
Con 5,5 millones de votos y un contundente 55,9% del total, Daniel Noboa ha vencido en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales de Ecuador, dejando en la estacada a la candidata correísta Luisa González, que se ha quedado con el mismo techo de apoyo que en la primera vuelta, unos 4,3 millones de sufragios y el 44% del respaldo.
La derrota del socialismo bolivariano es inapelable y abre una nueva etapa en la política ecuatoriana. La contienda ha girado en torno a dos modelos opuestos: el populismo autoritario del correísmo, asociado al colapso institucional, la infiltración del narcoterrorismo y el descrédito internacional; frente a un proyecto que, pese a estar aún en construcción, ha apostado por la seguridad, el orden institucional y un modelo económico más abierto del que tendría el país si la izquierda siguiese al mando. La presidenta autonómica madrileña, Isabel Díaz Ayuso, llegó a viajar a Ecuador la pasada semana, para apoyar a Noboa en su acto de cierre de campaña.
Hijo de una de las mayores fortunas del país, Noboa gobierna desde 2023, pero en calidad de presidente interino, tras la disolución del gobierno del ex mandatario Guillermo Lasso. Ahora, con la legitimidad de las urnas y un periodo completo por delante, Noboa enfrenta el reto de materializar un programa que permita consolidar el giro político y económico del país andino.
Su plan de gobierno se resume en cinco ejes: seguridad, energía, economía, infraestructuras y lucha contra la corrupción. La prioridad más urgente es restablecer el orden. Tras declarar un "conflicto armado interno" para enfrentar a las bandas criminales, Noboa ha desplegado al ejército, endurecido el régimen carcelario y activado el denominado Plan Fénix, una hoja de ruta contra el crimen que permanece en buena parte reservada, pero que incluye acciones como la construcción de dos nuevas cárceles de máxima seguridad (una de ellas ya en marcha), la reorganización del sistema penitenciario y nuevas medidas de inteligencia para enfrentar al narcotráfico.
Ecuador, que vive bajo estado de excepción en varias provincias, cerró 2023 con más de 8.237 homicidios y niveles récord de violencia. Los datos mejoraron en 2024, con una caída a 6.964 muertes violentas, un 16% menos, pero la amenaza sigue presente. Es por eso que la población ecuatoriana respalda de forma mayoritaria un enfoque de "mano dura" que aleje al país del caos heredado del correísmo, donde incluso las bandas criminales fueron consideradas "organizaciones sociales legítimas" y las estadísticas oficiales silenciaron miles de muertes violentas, todo mientras el régimen mostraba una deleznable convivencia con las mafias del crimen. El espejo de El Salvador donde Nayib Bukele ha tomado medidas drásticas contra los grupos violentos, surge continuamente en las conversaciones sobre el reto de la inseguridad.
El panorama que enfrenta Noboa
La segunda gran crisis que marcó el 2024 fue la energética. Apagones de hasta 14 horas diarias y una caída del PIB del 0,7% mostraron la precariedad del sistema heredado, arrastrado por años de desinversión y mala gestión. Noboa ha abierto la puerta a la inversión privada y a alianzas público-privadas como vía para diversificar la matriz energética, pero la solución, según su propio gobierno, tomará al menos dos años.
En el plano económico Ecuador sigue beneficiándose de la dolarización, que ha permitido una inflación del 0,5% en 2024, siendo el IPC del 1,5% en 2023. Adoptar la divisa estadounidense ha blindado al país frente al descontrol de precios de otras economías de la región. En cambio, el desafío fiscal sigue en pie y, en dicho frente, Noboa ha decepcionado a muchos de sus partidarios, que vieron resignados cómo el gobierno subía el IVA del 12% al 15% en vez de adoptar recortes y ajustes presupuestarios.
La victoria de Daniel Noboa es significativa no solo por lo que representa en términos de cambio político, sino también porque demuestra que los ecuatorianos han dicho basta al pasado autoritario y clientelar del socialismo bolivariano. Dicho esto, el presidente tendrá que gobernar ahora con más eficacia, aprovechando un parlamento donde tiene más apoyos que en su etapa de interinidad y lidiando con la amenaza continua del correísmo.

