L D (EFE)
Este diario se hace eco del testimonio de una fuente diplomática no identificada que asegura haber leído la transcripción de una conversación secreta de diez minutos de duración mantenida entre Straw y Powell en el hotel Waldorf de Nueva York antes de la guerra. Las fuentes anónimas se autodenominan "fuentes aliadas que apoyaron en su momento las acusaciones de EEUU contra Irak por las que se fue a la guerra" y, según "The Guardian", habrían hecho circular esta transcripción porque hoy sienten que han sido engañadas.
Al parecer, la conversación entre Powell y Straw tuvo lugar antes de la decisiva reunión que celebró el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas el 5 de febrero, en la que EEUU y el Reino Unido pidieron el apoyo de la ONU para su posterior campaña bélica. Durante su comparecencia ese mismo día, Powell presentó imágenes tomadas por satélite de enclaves en Irak y supuestas comunicaciones mantenidas entre comandantes iraquíes con las que EEUU pretendía demostrar el peligro que constituía el régimen de Sadam para el mundo.
Siempre según la filtración, Straw expresó a Powell sus reservas en relación a las acusaciones lanzadas contra Irak por el primer ministro británico, Tony Blair, y el presidente de EEUU, George W. Bush, debido a la falta de pruebas concluyentes. Gran parte de la documentación acerca del supuesto programa de desarrollo de armas de destrucción masiva del derrocado régimen de Sadam Husein, aportada por los servicios de espionaje de ambos países, se basaba en suposiciones o afirmaciones que no se apoyaban en hechos relevantes ni habían sido corroboradas por otras fuentes, según se desprende de la información revelada por "The Guardian".
Powell compartió entonces las preocupaciones y las dudas de Straw acerca de la validez de los datos, especialmente los presentados por la Oficina de Planes Especiales del Pentágono y elaborados por el subsecretario de Defensa de EEUU, Paul Wolfowitz. Pese a estas dudas, Powell reconoció que preparó su comparecencia ante el Consejo de Seguridad en base a dichos informes, aunque confesó a Straw su "recelo" frente a lo que consideró, en el mejor de los casos, como pruebas circunstanciales.
Según la transcripción de su conversación, el secretario de Estado estadounidense le dijo al ministro de Exteriores británico que esperaba que los hechos, cuando salieran a la luz, no les "explotaran en la cara". En un comunicado difundido anoche, el ministerio británico del Exterior negó que Straw hubiera expresado tales reservas a Powell y añadió que "el Ministro de Exteriores siempre ha tenido clara la consistencia de las pruebas contra Irak respecto a sus armas de destrucción masiva y se ha referido a ello a menudo". La transcripción de esta conversación secreta alimenta las acusaciones lanzadas contra Washington y Londres acerca de que exageraron sus informes sobre la amenaza que constituía el derrocado régimen iraquí para justificar un ataque militar.
En este contexto, se complica aún más la postura del primer ministro británico, Tony Blair, después de que esta misma semana la cadena BBC divulgara que el Ejecutivo británico "maquilló" un informe, publicado el pasado septiembre, sobre el armamento iraquí para darle más importancia. En el documento, Blair advertía de que el régimen de Bagdad podía activar su arsenal químico y biológico en 45 minutos, una información que no se llegó a confirmar fehacientemente, según un alto funcionario de su Gobierno consultado por la BBC.
Al parecer, la conversación entre Powell y Straw tuvo lugar antes de la decisiva reunión que celebró el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas el 5 de febrero, en la que EEUU y el Reino Unido pidieron el apoyo de la ONU para su posterior campaña bélica. Durante su comparecencia ese mismo día, Powell presentó imágenes tomadas por satélite de enclaves en Irak y supuestas comunicaciones mantenidas entre comandantes iraquíes con las que EEUU pretendía demostrar el peligro que constituía el régimen de Sadam para el mundo.
Siempre según la filtración, Straw expresó a Powell sus reservas en relación a las acusaciones lanzadas contra Irak por el primer ministro británico, Tony Blair, y el presidente de EEUU, George W. Bush, debido a la falta de pruebas concluyentes. Gran parte de la documentación acerca del supuesto programa de desarrollo de armas de destrucción masiva del derrocado régimen de Sadam Husein, aportada por los servicios de espionaje de ambos países, se basaba en suposiciones o afirmaciones que no se apoyaban en hechos relevantes ni habían sido corroboradas por otras fuentes, según se desprende de la información revelada por "The Guardian".
Powell compartió entonces las preocupaciones y las dudas de Straw acerca de la validez de los datos, especialmente los presentados por la Oficina de Planes Especiales del Pentágono y elaborados por el subsecretario de Defensa de EEUU, Paul Wolfowitz. Pese a estas dudas, Powell reconoció que preparó su comparecencia ante el Consejo de Seguridad en base a dichos informes, aunque confesó a Straw su "recelo" frente a lo que consideró, en el mejor de los casos, como pruebas circunstanciales.
Según la transcripción de su conversación, el secretario de Estado estadounidense le dijo al ministro de Exteriores británico que esperaba que los hechos, cuando salieran a la luz, no les "explotaran en la cara". En un comunicado difundido anoche, el ministerio británico del Exterior negó que Straw hubiera expresado tales reservas a Powell y añadió que "el Ministro de Exteriores siempre ha tenido clara la consistencia de las pruebas contra Irak respecto a sus armas de destrucción masiva y se ha referido a ello a menudo". La transcripción de esta conversación secreta alimenta las acusaciones lanzadas contra Washington y Londres acerca de que exageraron sus informes sobre la amenaza que constituía el derrocado régimen iraquí para justificar un ataque militar.
En este contexto, se complica aún más la postura del primer ministro británico, Tony Blair, después de que esta misma semana la cadena BBC divulgara que el Ejecutivo británico "maquilló" un informe, publicado el pasado septiembre, sobre el armamento iraquí para darle más importancia. En el documento, Blair advertía de que el régimen de Bagdad podía activar su arsenal químico y biológico en 45 minutos, una información que no se llegó a confirmar fehacientemente, según un alto funcionario de su Gobierno consultado por la BBC.
