Es público y notorio. Las relaciones entre la Comunidad de Madrid y el Ejecutivo de Pedro Sánchez atraviesan su peor momento. La llegada del ministro de Función Pública y Transformación digital, Óscar López, a la secretaría general del PSOE madrileño ha tensado aún más la cuerda hasta desembocar en la situación inédita que vive la región desde la semana pasada, cuando el PP presidido por Isabel Díaz Ayuso rompió relaciones con el delegado del Gobierno y se anunció una querella contra la portavoz socialista del Ayuntamiento, Reyes Maroto, interpuesta este miércoles en los juzgados de Plaza de Castilla. Las declaraciones de Maroto provocaron además que el Ayuntamiento dirigido por José Luis Martínez-Almeida cese sus contactos con el grupo socialista.
Pero, en concreto, la celebración del Dos de Mayo, festividad de la región, es una historia de desencuentros entre ambas administraciones que alcanzó su clímax hace dos años, cuando el ministro Félix Bolaños, que no había sido invitado oficialmente, trató de acceder a la tribuna de autoridades durante la tradicional parada militar en la Puerta del Sol.
El pasado no estuvo tampoco exento de polémica. Si bien se escenificó cierta tregua institucional, estalló una nueva controversia alimentada por la izquierda, que arremetió contra la presidenta madrileña por subir a una tarima durante la parada militar. Fue algo generado de manera artificial ya que no había ninguna novedad en ello: ocurre cada año en la Comunidad de Madrid, así como en otras autonomías. Los actos militares son presididos por la mayor autoridad presente y es esa autoridad la que pasa revista a las tropas. Asimismo, la imagen de Ayuso subida a esa tarima ya se había producido, por ejemplo, en 2021; en aquella ocasión tanto ella como los militares y el resto de participantes llevaban mascarillas. Así cada Dos de Mayo.
Según consta en el artículo 16 del Real Decreto 684/2010, de 20 de mayo, por el que se aprueba el Reglamento de Honores Militares, "a las autoridades civiles que se relacionan en este artículo les serán rendidos los honores militares de arma presentada e himno nacional en versión breve, cuando presidan actos militares y visiten oficialmente unidades de las Fuerzas Armadas". El precepto establece que entre las autoridades del Estado que podrán presidir actos militares están los presidentes de las comunidades autónomas, siempre y cuando lo hagan en su comunidad y no acuda el presidente del Gobierno o el Rey.
La imagen generada, no obstante, fue muy potente. La presidenta, con un imponente vestido de Rocío Osorno, que consistía en un mantón de Manila rojo carmesí, rodeada de efectivos militares y de cientos de madrileños que aplaudían y le gritaban "guapa" al son de un pasodoble, exactamente una versión del castizo chotis Madrid. Cientos de críticas desde la izquierda inundaron las redes sociales.
Margarita Robles no asistió en 2024 al encontrarse de viaje en Eslovaquia. Precisamente, esta ha sido la escusa esgrimida por su jefe de gabinete para justificar la suspensión este año de la tradicional parada cívico-militar, que lleva celebrándose desde que Joaquín Leguina (PSOE) la instaurase durante su presidencia, según informaron desde la Comunidad de Madrid.
La ausencia de la ministra contrastó con la exhibición de la Patrulla Águila, que se incorporó por primera vez a la celebración. Además, el buen tiempo permitió que un miembro de la Patrulla Acrobática de Paracaidismo aterrizara en el Kilómetro 0 de la capital. Todo ello provocó, según informó entonces algún medio de comunicación cercano al Gobierno, un profundo malestar dentro del Ejecutivo, incluso "conmoción".
Varios ministros manifestaron su incomprensión acerca de la decisión de Robles de permitir la participación de la Patrulla Águila. En ningún acto de carácter autonómico se utilizan semejantes medios militares del Estado, se quejaron. Y encima se permite en Madrid, cuando la dirigente madrileña mantiene un enfrentamiento total con Pedro Sánchez. "Se premia a Ayuso moviendo aviones cuando acumula desplantes" al presidente.