más de veinte años de experiencia como investigadora tanto en España como en el extranjero. Es autora de múltiples publicaciones científicas y patentes.

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