
(Libertad Digital) Esperanza Aguirre hizo un llamamiento este miércoles a desenmascarar el buenismo, esa "ideología funesta" que "subyace a la acción política de Zapatero" y "esconde, bajo una cuidada apariencia de buenas intenciones y buenos sentimientos, un claro objetivo: la descalificación y marginación de todas las alternativas liberales y de centro derecha del panorama político español".
Tras recordar el "inusitado" grado de aceptación popular con que, según las encuestas, contaba Zapatero en abril de 2004 ("Más del 60 por ciento de los españoles se mostraba satisfecho con el nuevo presidente, del que, por otro lado, se desconocía prácticamente todo, salvo su sempiterna sonrisa"), la presidenta madrileña afirmó: "También es verdad que ningún presidente ha sufrido un desgaste tan enorme como el que ha sufrido Zapatero en sólo 20 meses de gobierno". "Y es que sus actitudes buenistas y sus constantes declaraciones de que va a estar siempre del lado de la bondad tienen un recorrido limitado –añadió–. Porque no se puede contentar a todo el mundo, y no se puede engañar a todo el mundo todo el tiempo".
"La cuadratura de círculos de Zapatero se está demostrando imposible –sentenció la dirigente popular–. Sólo sin prensa libre, sin intelectuales que lo critiquen, y sólo si la oposición es destruida, desprestigiada, arrinconada o excluida podrá Zapatero hacer lo que, por ejemplo, hace el Tripartito en Cataluña, decir que los ciudadanos pueden ejercer en plenitud sus derechos, cuando los niños no pueden educarse en su lengua; o presumir de libertad de prensa, cuando los periódicos no publican ninguna noticia molesta para los gobernantes".
A la hora de aludir al proyecto de nuevo estatuto para Cataluña, Aguirre acusó a Zapatero de estar incurriendo en "una deslealtad imperdonable con el mandato popular que le dieron las urnas el 14-M", al tomar la decisión de "encabezar" una "reforma constitucional de profundísimo calado, pese a que no lo llevaba en su programa electoral".
"Esa deslealtad tiene su origen en una trampa típicamente buenista –prosiguió Aguirre–, que Zapatero tendió a sus propios electores y correligionarios provenientes de la izquierda tradicional española cuando, para contentar a los socialistas catalanes, que para gobernar en su comunidad autónoma necesitaban a un partido como ERC, hizo el entonces incomprensible brindis al sol de decir que aceptaría cualquier cosa que viniera del Parlamento de Cataluña".
"Ese compromiso encierra una profunda trampa –advirtió la presidenta madrileña–: con el objetivo de parecer bueno, dialogante y abierto a los catalanes, el compromiso de Zapatero está henchido de desprecio por el conjunto del pueblo español, que ostenta la soberanía nacional".
