
En nuestro país, hablar de vivienda es sinónimo de préstamos hipotecarios. La gran mayoría de los compradores acuden a la banca para financiar la adquisición de su hogar: en 2023, tres de cada cuatro operaciones se cerraron con un crédito de este tipo, según cifras del INE. Durante décadas, la hipoteca ha sido la vía de acceso a la propiedad, pero también un compromiso a largo plazo sujeto a la evolución de los tipos de interés y a la política de las entidades financieras. El encarecimiento del crédito en los últimos años ha tenido un doble efecto: ha reducido la capacidad de compra de los hogares y ha frenado la concesión de nuevos préstamos, con una caída del 18,6 % en el número de hipotecas en 2023 respecto al ejercicio anterior. La paradoja es evidente: la demanda sigue siendo muy alta, sobre todo en las grandes ciudades, pero financiar la adquisición resulta cada vez más complicado.
En este escenario, el crowdlending inmobiliario emerge como un mecanismo clave. Permite a los promotores acceder a recursos para sacar adelante proyectos residenciales y, con ello, aumentar la oferta y contener la presión sobre los precios. Su función no se limita a impulsar la construcción: también abre una vía para los pequeños y medianos inversores. Frente a una vivienda en propiedad cada vez más cara, quienes antes apostaban por comprar, reformar y alquilar o vender encuentran ahora una opción distinta: invertir en el sector sin necesidad de adquirir un inmueble, mediante la financiación colectiva de proyectos.
Este modelo democratiza la entrada al mercado: quienes no pueden acceder con una hipoteca o carecen de capital suficiente, pueden participar desde importes desde 250€. Los inversores prestan fondos a un promotor para adquirir suelo, levantar o rehabilitar viviendas, y reciben de vuelta el dinero junto con intereses en el plazo acordado. Con esta fórmula es posible obtener retornos medios de entre el 9 % y el 13 % anual, con horizontes cercanos a los 15 meses, lo que lo convierte en una herramienta de diversificación muy atractiva para cualquier cartera.
En este ámbito destaca Civislend, referente en España en financiación participativa de deuda inmobiliaria. Su modelo conecta directamente a los inversores con proyectos analizados en detalle, permitiendo diversificación y rentabilidades de doble dígito en promociones residenciales. De esta manera, Civislend amplía las alternativas de inversión y, al mismo tiempo, fomenta la creación de vivienda en un momento en el que el crédito bancario resulta insuficiente.
La combinación de ambos sistemas es esencial para el equilibrio del mercado. Más viviendas en construcción significan más oferta, lo que contribuye a moderar precios y, a su vez, reduce las barreras para acceder posteriormente a una hipoteca. El crowdlending se convierte así en un complemento indispensable al crédito tradicional, ayudando a mantener activo el ciclo inmobiliario en un entorno donde la banca se muestra más restrictiva.
El vínculo entre ambas realidades es claro: la hipoteca es la deuda que asume una familia para comprar su casa, mientras que el crowdlending es la vía que garantiza que esas viviendas se construyan. Cuando los bancos endurecen sus criterios, plataformas como Civislend llenan ese vacío, haciendo posible que los proyectos salgan adelante y que más adelante puedan ser adquiridos mediante financiación hipotecaria.
En conclusión, la hipoteca y el crowdlending son dos piezas complementarias de un mismo engranaje: la primera permite a las familias acceder a una vivienda; el segundo garantiza que esas viviendas existan en el mercado. Civislend actúa como puente entre ambos mundos, facilitando capital a los promotores y ofreciendo a los particulares la posibilidad de diversificar con proyectos sólidos y con garantías reales. Gracias a este modelo, no solo se democratiza la inversión inmobiliaria, sino que se impulsa la llegada de nuevas viviendas al mercado para que las familias puedan acceder a ellas con financiación tradicional.
