
En mi libro Hitler y la revolución (Unión Editorial, 2025), examino los objetivos de política social y económica del dictador alemán. ¿Qué objetivos sociales, económicos y políticos perseguía? En contra de la opinión previamente aceptada, Hitler concedía gran importancia a la cuestión social. Quería resolverla mejorando las posibilidades de ascenso de los trabajadores, aumentando la movilidad social.
Mi análisis de numerosas declaraciones públicas y privadas realizadas entre 1920 y 1944 demuestra que fue un firme defensor de la "igualdad de oportunidades", que, como todos sus objetivos sociales y económicos, sin embargo, solo debía realizarse dentro de la Volksgemeinschaft (comunidad nacional alemana). Quien no perteneciera a esa Volksgemeinschaft era perseguido, encarcelado en campos de concentración o asesinado. Pero quienes sí pertenecían, especialmente los trabajadores, debían tener mayores oportunidades de ascenso social en la sociedad.
Una nueva élite debía sustituir a la burguesía
A Hitler no le preocupaba el mejor desarrollo posible de cada individuo, sino la optimización del beneficio para la Volksgemeinschaft. Para él, el individuo como tal carecía de importancia. Lo relevante era su función dentro de la comunidad nacional y la utilidad que reportara a esta, lo cual se alcanzaba mejor, en su opinión, si se superaban las barreras de clase tradicionales y todos los Volksgenossen (camaradas del pueblo) tenían la oportunidad de participar en la lucha social-darwinista por el ascenso social. De este modo, esperaba formar una nueva élite que sustituyera a la burguesía.
Hitler acusaba sobre todo a la burguesía de mantener una posición antisocial: el afán de lucro, la codicia y un materialismo descarado. Al rechazar las demandas sociales legítimas, la burguesía había empujado a los trabajadores hacia los partidos marxistas. La conciencia de clase proletaria era, simplemente, una reacción comprensible a la arrogancia de clase burguesa.
Una acusación central y constantemente repetida que Hitler dirigía contra la burguesía era su debilidad, falta de energía y cobardía. Según él, la causa de esa "cobardía" estaba en las condiciones materiales de vida de la burguesía, es decir, en que —a diferencia de la clase trabajadora— era una clase propietaria y, por tanto, vivía con el miedo constante a perder su propiedad.
La acusación de "cobardía" solo puede entenderse en el contexto de la cosmovisión social-darwinista de Hitler. Uno de sus preceptos fundamentales era que, en la lucha eterna del fuerte contra el débil, el débil acabaría siendo destruido. En su opinión, esto se aplicaba tanto a los individuos como a los grupos sociales e incluso a naciones enteras.
La conclusión de Hitler era que la burguesía había llegado al final de su misión por su cobardía, debilidad y falta de energía. Esta clase era incapaz de liderazgo político y debía ser sustituida por una élite cualificada. Hitler esperaba establecer esta élite principalmente entre la clase trabajadora. Para él, los trabajadores eran, como afirmaba, la "fuente de fuerza y energía". Por ello, concentró sus esfuerzos en ganarse el apoyo de la clase obrera.
Uno de los objetivos clave de su revolución era revalorizar ideológicamente el trabajo manual y aumentar el prestigio social del trabajador. El incremento del prestigio del trabajador no solo debía servir al objetivo de una mejor integración de esta clase; igual de importante era la intención de Hitler de crear condiciones para una mayor movilidad social relativizando los estatus tradicionales. La revalorización del trabajo manual era, como explicó en Mein Kampf, condición necesaria para aumentar la disposición de los hijos de familias de clase media a entrar en ocupaciones manuales y, al mismo tiempo, crear las condiciones para el ascenso social de los hijos de los trabajadores.
El objetivo de Hitler era la creación de una "comunidad nacional" en la que se abolieran las barreras de clase. Las tradiciones existentes, la "arrogancia de clase" y la "conciencia de clase" debían desmantelarse mediante un proceso de reeducación continua. Este proceso de igualación ideológica debía acompañarse de una igualación real en muchos ámbitos de la vida.
Admirador de la economía planificada soviética
Más importante aún para Hitler que revolucionar la estructura social de la sociedad era la reestructuración revolucionaria de la economía. Valoraba el principio económico de la competencia, que definía como un caso particular del principio social-darwinista de selección y como motor del continuo progreso industrial dinámico. Por otra parte, criticaba el liberalismo económico, según el cual el bien común resultaba de la persecución de intereses egoístas por parte de los empresarios en el mercado.
Que Hitler reconociera la forma jurídica de la propiedad privada no significa gran cosa si se tiene en cuenta que rechazaba el libre poder de disposición empresarial sobre los medios de producción. Esto ejemplificaba su método, tanto en economía como en política: mantener la forma externa —como la figura legal de la propiedad privada—, pero erosionar los principios sobre los que se sustentaba hasta el punto de poder destruirla de forma más efectiva y con menos oposición que con cualquier otro método.
En opinión de Hitler, el empresario no era más que un representante del Estado y debía cumplir incondicionalmente los objetivos fijados por este. Uno de los medios más importantes para alcanzar tal fin era la constante amenaza —abierta o velada— de nacionalización. Si los empresarios alemanes eran incapaces de lograr los objetivos marcados por el Estado nacionalsocialista, advertía una y otra vez Hitler, entonces el Estado asumiría esa tarea directamente. Sus acciones en la fundación de las Hermann-Göring-Werke y la Volkswagen-Werke demostraban que no se trataba de una mera amenaza vacía.
Los conflictos con el empresariado, por un lado, y los éxitos logrados con la aplicación del sistema de planificación empresarial, por otro, llevaron a una creciente radicalización de las críticas de Hitler al sistema de libre comercio. En ello desempeñó un papel importante su admiración por el sistema económico soviético. A partir de su memorando sobre el Plan Cuatrienal de 1936, pero también en sus posteriores conversaciones de sobremesa con su círculo íntimo y en comentarios a sus colaboradores, se desprende con claridad que la creencia de Hitler en la superioridad del sistema soviético frente al capitalista fue un motivo esencial en su destrucción forzada del sistema de libre empresa en Alemania.
Finalmente, Hitler llegó a considerar la nacionalización de sectores importantes de la economía alemana, como las grandes sociedades anónimas cotizadas, la industria energética y todos aquellos sectores que producían "materias primas necesarias para la supervivencia". La aplicación de un sistema de planificación no estaba condicionada únicamente por las necesidades de rearme y guerra. Tras la guerra, Hitler no pensaba reducir la intervención estatal, sino más bien ampliar el alcance de la economía planificada. En lo que respecta a la dirección planificada de la economía, afirmaba que aquello era solo el comienzo.

