
Un sutil diputado socialdemócrata por Madrid, cierto Víctor Gutiérrez, acaba de deponer que España necesita seguir fomentando la llegada masiva de inmigrantes con el argumento de que alguien debe "limpiar los culos de los abuelos". Una profunda reflexión, esa del tribuno Gutiérrez, que tal vez causaría alguna perplejidad en Japón o Corea del Sur si tal extracto de su pensamiento más profundo llegase a atravesar nuestras fronteras algún día. Lo digo porque Japón y Corea del Sur forman parte ambos del privilegiado grupo de los países más industrializados y ricos del mundo, un estatus que alcanzaron y que mantienen sin necesidad de atraer a inmigrantes.
De hecho, el censo en esos dos territorios de trabajadores extranjeros no cualificados resulta ser absolutamente testimonial e irrelevante en términos estadísticos. Por cierto, se trata de países con poblaciones locales, al igual que la española autóctona, envejecidas; algo, ese sesgo de las respectivas pirámides demográficas, que no impide que sus abuelos luzcan el culto bien limpio. ¿Y cómo es posible que los abuelos nipones lleven el culo tan limpio si en Japón no hay millones de inmigrantes del Tercer Mundo hacinados en pisos patera y cobrando jornales de miseria para atender a los ancianos?
Pues tal hito higiénico se alcanzó allí porque, contra lo que parece creer el socialdemócrata Gutiérrez, el problema de los culos, como tantos otros asuntos vinculados a los trabajos desagradables, se puede resolver de una forma sencillísima y sin necesidad de recurrir a la mano de obra extranjera. ¿Cómo? Pues pagando salarios decentes a las personas encargadas de esas labores. Así de fácil. Hace años, recuerdo haber visto en una capital de provincia una cola kilométrica de españoles que aspiraban a ocupar varias docenas de plazas de basurero ofertadas por la empresa Construcciones y Contratas. ¿Cuál era el secreto? Que pagaban muy bien. No había más misterio. Por lo visto, al socialdemócrata Gutiérrez no se le ha pasado nunca por la cabeza que los trabajadores españoles arriendan su fuerza de trabajo a cambio de dinero. Y que, en consecuencia, el genuino problema son los euros, no los culos.
