
La portavoz de Más Madrid, Manuela Bergerot, ha acusado a Isabel Díaz Ayuso de haber llevado a la quiebra a la Universidad Complutense de Madrid (UCM). No hablamos solamente de una consigna política, sino del lanzamiento de un relato diseñado para culpar al gobierno regional de una supuesta "infrafinanciación" crónica.
Pero la realidad es más compleja y, sobre todo, mucho menos conveniente para quienes hoy pretenden presentarse como defensores de la universidad pública. No en vano, en los últimos meses hemos conocido muchos ejemplos de mala gestión en la UCM, como acreditan los 128.000 euros en comidas, viajes y publicidad vinculados a la cátedra de Begoña Gómez, esposa del presidente del gobierno, Pedro Sánchez, que está siendo investigada por presuntos delitos de corrupción.
A dicho ejemplo se le pueden sumar muchos otros que han visto la luz en los últimos meses: cerca de 280.800 euros dedicados a pagar clases de pádel y tenis para hijos de empleados, 90.000 euros invertidos en un vídeo institucional de dos minutos de duración, 50.000 euros pagados para la elaboración de retratos y, en definitiva, un sinfín de partidas de gasto muy cuestionables. No hablamos de casos menores o anecdóticos, sino de un patrón sistemático de despilfarro que desmiente el discurso de victimismo presupuestario.
Las cuentas de La Complutense
Recientemente, el gobierno regional accedió a ofrecer un "rescate" financiero a la Complutense, con la aprobación de un préstamo de 34,5 millones de euros a cargo de los presupuestos autonómicos. Esta cifra viene a compensar el abultado déficit de 140 millones que acumuló el centro durante los dos últimos cursos. Sin embargo, este "rescate" no está condicionado, de modo que la UCM seguirá manteniendo en pie muchas de las estructuras que han consolidado su estructura deficitaria.
Por ejemplo, consta que hay 400 directivos o altos cargos en el centro y, además, todos ellos pueden pedir un año sabático pagado cada seis años. Es cierto que la Comunidad de Madrid reducirá sus pagos futuros a la Complutense para recuperar el préstamo, pero no se han introducido reformas estructurales que reduzcan este tipo de gastos en un ente que maneja más de 700 millones de euros anuales.
Así, mientras desde la izquierda se agita la idea de una universidad "asfixiada" por culpa de Ayuso, la realidad interna de la UCM muestra otra cara: una institución que, bajo su actual dirección, ha permitido —y en algunos casos protagonizado— gastos suntuarios y opacos que, de hecho, han terminado en el foco judicial y mediático. Si la Complutense tiene problemas financieros, en última instancia, es por la incompetencia de quienes la administran.
Pero, más allá de esta circunstancia, y precisamente ahora que la extrema izquierda sale en defensa de la Complutense, vale la pena preguntarse qué tipo de modelo formativo defienden estas fuerzas políticas. En este sentido, en los últimos días han salido a la luz distintos vídeos filmados por estudiantes del centro en los que se pone de manifiesto el acoso y derribo que sufren los pupilos de la UCM que no se alinean con los grupúsculos antisistema que han "tomado" las instalaciones de algunas de las facultades e instalado un clima de total opresión hacia quienes piensan de forma diferente.
Para hablar de ello, hablamos con uno de los estudiantes que está alzando la voz ante esta deriva. Se trata de Eduardo Peláez, que nació el 23 de junio de 2004 en Luarca (Asturias) y es estudiante de cuarto curso de Publicidad y Relaciones Públicas. Cansado del clima de opresión que ha instaurado la extrema izquierda en centros como la UCM, Peláez se sumó a "Libertad Sin Ira", asociación que él mismo preside y que surgió en el ámbito universitario, como respuesta al clima de polarización y censura ideológica que muchos jóvenes perciben en la vida pública.
"Libertad Sin Ira"
"Nos inspiramos en el espíritu de la Transición, aquel tiempo en que las diferencias no impedían el entendimiento ni se traducían en enfrentamiento. De hecho, el nombre de la organización viene del célebre himno generacional que reivindicaba un futuro de libertad sin odios ni revanchismos", explica a LD.
En tiempos en que los campus de las universidades públicas se ven marcados de manera frecuente por la mordaza y la censura de la izquierda y sus organizaciones, Peláez se propone "ofrecer a los jóvenes un espacio donde pensar en voz alta, sin etiquetas ni prejuicios, convencidos de que solo con libertad puede haber auténtico diálogo".
"Más que un movimiento político, Libertad Sin Ira es algo así como una jaima de ideas, un lugar abierto, plural y respetuoso, donde todas las voces puedan expresarse y escucharse. El objetivo es sencillo, pero profundo, porque no es fácil reconstruir un marco de convivencia donde discrepar no sea motivo de exclusión, sino el punto de partida para una sociedad más madura y libre", apunta.
Desde su fundación por parte de Ignacio Dancausa, "Libertad Sin Ira" ha crecido en un entorno universitario donde no siempre es fácil defender la libertad de pensamiento: "desde el primer día, la asociación sufrió y sufre censura, boicots e incluso agresiones, todo fruto de la intolerancia de quienes no soportan que existan jóvenes con ideas distintas. Sin embargo, lejos de desanimarnos, todo intento de silenciarnos ha reforzado nuestra convicción de que la libertad de expresión es un valor que merece ser defendido con serenidad y coraje".
"Por demasiados años, en los campus universitarios ha reinado un clima de miedo ideológico, donde los estudiantes evitan manifestar su opinión por temor a la reacción de los sectores más radicales de la izquierda. Sin embargo, esa hegemonía comienza a resquebrajarse. Hoy, cada vez son más los jóvenes que pierden el miedo y reconocen que el verdadero progreso pasa por recuperar el respeto, el pluralismo y el derecho a disentir", sostiene con optimismo.
Así las cosas, la organización ha conseguido abrir un debate real sobre el papel de la universidad "como espacio de pensamiento y no de adoctrinamiento. Cientos de estudiantes escriben cada mes a nuestra asociación, para expresar su admiración por el trabajo que hacemos y para confesarnos, con sinceridad, que piensan igual pero aún no se atreven a decirlo. Nosotros les invitamos a unirse para seguir creciendo e ir a más".
La visita al "campus de los horrores"
En ese contexto, llama la atención un vídeo que ha grabado recientemente la asociación estudiantil en la Universidad Complutense. En la filmación, realizada el pasado 23 de septiembre, se muestra cómo los espacios reservados para asociaciones universitarias están llenos de grafitis y tomados por organizaciones y grupos de extrema izquierda.
El episodio completo, disponible aquí, recorre otros espacios de la UCM y revela cómo dicho campus fue empleado como núcleo de operaciones por lo que luego sería Podemos, confirmando el uso partidista que han tenido estas instalaciones a lo largo de los años.
Fin a la toma de las universidades por la extrema izquierda
¿Hay manera de poner fin a esta colonización de lo que no deja de ser un espacio de todos por parte de grupos radicales de inspiración comunista? En Argentina, el actual gobierno de Javier Milei aprobó el Decreto 1084/2024, que prohíbe "exhibir símbolos, pancartas, imágenes o mensajes de carácter político partidario en edificios y bienes públicos del Estado".
El objetivo declarado de la reforma argentina es "despolitizar" el espacio público, evitando que las dependencias pertenecientes a distintos organismos del Estado funcionen en la práctica como espacios de propaganda de aquellos que, mediante la violencia y la intimidación, cooptan tales lugares hasta convertirlos en sus "fortines" particulares.
¿Es esta una posible solución para garantizar la libertad de expresión y la neutralidad institucional en las universidades? Peláez considera que "la defensa de los espacios públicos universitarios empieza por algo tan elemental como proteger su integridad física. Cuidar los bienes comunes, evitar el deterioro y el vandalismo, es una muestra mucho más sincera de compromiso con la universidad pública que salir a la calle a quemar contenedores".
"En ese sentido, me parece legítimo plantear medidas que garanticen que los espacios de todos no sean monopolizados por unos pocos. Ahora bien, hay que tener claro que, si una iniciativa similar a la argentina se aplicase en Madrid, la reacción sería extremadamente agresiva. No por parte del estudiantado en general, sino de esos grupos totalitarios que, aunque son claramente minoritarios, llevan años imponiendo su ley en facultades enteras. Son pocos, pero están dispuestos a todo para mantener su control, recurriendo sin reparo a la violencia física, la presión psicológica o la intimidación constante. Hay que ser conscientes de ello", advierte.
Más aún, Peláez denuncia que "muchos de estos estudiantes-activistas se presentan como defensores de la salud mental, la diversidad y el diálogo, pero cuando alguien discrepa o plantea una visión distinta, no dudan en convertirse en auténticos acosadores. Esa es la gran contradicción: quienes hablan en nombre de la tolerancia son, en demasiadas ocasiones, los primeros en pisotearla".


