
Con motivo del I Foro Internacional Economía, Clima y Energía que han programado en Madrid el Instituto Juan de Mariana, la Universidad de las Hespérides y la Universidad Francisco Marroquín, Libre Mercado se ha entrevistado con Rod Richardson, máximo impulsor de Climate and Freedom Project, una iniciativa que aglutina a decenas de think tanks, intelectuales y académicos partidarios de promover la libertad económica y los mercados competitivos como receta para abordar la política energética de forma más pragmática y eficiente.
El pensador estadounidense considera que retos como la descarbonización se abordan mejor a través de mercados abiertos, competencia, innovación y crecimiento, de modo que se opone a las prohibiciones, las políticas punitivas y el intervencionismo que impera en estos campos de la política pública. La entrevista recorre el papel de la innovación, las lecciones del giro liberal de los años 80, la importancia...
P: ¿Qué enfoque debería predominar a la hora de plantear una agenda política dedicada a las cuestiones de la energía y el clima?
R: El enfoque de libre mercado es, con diferencia, el que mejor funciona. Los retos climáticos requieren innovación, especialmente innovación tecnológica en las fuentes de energía. Hoy, mitigar los costes asociados a esta cuestión resulta caro porque muchas tecnologías todavía no están listas para competir en el mercado sin desestabilizar los sistemas energéticos y eléctricos. La innovación es clave, y la mejor forma de generar innovación es a través de mercados competitivos. La mejor forma de reducir costes es mediante libre comercio y competencia. Además, muchas herramientas clásicas del liberalismo son, en sí mismas, fuentes de descarbonización… Por ejemplo, la mejor forma de proteger los bosques es a través de derechos de propiedad privada.
P: Has hablado en otras ocasiones de la importancia de acelerar el crecimiento como forma de reducir emisiones. ¿Puedes explicarlo? Muchas voces de la izquierda defienden precisamente lo contrario, el decrecimiento…
R: Claro. Si reduces los impuestos y abaratas el coste del capital —por ejemplo, el coste de nueva maquinaria, instalaciones y equipamiento— lo que consigues es acelerar el ciclo de innovación. Las empresas ponen en funcionamiento nuevos activos con más rapidez. Y lo importante es que las nuevas formas de producción tienden a ser más limpias y eficientes que las anteriores. Así, al acelerar ese ciclo, reduces las emisiones por unidad de PIB, sin necesidad de prohibiciones ni controles.
P: Ud. defiende que la Era Reagan supuso un punto de inflexión en clave climática porque, al liberalizar los mercados y abaratar los costes fiscales de la inversión empresarial, puso en marcha una transformación empresarial que se tradujo en más eficiencia energética.
R: Exactamente. Es uno de los grandes hallazgos del trabajo del Climate & Freedom Project. Tanto las políticas de Reagan como las de Thatcher descarbonizaban sin proponérselo, y lo hacían antes incluso de que el cambio climático fuera una preocupación política. Reagan se enfrentaba a la estanflación: bajo crecimiento e inflación alta. Mientras Paul Volcker subía los tipos de interés desde la Reserva Federal, la Casa Blanca optó por una estrategia de crecimiento con baja inflación, basada en dos pilares: desregulación y bajada de impuestos. Se desregularon sectores clave: gas natural, transporte por carretera, aerolíneas, telecomunicaciones, etc. Todo ello generó enormes ganancias de innovación, eficiencia y productividad, amén de importantes reducciones de costes. El desacople del crecimiento en relación con las emisiones de CO2 se inicia entonces.
P: Ha mencionado los cambios fiscales, las rebajas de impuestos. ¿Por qué fueron tan importantes? Cuando se habla de energía y clima, rara vez se plantea una fiscalidad más baja como política de referencia.
R: Uno de los cambios más relevantes de la Era Reagan fue la introducción de la depreciación acelerada, lo que hoy se conoce asimismo como reglas de amortización inmediata. Antes de los años 80, si invertías 30 millones en una planta con una vida útil de 30 años, solo podías deducir un millón al año. Reagan permitió hacerlo en tres o cinco años. Hoy sabemos que lo óptimo es hacerlo inmediatamente. Esto reduce drásticamente el coste de capital, porque no necesitas financiar la inversión durante décadas. Al abaratar la inversión, las empresas pueden renovar antes su equipamiento. La consecuencia fue que esta rebaja aceleró la revolución de la eficiencia energética. Las inversiones en eficiencia pasaron a "cuadrar" en los números, se volvieron rentables, y las grandes empresas empezaron a adoptarlas masivamente desde los años 80.
P: ¿Y qué papel juega el comercio internacional en todo esto? Era otro pilar del discurso de Reagan, pero hoy el proteccionismo está en auge.
R: Pues es fundamental evitar esa tentación, porque el libre comercio permitió, por ejemplo, que los coches japoneses y alemanes, más pequeños y eficientes, entraran en el mercado estadounidense durante los shocks petroleros de los años 70 y 80. Eso fue lo que redujo emisiones en el sector del automóvil sin necesidad de regulaciones climáticas explícitas. Todo lo que reduzca los costes de los insumos y fomente la competencia aumenta la innovación y, en última instancia, arroja más crecimiento con menor huella medioambiental.
P: Para un público general: ¿qué es exactamente el Climate and Freedom Project?
R: Es una iniciativa que lanzamos en 2015 cuando entendimos que nadie estaba aplicando seriamente el pensamiento de libre mercado al problema climático. En el centro-derecha había mucha confusión: algunos negaban el problema, otros se limitaban a defender un enfoque parcial como la defensa de la nuclear o de los combustibles fósiles, también había quien se quedaba en la crítica a las renovables sin ofrecer alternativa… No había un enfoque liberal coherente. Nuestra idea central es que los mercados libres son inherentemente descarbonizadores. La política climática debe empezar ahí. Luego puedes añadir herramientas compatibles con el mercado, como los recortes fiscales ligados a la descarbonización...
P: ¿En qué se diferencian esos incentivos de un impuesto al carbono?
R: Un impuesto al carbono es punitivo: castiga a quien emite, pero no sabes qué harán las empresas en respuesta. En Europa, muchas simplemente se han marchado a China. Emiten menos en Europa, pero más en Asia. Por eso proponemos un incentivo fiscal limpio, que recompensa a quien reduce emisiones produciendo aquí. De esa forma, evitas la deslocalización y consigues una reducción real.
P: ¿Cree que el debate climático está girando hacia postulados más liberales?
R: Sí. Bjørn Lomborg ha ganado el argumento de que el cambio climático no es el apocalipsis, solamente un problema que debe ser abordado. Artículos recientes de Bill Gates reflejan ese cambio en el estado de opinión de las élites. Ahora ya se empieza a reconocer de forma generalizada que las políticas climáticas de los últimos 30 años han sido en gran parte un error, y que necesitamos otro modelo. El siguiente paso —que empieza a abrirse camino— es entender que ese nuevo modelo debe ser el del libre mercado. Porque se habla mucho de innovación, y sin duda puedes financiar toda la innovación que quieras, pero si los mercados donde se despliega la innovación están cerrados, si hay barreras comerciales y monopolios energéticos… entonces esa innovación no se aplicará de forma efectiva a la producción y al consumo cotidiano.
P: En España estamos cerrando centrales nucleares por mandato político, siguiendo el modelo alemán. ¿Qué opinas?
R: Es absurdo... España se dispara en el pie igual que ya hizo Alemania. La decisión sobre la nuclear y sobre el conjunto de la producción energética debería quedar en manos del mercado tanto como sea posible, y el cierre de las centrales, dado que están en perfectas condiciones de seguir funcionando y no presentan ningún fallo de seguridad, es algo que solo debería producirse por fuerzas de mercado, no por decisiones políticas. En un mercado competitivo, los ciudadanos deberían poder elegir si compran electricidad nuclear, renovables o gas. Eso es un mercado. Y eso es lo que funciona.


