
La polémica de la semana es la de la subida de cotizaciones a los autónomos. Ya saben, el Gobierno ha anunciado que disparará las cuotas el próximo año (y los siguientes, el calendario muestra un incremento paulatino muy sustancial hasta al menos 2028). Y los afectados han puesto el grito en el cielo: las asociaciones del sector en primer lugar, pero también los propios autónomos. Lean testimonios en redes sociales o comentarios en los grupos de Whatsapp… Muy alegres no están, ya se lo digo.
Intuyo que es más una táctica negociadora que otra cosa. Creo (espero) que el Gobierno no tiene mayoría parlamentaria para aprobar esto. No me extrañaría que fuera uno de esos juegos de "pongo sobre la mesa 200 para que te acabes conformando sin protestar demasiado con 100". También en parte es muestra de la propia debilidad de las finanzas públicas: por muy récord de recaudación que tengamos, gracias a la subida del IRPF de los últimos años, las vías de agua de las finanzas públicas se multiplican. Ahora mismo en Hacienda necesitan cada euro extra que nos puedan sacar.
La noticia también ha servido para que algunos de los referentes de la izquierda española nos desvelen cuál es el problema de nuestra economía: los autónomos. Vean a Eduardo Garzón o Julen Bollaín explicando por qué el hecho de que desaparezcan muchos trabajadores por cuenta propia o pequeños negocios no sólo no es mala noticia, sino que es algo que deberíamos aplaudir:
Menos autónomos significa más empleo estable y menos precariedad encubierta bajo la etiqueta de "emprendimiento".
🇳🇴 Noruega → 4,6%
🇩🇰 Dinamarca → 7,4%
🇳🇱 Países Bajos → 8,1%
🇩🇪 Alemania → 8,6%
🇸🇪 Suecia → 10,7%El trabajo decente no se mide por número de autónomos. https://t.co/GxGeE07aaA
— Julen Bollain (@JulenBollain) October 16, 2025
Sí, lo sabemos: desde que este gobierno incrementó la inspección de trabajo y reformó la legislación laboral, miles de autónomos han pasado a ser asalariados. Adjunto datos.
Además, ¿sólo se asfixia a los autónomos en las regiones más ricas? Ya es casualidad… Adjunto mapa. https://t.co/YmLTWcQnoZ pic.twitter.com/CfIVJ4Hv7O
— Eduardo Garzón (@edugaresp) October 17, 2025
En resumen, como en los países más ricos hay pocos autónomos, que se pierdan unos cuantos miles en España tampoco puede ser tan malo. El argumento tiene una contestación obvia: qué otras cosas tienen en esos países (Suecia, Dinamarca, Holanda, Alemania) que en España no hay. El frío por ejemplo, a ver si va a ser eso la causa de los bajos salarios.
La falacia
Pero, sobre todo, esconde una de las grandes falacias argumentales de la izquierda: el cambio de orden de la causalidad. Suecia, Dinamarca, Holanda o Alemania no son ricos porque tengan pocos autónomos; sino que tienen pocos autónomos porque son ricos.
Esto es como si te vas al África subsahariana a ver cómo son los poblados de las regiones más pobres del mundo y descubres que casi todos los hogares tienen una vaca macilenta en la puerta y un pequeño huerto en la parte de atrás de un chamizo. Y piensas: "En Suiza nadie tendría ganado junto al hogar; así que vamos a convertir a Burkina Fasso en la nueva potencia económica mundial quitándole las vacas a esta gente". No es descartable que planteasen esta receta (cosas peores ha hecho la izquierda mundial en el último siglo, pregunten a ucranianos o chinos por sus grandes planes agrícolas) a pesar de lo absurdo del planteamiento.
Es obvio que, según vayan siendo más ricos los habitantes de esas regiones, irán dejando estas actividades menos productivas y en las que no son tan eficientes; ahora mismo las mantienen porque no les queda otro remedio.
Con los autónomos, en España, pasa lo mismo. De hecho, no es extraño que en las crisis crezca el número de autónomos y en las etapas de crecimiento se reduzca. El problema, repetimos, es que el orden es importante: no crecemos por reducir el número de autónomos o castigar a los que había, sino que se crea empleo por cuenta ajena gracias al crecimiento.
Aquí es donde cobra relevancia el momento del debate. Porque estos tuits no están ahí puestos por casualidad. Son la reacción al anuncio del Gobierno de que disparará las cuotas. En ese punto, y cuando muchos dicen "si suben de esa manera las cotizaciones, muchos pequeños empresarios y autónomos no podrán soportarlo"... es cuando nos empiezan a sacar las estadísticas del bajo número de empleo por cuenta propia en Dinamarca o Noruega. El mensaje implícito está claro: si en estos países hay tan pocos autónomos, ¿tampoco será tan malo hacer una limpia en España vía subida de cotizaciones, no?
Es cierto que, en nuestro país, hay muchos autónomos que querrían ser empleados por cuenta ajena (no todos y los más importantes son los que no quieren, pero hoy no entraré en eso). El problema es que muchos no pueden. O porque no son lo suficientemente productivos para justificar un salario o porque no lo es la empresa que tendría que pagarles y no se atreve a contratarles. Si queremos tener menos autónomos, impulsemos la productividad; hacerlo al revés (castigar a los autónomos para impulsar la productividad) intuyo que saldrá bastante peor.
[Nota al margen: tampoco se preguntan estos economistas qué impacto tienen, en las decisiones de las empresas españolas, medidas como la subida del SMI o los costes del despido; a ver si el hecho de que haya tanto empresario reacio a contratar y que tirar de la subcontrata o el autónomo tiene que ver, al menos en parte, con eso].
Las preguntas
Y dos preguntas para terminar:
¿Cuántos autónomos son los correctos? Es decir, si hay demasiados y es bueno que muchos dejen de serlo tras la subida de las cotizaciones, ¿por qué no ir un paso más allá? Si triplicamos las cuotas a lo mejor no queda ninguno y somos todavía más ricos que Dinamarca.
También podríamos poner un cupo máximo y subastarlo a principios de año. Por ejemplo, un millón de autónomos (lo que nos dejaría en la proporción de algunos de esos países). A los que más paguen, les dejamos que sigan siéndolo. A los demás, se lo prohibimos: que se vayan a trabajar por cuenta ajena o al paro o a la economía sumergida (intuyo que habría más de esos dos últimos que del primero; pero yo qué voy a saber, nuca estuve en Suecia).
Para la segunda pregunta reconozco que no tengo una respuesta. ¿Cuál es el tamaño correcto del empleador? Porque los países modelo (de las socialdemocracias nórdicas a la industrial Alemania) lo que tienen es un enorme porcentaje de empleo en compañías de tamaño grande: multinacionales, gran empresa, compañías exportadoras, transnacionales… Y esto tampoco suele gustarles mucho a nuestros referentes.
En resumen, que autónomos no, pero ikeas tampoco. Ya no sabes a qué atenerte. Te ponen ejemplos de países con mercados laborales mucho más flexibles que el español (en algunos de ellos, por ejemplo, sin apenas costes de despido); y cuando se lo dices, te contestan que eso no les gusta. También tienen un peso del empleo entre las grandes empresas muchísimo más elevado que en España. Pero eso tampoco es la clave de la prosperidad. En realidad, nunca he tenido muy claro cuál era el modelo que querían, hasta esta semana: que no haya autónomos.
Lo que ocurre es que esto luego también choca con su casuística. Miren cualquier otra discusión en las redes sociales en los últimos años. No creo que a nadie le sorprenda que digamos que la izquierda usa a menudo este tipo de ejemplos:
- Hay que castigar a las grandes empresas (con más impuestos o regulación laboral más estricta) porque se están quedando con todo. Y uno intuye que si les castigan y hablan con ese odio de ellas es, entre otras cosas, porque les gustaría que hubiera menos.
- Debemos defender el pequeño comercio y a los pequeños productores: del consumo de proximidad, a la ayuda a las pequeñas explotaciones frente a las grandes superficies
- Cuando aparece un debate sobre el coste del SMI, siempre te responden lo mismo: "En un bar o en una pequeña tienda, lo que les importa no es pagarle 100 euros más a su empleado, sino que los clientes tengan renta para tomarse una caña"
- Frente a Uber o Cabify, defendamos al taxi. Frente a las cadenas de franquicias que unifican nuestras ciudades, cuidemos la tienda de barrio
- …
Podríamos seguir. Luego, uno les lee esta semana y se pregunta qué tipo de empresa o figura laboral creen que tienen todos estos protagonistas de sus ejemplos tuiteros. Porque los empresarios de los que tiran para sus imágenes son todos autónomos o microempresarios de uno o dos empleados. Ningún otro formato les gusta. En el momento que la empresa comienza a despuntar mínimamente, la masacran: si tiene el menor éxito, ya es un explotador sin corazón.
Por eso, ahora que sabemos que tampoco les gustan los autónomos, nos preguntamos: ¿hay alguna forma de ser empresario que valide nuestra izquierda? Bueno sí, los del cine, las productoras de televisión comprometidas o los medios de comunicación de denuncia social. Además, en esos sectores con los que ellos tantas veces colaboran, apenas hay falsos autónomos, ¿verdad?
