
Algunos supermercados están instalando alarmas y cajas antirrobo en las tabletas de chocolate, como si se tratara de queso curado o latas de bonito. Aunque ya se trataba de un producto codiciado por los ladrones, la subida sin precedentes del precio del cacao ha llevado a las cadenas de distribución a implementar medidas de seguridad adicionales criticadas en redes sociales porque simbolizan un preocupante empobrecimiento generalizado y una creciente inseguridad social.
El chocolate se ha posicionado como uno de los productos más sustraídos en los supermercados. Según un estudio de Checkpoint Systems en colaboración con la Asociación de Fabricantes y Distribuidores de España (AECOC), el 45% de los hurtos en la categoría de alimentación corresponden a chocolates, lo que les convierte en el séptimo alimento más robado del país.
Y, si hace unos meses, el aceite de oliva estaba en el punto de mira, ahora el robo de chocolate ha alcanzado niveles alarmantes en regiones como Cataluña. Tal y como relató un guarda de seguridad a La Vanguardia, a un cliente le sustrajeron 190 tabletas de chocolate en media hora, mientras que a otro le robaron 600 latas de atún en una mañana.
El chocolate con antirrobo. Ahora sí, se viene la Tercera Guerra Mundial. pic.twitter.com/8I58x8Z6IC
— Deiro™ (@DeiroTuits) April 15, 2024
El incremento en los robos de chocolate coincide con una subida sin precedentes en el precio del cacao, con un aumento aproximado del 217% en los últimos dos años. Y, aunque el coste de una tableta de chocolate es bajo, estos productos se roban con tanta frecuencia que generan grandes pérdidas para los supermercados. De ahí la especial vigilancia en los últimos meses.
La instalación de alarmas en productos como el chocolate ha generado diversas reacciones en redes sociales. Usuarios han expresado su sorpresa y descontento ante estas medidas, considerándolas excesivas o incluso discriminatorias. En otros casos el debate gira en torno a la sensación generalizada de inseguridad y a la percepción de que los españoles estamos sufriendo una pérdida de poder adquisitivo que ya afecta incluso a los pequeños placeres.

