
Me encuentro con este tuit de Juan Luis Jiménez (profesor en la Universidad de Las Palmas) sobre un tema siempre muy delicado:
Las mujeres que sufren enfermedad congénita que les impide tener hijos presentan iguales resultados económicos y laborales que los hombres, desapareciendo la brecha de género.
Este resultado sostiene literatura anterior que muestra que la brecha salarial se debe a tener hijos. pic.twitter.com/qX6VGh74Eo
— Juan Luis Jiménez (@JuanLuis_JG) November 21, 2025
No deja de ser sólo un estudio (yo mismo soy muy escéptico sobre algunos de estos modelos que luego son refutados por otros). Y la muestra no es muy grande (152 mujeres). Pero, como dice Jiménez, confirma casi todo lo que se ha hecho sobre este punto: la "brecha de género" (diferencial de salarios medios entre hombres y mujeres) está muy relacionada con la maternidad. Las mujeres que ni tienen ni esperan tener hijos tienen carreras laborales muy similares a las de sus compañeros varones.
Digo que es delicado porque esto no suele gustar (por diferentes razones) ni a un lado ni a otro.
A la izquierda, porque desbarata la carta del machismo, patriarcado, discriminación… de los empresarios. Porque digo yo que si fueran machistas, patriarcales o discriminatorios, no entrarían en el detalle de si una mujer tiene una enfermedad que le impide tener hijos: las discriminarían a todas.
En realidad, los empresarios no es que sean machistas o no lo sean: es que no pueden serlo. Como expresó hace unos años Juanma López Zafra en el tuit que he citado más veces en mi vida: "El mercado no premia el esfuerzo. Premia el valor añadido". Y podríamos seguir: tampoco premia los prejuicios, ni las simpatías, ni las posiciones políticas de nadie.
Imaginemos un empresario machista que discrimina a las mujeres pagándoles menos que a sus compañeros varones por una labor de igual o mejor calidad que la de estos. O que, directamente, no contrata mujeres. ¿Qué le pasará? Pues que sus competidores ficharán a esas mujeres que cobran menos o que están en el paro. De hecho, si ellas cobran ahora 2.000 por un trabajo por el que ellos cobran 3.000; la solución es sencilla: pagarles 2.500 y quedarse con toda la cuota de mercado (las empresas que hagan esto producirán lo mismo con un coste inferior). Y luego habrá uno que ponga 2.600, otro 2.700… y así hasta que no haya diferencias. No puede haberlas, porque cuando el cliente compra un producto no sabe quién lo hizo, si fueron mujeres, hombres, blancos, negros, cristianos, musulmanes. Lo que ve es calidad – necesidad cubierta – precio. La disciplina del mercado es simplemente eso: el que mejor lo hace, a menor coste, se lo lleva.
¿Se puede discriminar a un colectivo? Pues es muy complicado. Se puede intentar. Pero lo normal es que sea una discriminación con las patas muy cortas: En el momento en el que un competidor observe que estás pagando menos de lo que ese tipo(a) merece, intentará reclutarlo por un poco más que ese sueldo discriminatorio. Y las diferencias se estrecharán hasta que desaparecerán.
¿Inevitable?
Aquí llegaría un segundo debate: ¿es inevitable que la maternidad influya en las condiciones laborales a largo plazo?
De nuevo, otra herida de las que escuece. Porque, en parte, la respuesta es que sí.
Hay tres motivos por los que esto se produce:
- Cuando eres madre, estás un cierto período de tiempo fuera de juego por una pura cuestión biológica. Intuyo que aquí me dirían que la respuesta son los permisos igualitarios. Pero, sin entrar a fondo en ese asunto, reconozcamos que (i) ni son igualitarios; (ii) ni pueden serlo del todo (imaginemos una mujer que pide una baja durante un embarazo de riesgo); (iii) pueden generar desincentivos a la paternidad y el matrimonio si el potencial padre piensa que esto puede llegar a perjudicarle. Si empezamos a ver estadísticas de que los solteros o casados sin hijos ganan más porque no han disfrutado de esos permisos… ¿qué pasaría? ¿Queremos lanzar ese mensaje?
- Cambio de prioridades. Hay decenas de estudios que certifican que las mujeres con hijos tienden a dar más importancia a su vida familiar que al empleo.
- Reparto de tareas tradicional que todavía persiste. Aquí se podría abrir un melón interesante. Pero siempre desde la aceptación de que si esto ocurre no es culpa del empresario. Y con un matiz relevante: si el reparto lo resumimos como un "tú a la oficina, yo más tiempo en casa"… ¿quién establece cuál es la parte buena y la mala de esa disyuntiva?
Natalidad
A la derecha el tema le pica porque señala una evidencia: una de las causas de la caída de la natalidad de las últimas décadas es la incorporación de la mujer al mercado laboral. Que sí, que también podemos hablar de cambio de valores, de que preferimos ver Netflix a esforzarnos en algo o de los mensajes wokistas. Pero, junto a eso y posiblemente con más importancia, está lo del empleo.
Esto es incómodo porque, salvo algún marciano muy marciano, nadie piensa que sea bueno que las mujeres abandonen el mercado laboral. Pero al mismo tiempo todos piensan (al menos en el conservadurismo convencional) que sería bueno incrementar las cifras de natalidad. ¿Todo es compatible? Sí, pero con realismo.
Como economistas, lo que tenemos es un análisis muy complejo, en el que al menos destacan tres aspectos de esos que no siempre sabemos manejar bien:
- Preferencias de corto y largo plazo. En los modelos, el ser humano se posiciona hacia el futuro como si supiera lo que va a pensar en 15-20 años. Y es una mentira gordísima. Nadie es con 40-45 años como se había imaginado que sería cuando tenía 25. En este sentido, todas las cifras nos dicen que hay mucha más gente con 45 que querría haber tenido más niños (y haberlos tenido antes) que los que dicen a los 45 que habrían preferido tener menos de los que tienen. ¿Alguna propuesta para resolver esto?
- Preferencias individuales y colectivas. Nadie quiere obligar a un chico-chica que no quiere tener hijos a que los tenga a la fuerza; pero al mismo tiempo, a la mayoría nos gustaría que en nuestras sociedades la tasa de natalidad subiera. ¿Cómo lograrlo?
- Tenemos dos bienes en conflicto y es muy complicado encajarlos. Porque nada es gratis y no podemos tenerlo todo. La vida gira en torno a elecciones. ¿Tener hijos es bueno? Sí. ¿Te aporta cosas? Muchísimas. ¿Y un empleo? También. ¿Y la satisfacción de una carrera laboral exitosa? Es parte de lo que nos hace sentirnos orgullosos de nosotros mismos. ¿Son incompatibles por completo? No… pero tampoco podemos engañarnos: cierto choque sí hay. O te desplazas a Múnich a la reunión de la directiva de tu empresa o llevas al niño al entrenamiento de fútbol y luego lees con él en la cama.
Me parece el debate más complicado de la actualidad. Eso sí, al menos empecemos en el punto exacto. Ese punto en el que dejamos de sobar conceptos absurdos como el de brecha salarial.
